Responsabilidad
Siempre es bochornoso ver a un político sacudiéndose la responsabilidad del cargo. Es posible que se vea como una reacción natural, porque todo el mundo está preparado para los vinos y las rosas del éxito, pero no para la acidez de los errores y fracasos. Este mecanismo de autodefensa, que pasa por querer el poder lleno de pompa pero despojado de responsabilidad, puede ser frecuente pero siempre es deplorable, sobre todo si es un cargo público. Porque si hay una cualidad intrínseca a la institución pública es justamente la responsabilidad que exige. Los ministerios, las direcciones generales, todos ellos no son pasarelas de moda para salir en la foto, sino espacios de representación y gestión del bien común, y exigen gente capaz de asumir el peso del cargo. Es aquello tan esencial de la rosa, en la conversación entre el Principito y el zorro, cuando el Principito descubre que su rosa es única porque él es el responsable.
La responsabilidad política, pues, o más bien la falta de ella, ha sido uno de los aspectos más lamentables del escándalo sobre las miles de personas que quedaron clavadas en plena autopista, en medio de la nieve. Con una previa: no soy de los que niegan la
Ni prever quitanieves, ni tener asistencia preparada, ni, eventualmente, cerrar la autopista; nada
parte de culpa que pueden tener los conductores por no llevar cadenas, o no hacer caso a los avisos, o etcétera. Estamos inmersos en una sociedad sin culpas, donde nadie asume la propia responsabilidad, felizmente acomodados en la idea del poder como un padre padrone que lo controla todo. En este caso, pues, como en otros parecidos, es evidente que hay una cierta irresponsabilidad individual, y que la suma de miles de pequeñas irresponsabilidades puede crear una muy grande. Pero estamos hablando de una autopista controlada por un concesionario, controlado a su vez por el ministerio de turno. ¿Cómo es posible que, con la información meteorológica tan explosiva, no hicieran nada ni los unos ni los otros?
Ni prever quitanieves, ni tener asistencia preparada, ni, eventualmente, cerrar la autopista. Nada. Dejaron que el clima explosionara sin prever ningún plan de choque y el resultado es la dramática situación de miles de personas, encerradas en el coche con las familias, en medio de un clima gélido, durante horas. Este grave incidente colectivo es responsabilidad directa del poder público, que es el que tiene que prever que una cosa como esta nunca pase.
En este punto, y vuelvo al principio, lo más bochornoso ha sido el espectáculo de los cargos implicados expulsándose de encima las pulgas, con el tal Gregorio Serrano, de la DGT, disparando a diestro y siniestro para evitar su responsabilidad. Sin embargo, si en un caso así no tiene ninguna responsabilidad, ¿qué carajo hace en el cargo? Y, sobre todo, ¿qué cree que es un cargo público? ¿Una promoción, un modus vivendi, un premio? No señor, un cargo público es un servicio al público, y no al revés.