Los abogados preparan a Trump para el interrogatorio por el Rusiagate
El fiscal Mueller negocia con los letrados de la Casa Blanca una citación
El fiscal especial Robert Mueller ha dado los primeros pasos para interrogar al presidente Trump por el Rusiagate.
No será el primero en su cargo, en la era reciente, que, si sucede, deba afrontar este mal trago. Ronald Reagan, por el Irán-Contra nicaragüense en los años ochenta, y Bill Clinton en 1998 por sus prácticas sexuales con Monica Lewinsky en la Sala Oval, afrontaron el vergonzoso trance.
Aseguran que los colaboradores de Trump se temen lo peor en una confrontación con el investigador especial y su equipo respecto a la posible confabulación entre su campaña y los espías del Kremlin, que podría ser demoledor para él. Piensan que una iniciativa de este tipo podría ser un desastre dada la capacidad del presidente de vivir su propia realidad, su rechazo a prepararse y su tendencia a rehuir los hechos.
Por esta razón, sus abogados trabajan para evitar que se llegue a producir la citación y, si resulta inevitable, marcar límites sobre los cuestiones a formular. No esconden sus preferencias por el modelo Reagan, que respondió por escrito, sobre el ejemplo Clinton, que tuvo que afrontar las preguntas de tres fiscales mediante una larga sesión de videoconferencia desde la Casa Blanca.
Todavía no existe una petición formal, en toda regla, aunque Mueller señaló en esta dirección en una reunión en diciembre con los letrados de la Casa Blanca.
Trump reiteró el pasado sábado su tonada de que “no hay confabulación” –insistió que se mire a los demócratas– y dijo estar dispuesto a someterse al cuestionario para cerrar lo antes posible el asunto que le amarga. “Al 100%” respondió a los periodistas cuando le requirieron si está dispuesto a declarar bajo juramento.
Sus abogados también consideran que ese cara a cara –en el formato que sea– apuntaría hacia el final de las pesquisas. Esto no quita que sientan miedo. Saben que su patrocinado cuenta con un largo historial de hipérboles y afirmaciones sin fundamento. Emerge de esta circunstancia la opción nada desdeñable de que Trump caiga en las mentiras por las que han sido imputados cuatro antiguos colaboradores.
Esta tendencia a la incontinencia –la misma que ha convertido su salud mental en debate nacional– asusta a sus abogados, que negocian evitar ese cara a cara y alcanzar un acuerdo para que sea una deposición limitada. A ser
posible, por escrito. También han exigido a Mueller y sus ayudantes que demuestren que les resulta imposible lograr la información que persiguen sin interrogar al presidente.
Los equipos legales de uno y otro lado, de Trump y de Mueller, tienen previsto reunirse en breve para concretar la sustancia y los términos de las preguntas. Los abogados del presidente quieren tener una idea precisa de qué asuntos se abordarían.
Diversos medios indicaron que Mueller apostaría por pedirle información que afectaría a Michael Flynn, su efímero consejero de seguridad nacional y uno de los acusados, y del despido de James Comey como director del FBI, más que por la posible interferencia rusa en las elecciones del 2016. Esto se interpreta como una orientación del caso hacia la obstrucción de la justicia.