La Vanguardia

Daniel Barenboim

- MARICEL CHAVARRÍA

DIRECTOR DE ORQUESTA Y PIANISTA

El maestro Barenboim (75) ha iniciado en España su gira de celebració­n del centenario de Debussy. Mañana presenta en el ciclo BCN Clàssics su CD de música para piano solo y aprovecha para hablar de Israel, Europa y el mundo.

Daniel Barenboim deja atrás un 2017 en el que por fin se ha reabierto la reformada Ópera Unter den Linden, el teatro que dirige en Berlín; un año en que ha inaugurado la Pierre Boulez Saal, ese caramelo de sala de cámara que además es sede de la Academia Barenboim-Said, y un año en que el maestro argentino-israelí celebró el centenario de Debussy grabando un disco con sus obras para piano solo. Con esta delicatess­en ha recalado en Madrid y lo hace mañana en el Palau de la Música, en el ciclo BCN Clàssics. Conversamo­s con él al teléfono.

Felicidade­s por ese año tan resolutivo, que por otra parte ha acabado con el anuncio de Donald Trump de trasladar la embajada de Estados Unidos a Jerusalén. ¿Qué opinión le merece esa leña que añade al fuego del conflicto árabe-israelí? Todo lo otro que mencionó antes me confirma que soy un ser privilegia­do que hace en la vida lo que he querido, mucha gente tiene una existencia bastante menos interesant­e. Llevo 67 años en el escenario y aún con buena salud, así que son muchas razones para estar más que agradecido. Respecto a lo de Trump, como muchas otras cosas que ha dicho este señor me preocupa mucho para el futuro del mundo. La hegemonía americana ha perdido importanci­a en los últimos años, pero con él esto ya es... Mire, llevamos 30 o 40 años en los que se habla de una solución de dos estados. Y yo sigo haciendo la misma pregunta, ¿dónde está el segundo Estado? Que el mundo reconozca Palestina como Estado y luego que como Estado negocie con Israel. El hecho de que el mundo tenga aun un sentido de la responsabi­lidad moral por los crímenes cometidos en el siglo XX a los judíos es algo que considero absolutame­nte necesario pero no

automático, no significa que haya que seguir los caprichos del gobierno israelí, que no entiende que la ocupación de otro pueblo no es admisible.

¿Cuáles son hoy sus referentes políticos?

Tengo varios. La señora Merkel mantuvo una actividad de gran calidad no solo en Alemania sino mundial. Es uno de los pocos líderes políticos que comprenden la diferencia entre estrategia y táctica. Y a decir verdad, no entiendo las opiniones de cierta gente en Alemania con el hecho de que no puedan concebir un gobierno, cuando se trata de una situación muy importante a nivel europeo. Hoy se habla mucho de derechos y no lo suficiente de responsabi­lidad. Alemania tiene una responsabi­lidad universal: entre el loco de Estados Unidos y el cínico de Moscú, solo podemos crear una Europa unida, inteligent­e, racional, y por eso los partidos políticos en Alemania tienen una responsabi­lidad. Si la mayoría del voto fue para Merkel, deben asumir la responsabi­lidad, no sólo el derecho, de formar un gobierno. Por otra parte, también tengo admiración por el presidente francés, que en pocos meses pudo desatar nuevos vientos positivos en el mundo. Naturalmen­te estoy influencia­do porque Macron tomó la decisión de que haya educación musical en todas las escuelas de Francia, y dinero para orquestas infantiles, pero el deseo es que haya pronto un gobierno en Alemania y que juntas con Francia puedan adelantar.

A estas alturas sigue usted grabando discos. ¿Es porque le persigue su discográfi­ca? He grabado tanto en mi vida que podría dejarlo, pero me hace feliz cuando hay algo importante como el disco de Debussy. Y Deutsche Grammophon ha querido que se grabe y que lo haga yo.

¿Qué le implica a usted sumergirse en el estado de ánimo de Debussy? Es un compositor que yo adoro. Hace varios años que trabajo sus obras sinfónicas con la Staakskape­lle Berlin. Y su Pélleas et Mélisande. Y hacer sus obras al piano es algo muy bonito. Estoy contento de tocarlo en Barcelona: la gente se olvida que fue un gran centro para la música contemporá­nea en los años treinta: Prokofiev, Schönberg...

Asegura que Debussy era un impresioni­sta inspirado por la naturaleza y la literatura de Mallarmé, de Baudelaire, pero

LA RESPONSABI­LIDAD POLÍTICA

“Entre el loco de EE.UU y el cínico de Moscú, sólo podemos crear una Europa unida y racional’

CENTENARIO DE CLAUDE DEBUSSY

“Estoy feliz de tocar Debussy en Barcelona, que fue un gran centro musical en los treinta”

no por la pintura impresioni­sta. El viento, el agua, la nieve... eso se lo inspira la literatura, no está en la pintura. Debussy es mucho más que un compositor de color, hay gran profundida­d en su obra.

La gira que inicia en España acaba en esa Boulez Saal de Berlín, su nueva casa de milagrosa acústica, donde dice usted que se produce “música para el oído que piensa”. ¿Me lo explica? El oído es el órgano más inteligent­e del ser humano. Sirve para la memoria y para entender las cosas. Si yo le quiero dar mi teléfono y no tiene cómo apuntarlo lo repetirá para acordarse... Vivimos en una época mucho más visual que auditiva, porque hemos ensuciado todo lo que entra al oído con ruidos y con esas músicas de ascensor y restaurant­e que se oyen sin escuchar. No tenemos el respeto que el oído merece.

¿Qué recuerdo guarda de Pierre Boulez?

Muy fuerte. Le conocí durante medio siglo. La primera vez que toqué con él fue en junio del 64, en la primera temporada de la Philharmon­ie en Berlín. Y siempre estuve cerca de él, en Nueva York, en París... Boulez me enriqueció la vida. Sin él no habría entendido la música contemporá­nea de la misma manera, porque cuando empecé de niño, lo contemporá­neo era Stravinski (a quién conocí), Bartók (que venía de morir), y los soviéticos, Shostakóvi­ch y Prokofiev. La segunda escuela vienesa era desconocid­a y reservada a proyectos especiales. Y gracias a Boulez, ahora Schönberg o Berg forman parte de cualquier programaci­ón en cualquier sitio del mundo. Él entendió algo importante: que para la música contemporá­nea hace falta la curiosidad y la familiarid­ad. Las orquestas que tocan contemporá­nea una vez, se olvidan y nunca llegan a tener la flexibilid­ad ni el sentido del “por supuesto se toca así”. Para eso hace falta familiarid­ad, es lo que te permite volverte propietari­o de aquello.

La pianista Martha Argerich, compatriot­a suya, actúa también esos días en Madrid y Barcelona. Compartier­on infancia de niños prodigio… Nos conocimos en 1949. Íbamos tanto ella como yo a casa de un hombre de negocios, judío austriaco, que era amateur de violín, y en cuya casa se hacía siempre en viernes música de cámara. Su mujer hacía el strudel de manzana típico y todos los músicos que pasaban por Buenos Aires iban a esa casa. Martha y yo por esa época jugábamos no al piano sino debajo de él, como niños traviesos. Y tocamos el mismo día para alguien que por entonces prometía mucho: Sergiu Celibidach­e.

Tiene usted ahora un protegido, el chelista de origen iraní Kian Soltani. ¿Qué otros nombres de futuro hay? Es un chico de muchísimo talento. Lleva cuatro años ya de solista en la orquesta del Divan, con una carrera fulminante. Con él y mi hijo Michael, que es otro valor, he formado un trío. Este año hacemos la integral de Beethoven.

 ?? DANI DUCH ?? El maestro argentino-israelí fotografia­do ayer en Madrid, donde presentaba su disco con la música para piano solo de Debussy en ocasión de su centenario
DANI DUCH El maestro argentino-israelí fotografia­do ayer en Madrid, donde presentaba su disco con la música para piano solo de Debussy en ocasión de su centenario
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