El Papa sitúa el conflicto de Corea como principal crisis mundial
Francisco pide una solución para Jerusalén y un Estado palestino junto a Israel
El discurso anual del Papa al cuerpo diplomático es una ocasión ideal para que la Santa Sede, pese a su minúsculo territorio soberano, sin fuerza militar y con una economía muy modesta en términos comparativos, ejerza como superpotencia de soft power (poder blando), aquel basado en la amplia capacidad de influencia moral. Francisco aprovechó para hacer un repaso de las principales crisis mundiales, empezando por el conflicto coreano, y para reiterar su llamamiento al desarme nuclear total.
La intervención del Papa, muy extensa, tuvo lugar en la imponente Sala Regia del Palacio Apostólico, una estancia concebida para recibir a monarcas y decorada en su totalidad, en el siglo XVI, con frescos de los mejores pintores de la época.
La alusión de Francisco a la crisis coreana fue breve pero significativa, pues la hizo cuando empezaba a hablar de la lista de conflictos que sufre la humanidad. El Pontífice había insistido en su idea de “tercera guerra mundial a trozos” y en la necesidad de acabar con los arsenales atómicos.
“En esta perspectiva, es primordial que se pueda sostener todo esfuerzo de diálogo en la península coreana, con el fin de encontrar nuevas vías para que se superen las actuales confrontaciones, aumente la confianza mutua y se asegure un futuro de paz al pueblo coreano y al mundo entero”, subrayó Bergoglio.
El Papa conoce la problemática coreana. Se inscribe en su interés por Asia y por las fronteras más dinámicas del catolicismo. De hecho, entre los primeros países que visitó tras llegar a la silla de Pedro estuvo Corea del Sur, en verano del 2014.
Al inicio de su alocución, el Papa recordó que este año se conmemora el centenario del final de la Primera Guerra Mundial. De ella, según él, deben extraerse dos lecciones esenciales: “ganar no significa nunca humillar al rival derrotado” (pensando en las duras condiciones impuestas a Alemania en el tratado de Versalles, en 1919) y “la paz se consolida cuando las naciones se confrontan en un clima de igualdad”.
El papa argentino, revolucionario en las formas y con un programa ambicioso de reformas internas, no ha sido sin embargo rompedor en las relaciones internacionales sino continuista en la línea de predicar la paz, el desarme y la diplomacia multilateral.
Francisco dedicó una reflexión a Siria y puso mucho énfasis en que, tras superarse la guerra, se protejan las minorías religiosas y se garantice el retorno de los refugiados.
“Ganar no significa nunca humillar al rival derrotado”, advierte Bergoglio al recordar la I Guerra Mundial
No podía faltar en el discurso papal un pasaje relevante sobre el contencioso palestino-israelí, sobre todo tras la polémica decisión de la Administración Trump de reconocer a Jerusalén como capital israelí. Francisco invitó a que se respeten las resoluciones de las Naciones Unidas. “Setenta años de enfrentamientos obliga a que se encuentre una solución que permita la presencia en la región de dos estados independientes dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas”, dijo el Papa.
Bergoglio dedicó unas frases a “la querida Venezuela”. Exhortó “a responder sin demora a las necesidades primarias de la población” e hizo votos para que las elecciones previstas este año sean el principio de la superación de la crisis.
Además de geopolítica, el discurso del Papa tocó también cuestiones morales. Se detuvo en reafirmar el valor de la familia y pidió a los gobiernos que ayuden con sus políticas a esa institución humana clave y que él ve en peligro.
Sobre la cuestión de las migraciones, Francisco –que visitó Lampedusa en su primera salida de Roma como Papa y es muy sensible–llamó a la integración y dio las gracias a los países que más se han esforzado, entre los que citó a Italia, Grecia y Alemania. El Papa destacó que “en la tradición judeocristiana, la historia de la salvación es esencialmente una historia de migraciones”.