Antifranquistas todos...
Un lector se indigna con el sepelio de Carmen Franco en la catedral de la Almudena de Madrid, que ni es catedral de Champions League ni la visitan los amantes de Gratallops cuando se escapan a la capital con la excusa de cerrar un negocio.
Yo, qué quieren que les diga, a estas alturas me indigno poco con los Franco, a diferencia del resto de catalanes, antifranquistas todos, y soy más de indignarme con los bajonazos en el ruedo, las listas negras y los privilegios del colectivo ciclista, el último club elitista de Barcelona.
Cada indignación tiene su tiempo y la mía con el franquismo terminó en 1982 gracias al Mundial de fútbol, la visita de Juan Pablo II y la victoria del PSOE, tres acontecimientos decisivos para, como dicen ahora los tertulianos, pasar página y mirar adelante porque venían curvas y convenía levantar un país mejor, cosa que hemos logrado como demuestra el respeto a los homosexuales, las profesionales del sexo y los chefs, que con Franco recibían otros nombres y no precisamente bonitos.
¿Es imprescindible condenar el franquismo antes de seguir? Yo les condeno el franquismo, el cocido madrileño y la colonización de Mindanao pero me temo que la premisa sobra y es cuestión de postureo, del que conmigo no cuenten.
Los hechos son sagrados, las opiniones libres, dice una máxima del viejo periodismo. Como a las nuevas generaciones muchas cosas les pillan con el móvil en la mano, es conveniente recordar un hecho: Franco ganó la Guerra Civil librada entre 1936 y 1939, una tragedia irreparable tras la cual gobernó España hasta el año de su fallecimiento –con la aquiescencia de muchos y no tan lejos de nosotros–, nada
A diferencia de Hitler y Mussolini, Franco ganó la guerra y gobernó hasta que le dio por morirse
menos que 1975, cuando, por cierto, centenares de miles de ciudadanos viajaron a Madrid a despedir al dictador, de cuerpo presente, sin que nadie les obligase. Eran otros tiempos: hoy está de moda creer que las masas nunca se equivocan...
Que uno sepa –y he aquí la singularidad histórica–, Adolf Hitler se suicidó en Berlín y Benito Mussolini fue colgado boca abajo en Milán debido a un hecho que parece un detalle y muchos omiten: perdieron la guerra. De haberla perdido Franco y su media España, no estaría enterrado en un monumento faraónico ni su hija descansaría en la Almudena.
Es una pena que la historia, nuestras vidas y la clasificación del CE Europa no sean las que a nosotros nos gustaría o las debidas si el mundo fuese un lugar donde ganan los buenos y pierden los malos.
Y es baldío pensar que estamos a tiempo de revertir el pasado y declarar ganador por puntos de la Guerra Civil a la República o desconectar el factor Catalunya del hecho –los hechos nunca engañan– de que el franquismo se prolongó 40 años y acabó de muerte natural.