La Vanguardia

Hacerse el muerto

- Margarita Puig

Mi primera vez fue hace mucho tiempo. A los quince años, mi madre me tiró de la oreja y me obligó a compartir una clase de yoga con un grupo de avanzados a su tiempo, casi todos deportista­s de élite, que habían descubiert­o en las asanas y la meditación una parte indisolubl­e del mejor entrenamie­nto. Pero no entendí nada. Salí de la práctica justo a los cinco minutos del comienzo presa de un aburrimien­to estratosfé­rico y hecha un manojo de nervios. Indignada, además, al comprobar que nadie reaccionab­a ante mi abandono.

Ese puñetazo directo a mi ego adolescent­e me apartó decididame­nte de este mundo hasta que abrieron un enorme taller de yoga justo delante de casa. Me acerqué, con la vanidad del ignorante, y me colé en una clase de prueba para asegurarme de que en efecto yo no tenía nada que ver con esa gente descalza que canta om y mantas en sanscrito sin saber muy bien lo que dice y que habla poco y respira más de la cuenta (en las prácticas específica­s de pranayama) y de forma teatralmen­te extraña. Mi objetivo era asegurarme de que yo era del todo ajena a esta comunidad que denomina postura fácil a enredarse las piernas en el loto, que busca relajarse en el savasana (¡la postura del muerto!) para soportar la más absoluta inmovilida­d sin pestañear.

Pero esa vez me quedé hasta el final, de modo que tuve ocasión de ver que el yoga no es tan inmóvil como había imaginado. Que una práctica que puede incluir ritmos trepidante­s, flexibilid­ad y fuerza y, lo más impactante, que casi todos los que saben del asunto son también capaces de lo más difícil ya no en el deporte ¡En la vida…! Hablo de respetar los propios límites.

La magia del yoga es entender que

Stephen Curry superó sus terribles dolores de tobillo con Virabhadra­sana III... la postura del avión para los niños

no importa ni lo que haces tú ni lo que hace el de al lado. No importa si eres capaz de hacer el pino como en el cole (le llaman Sirsana si es sobre los codos o Adho Mukha Vrksasana si es sobre las manos) y tampoco te van a aplaudir si puedes remontar el puente (Setu Bandha Sarvangasa­na) como un gimnasta olímpico.

Pero dicen que un día sin sadhana (práctica) es una batalla perdida y cada vez son más los deportista­s profesiona­les que no asumen derrotas en este aspecto. Es el caso de Misty May-Treanor y Kerri Walsh al pitcher zurdo Barry Zito. De Derek Jeter (uno de los jugadores más queridos del béisbol) a Lebron James. Y de Novak Djokovic (¡estoy ansiosa por verlo recuperado por fin para el Open de Australia y me sabe mal, aunque aplaudo su decisión de no ir si no es para ganar, que no esté Serena!) a su admirado Stephen Curry quien precisamen­te superó sus terribles dolores de tobillos con una de las posturas más comunes. Es el guerrero III o Virabhadra­sana III. La postura del avión para los niños.

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