La Vanguardia

El eterno fugitivo

- ÓSCAR CABALLERO París. Servicio especial

El padre JeanMarie Joseph, superior del monasterio provenzal del Saint-Desert, de carmelitas entregados a una vida silenciosa y austera, en Roquebrune-sur-Argens, vivió ayer la jornada más movida desde la fundación en 1948 de ese conjunto de ermitas en torno a un edificio principal: acompañó a policías de Nantes y Toulon, en pos de Xavier Dupont de Ligonnès, uno de los fugitivos más buscados de Europa.

La denuncia de alguien que creyó reconocerl­o en uno de los monjes, en la misa del monasterio abierta a seglares, es la número 901. Infructuos­a como las anteriores, integra ya un legajo de millares de páginas, abierto el 21 de abril del 2011.

Ese día, la policía de Nantes descubre en el jardín de una torre los cadáveres de cinco de sus moradores. Agnès Dupont de Ligonnès (48 años) y sus cuatro hijos, Arthur (21), Thomas (18), Anne (16) y Benoît (13), asesinados cada uno de dos tiros de un 22 Long Rifle, presumible­mente entre el 3 y el 5 de abril.

El cabeza de familia, Xavier Dupont de Ligonnès, había desapareci­do. Entre las dos fechas, un cajero tomó el 14 de abril la que sería su última foto conocida. Y al día siguiente se marchó, andando según testigos, de un hotel Formule 1 (cadena de alojamient­os económicos,de carretera) “con un estuche a la espalda que podía contener una carabina”.

A pesar del despliegue policial en Francia, y del mandato internacio­nal de busca y captura, casi siete años más tarde no queda en pie ni una pista. Y no por falta de sugerencia­s: por aire, por mar, en distintas ciudades de Europa, vivo y muerto, la presencia de Dupont de Ligonnès o de restos de su cuerpo fue denunciada por centenas de personas. En el 2015 una periodista de Nantes recibió una fotografía en la que se veía a los dos hijos menores de la familia, sentados a la mesa, y al otro lado, manuscrito con tinta azul, este texto: “Todavía estoy vivo. 11 de julio del 2015”.

Hoy, si aún vive, Xavier Dupont de Ligonnès celebrará sus 57 años. Nacido y criado en Versalles, con dos hermanas, un pariente calificó a su madre, Geneviève, profesora de catecismo en el instituto Blanche de Castille, de “casi mística”.

La torre ajardinada en el barrio más residencia­l de Versalles, los cuatro automóvile­s y dos labradores, transmitía­n la imagen de la familia perfecta. La adolescenc­ia de Xavier, “levantado a las 6 de la mañana cada día para poder asistir a su misa diaria, que seguía tanto en latín como en francés, antes de ir a la escuela”, explica que lo buscaran en un monasterio.

Lo contó Bruno de Stabenrath, actor y escritor francés. Compañero de colegio de Dupont, cuando fue descubiert­o el quíntuple asesinato, revindicó además su amistad.

Y matizó el retrato. “Xavier era un católico practicant­e, pero desconfiab­a de los curas. Como su padre, un playboy que los abandonó cuando él tenía 10 años. Adolescent­e, Xavier empezó a verlo en secreto. Tenía 18 años cuando su padre se marchó a África y antes le regaló un Triumph, con el que presumía. Xavier era un

bon vivant, bromista y generoso”.

En ese Triumph paseó a la que luego será su esposa y acaso su víctima. “Estuvo con Agnès a los 18 años, ella con 16, pero fue un idilio breve”. Una historia larga, en cambio, porque la reencuentr­a, ya madre de Arthur y, contra las convencion­es de Versalles, se casa con esa madre soltera.

Pero se marchan a Provenza. En sucesivos domicilios, en Draguignan, Lorgues, Sainte-Maxime y Vaison la Romaine, nacen los otros hijos. De allí pasan a Pornic, en Bretaña. Y en el 2003 se instalan en el que será el último domicilio, cerca de Nantes.

Tras los cadáveres, la policía descubrió la doble vida del desapareci­do: los mensajes angustiado­s, en internet, de su esposa, que lo acusaba de haber despilfarr­ado su herencia. Otra mujer, su amante, dará por perdido el préstamo de 50.000 euros que le hiciera.

Unos meses antes del crimen y la fuga, Dupont de Ligonnès tomó clases de tiro con arma larga. Deducción policial: acorralado, planificó la extinción de su familia y su desaparici­ón.

Ayer, el desplazami­ento policial estaba justificad­o por la denuncia y porque fue en un cajero vecino del monasterio adonde el fugitivo dejó, hace siete años, la que hasta hoy es su última imagen.

La policía registra un monasterio de la Provenza en busca de un parricida huido desde el 2011

En los últimos años, los investigad­ores ha recibido más de 900 pistas falsas de Dupont de Ligonnès

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VALERY HACHE / AFP Refugio. Un testigo creyó reconocer al fugitivo en el monasterio de Saint-Desert
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