La Vanguardia

La guerra de ‘Las pajaritas’ sigue adelante

Las esculturas de la rambla del Clot viven un nuevo atentado vandálico, días después de que apareciera­n pintadas de amarillo

- D. MARCHENA Barcelona

El distrito de Sant Martí, que no es el más rico de Barcelona (tampoco en arte urbano), asiste con estupor al campo de batalla en que algunos han querido convertir dos monumentos. Se trata de las dos réplicas de la obra de Las pajaritas, de Ramon Acín (18881936), que adornan desde 1991 los extremos de la rambla del Clot, una junto a la calle Bilbao y la otra junto a la avenida Meridiana.

Los vecinos ya no recuerdan quién comenzó primero, pero estas esculturas han sufrido el sucesivo vandalismo de los partidario­s y los detractore­s de la independen­cia de Catalunya. Hace unos días, apareciero­n completame­nte pintadas de amarillo. Este fin de semana otros incívicos las han repintado toscamente de blanco, no tanto para que recuperen su color original, sino para contrarres­tar el mensaje.

“En los tiempos convulsos, las paredes hablan”, se decía de la profusión de grafitis políticos durante la transición. “Pero las aves de este monumento no son loros: no pueden ni deben hablar”, explica Hermenegil­do Pérez, jubilado de la Seat y que, como él explica, saca “a pasear el colesterol cada día por la rambla del Clot”.

Una pajarita de papel (el “águila de los niños”, dice un poema precioso de García Lorca) puede parecer un motivo de inspiració­n baladí para una escultura. Pero el artista y pedagogo Ramón Acín, que fue fusilado por el franquismo en los primeros días del golpe militar por su pacifismo e ideario anarquista, se inspiró en estas sencillas figuras. No lo hizo como homenaje a la papiroflex­ia, como incluso el señor Hermenegil­do cree erróneamen­te, sino como esperanza en la fraternida­d para garantizar el mañana de la infancia y de toda la humanidad.

Eso explica que una de las copias luzca en su base la transcripc­ión del artículo primero de la Declaració­n de los Derechos Humanos. La obra original de este escultor se instaló en 1929 en un rincón del parque Miguel Servet, en Huesca. El autor, que pudo intentar huir o permanecer escondido, se entregó a los franquista­s con la esperanza de salvar así a su esposa, embarazada. No sirvió de nada: ambos fueron asesinados.

Tengan la intención que tengan, quienes emborronan y ensucian estas delicadas y simbólicas esculturas no sólo estropean uno de los pocos monumentos de Sant Martí (una infracción de las ordenanzas municipale­s que se puede castigar con una multa de entre 120 y 3.000 euros). Sobre todo mancillan la memoria de un hombre bueno que veía en la paz y la concordia los únicos caminos para dirigirse hacia el futuro.

Durante la transición, las paredes hablaban; pero estas aves “no son loros: no deberían hablar”, dice un vecino

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Las obras han sido toscamente repintadas para tratar de borrar –con poco éxito– todo rastro de amarillo
Hoy y ayer. Las obras han sido toscamente repintadas para tratar de borrar –con poco éxito– todo rastro de amarillo
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