Un error de muerte
Pulso, respiración y reflejos permiten diagnosticar de manera inequívoca si una persona ha fallecido
Diagnosticar si una persona ha fallecido es un acto médico sencillo que, si se hace bien, no tiene margen de error, según coincidieron en señalar ayer especialistas consultados por La Vanguardia a raíz del extraño caso de un preso de Asturias a quien se dio por muerto y despertó en la morgue.
“Basta con comprobar si respira y si tiene pulso en la carótida [una arteria del cuello] o la radial [en el antebrazo]. En caso de duda, un fonendoscopio la aclara. Si el corazón late, con el fonendoscopio se escucha. Y si aun así hay dudas, se debe realizar un electrocardiograma”, explica Josep Arimany, presidente de la Societat Catalana de Medicina Legal, con una larga experiencia en levantamiento de cadáveres, algunos en la cárcel Modelo. “Otra prueba muy sencilla consiste en separar los párpados e iluminar la pupila, por ejemplo con la linterna del móvil; si la pupila se dilata por reflejo, significa que la persona está viva”.
La clave de la explicación de Arimany está en la expresión “en caso de duda”. ¿Qué puede hacer dudar a un médico de si una persona está muerta o no? Según los detalles que han trascendido del caso de Asturias, se declaró muerto a un hombre de 29 años que el domingo por la mañana fue hallado inmóvil, frío y con color cianótico en su celda de la cárcel de Villabona. Entre las ocho y las nueve de la mañana le examinaron dos médicos de la prisión –el que salía del turno de noche y el que entraba en el turno de mañana– y poco después una médico forense que certificó la muerte.
Lo metieron en una bolsa y lo trasladaron al Instituto Anatómico Forense para proceder a la autopsia. Hacia la una de la tarde, empezó a roncar, despertó y pidió un cigarrillo. Después le trasladaron al hospital Universitario Central de Asturias, donde ingresó en la UCI.
Que tuviera un tono azulado indica que su nivel de oxígeno en la sangre era muy bajo, pero no basta para determinar que una persona esté muerta, explica Ana Zapatero, intensivista del hospital del Mar de Barcelona. Tampoco que un cuerpo esté frío e inmóvil es un signo diagnóstico de muerte. Al contrario, son signos que pueden llevar a engaño ya que hay cuadros clínicos –como una intoxicación por barbitúricos– en que un cuerpo puede tener apariencia de cadáver aun manteniendo el pulso y la respiración.
El padre del joven explicó ayer que “intentó suicidarse con pastillas”, según informó el diario El Comercio en su web. El preso, que cumple condena de tres años por robo de cobre, ya había intentado ahorcarse hace siete meses.
En España “los criterios para certificar una muerte están regulados por el real decreto de Trasplantes del 2012”, recuerda la intensivista Ana Zapatero. La normativa precisa que, cuando se diagnostica la muerte por criterios circulatorios y respiratorios –en los hospitales también se puede diagnosticar por criterios neurológicos–, debe constatarse la “ausencia de circulación y de respiración [...] durante un periodo no inferior a cinco minutos”.
“En un hospital podemos mirar más parámetros, pero en una prisión o en cualquier otro lugar también debemos ser capaces de diagnosticar una muerte sin margen de error ”, sostiene Zapatero.
Arimany recuerda un caso en que fue a certificar una muerte como forense a una estación de metro y, al llegar allí, se encontró a un hombre que, pese a las apariencias, mantenía funciones vitales. También cabe recordar el caso de un hombre de 89 años ingresado en el hospital Moisès Broggi a quien se dio por muerto el día de Navidad del 2011 y que despertó en la morgue. “En caso de duda, hay que hacer todas las pruebas que se consideren oportunas”, destaca Arimany. El problema, en el caso de Oviedo, parece ser que nadie dudó de que estaba muerto.
El joven a quien los médicos dieron por muerto en una cárcel de Asturias se había intentado suicidar