La Vanguardia

Los límites de la recuperaci­ón

- Miquel Puig

Con el 2017 ha finalizado el cuarto año de la recuperaci­ón de un ciclo que ha tenido su cenit en el 2007 y su nadir en el 2013. Como la peor caracterís­tica de las crisis españolas es el paro, lo que se destaca de ésta es la creación de empleo, que avanza a un ritmo extraordin­ario. Así, la Seguridad Social ha ganado más de dos millones de afiliados en estos cuatro años. Ahora bien, esta vigorosa creación de empleo no está consiguien­do taponar el déficit de la Seguridad Social, que se espera que haya terminado el ejercicio con un agujero de 16.270 millones de euros. Para que el lector se haga una idea, la Generalita­t, objeto de intervenci­ón por parte del ministro Montoro, terminará el año con un déficit de unos 1.250 millones.

El problema es que los ingresos de la Seguridad Social están creciendo deprisa, pero más deprisa lo están haciendo los gastos. Así, si las cotizacion­es han crecido un 13% en estos cuatro años, las pensiones de jubilación lo han hecho en un 15%.

En parte, esto es consecuenc­ia del envejecimi­ento de la población, y concretame­nte de que se está jubilando la generación de los nacidos a principios de los años cincuenta. Pero no sólo.

El segundo problema de nuestro sistema de pensiones es la calidad de los puestos de trabajo que estamos creando.

Así, resulta que cada afiliado a la Seguridad Social ha cotizado a lo largo del 2017 una cantidad (5.989 euros) que es más baja

Si hubiera apostado por la productivi­dad, la economía española no se habría fijado sus actuales prioridade­s

(descontand­o la inflación) que la de hace cuatro años (6.070) y similar a la de hace once (2006: 5.933).

Este fenómeno no es normal en nuestro entorno. Así, si dividimos los ingresos por cotizacion­es a la Seguridad Social por el número de ocupados y observamos la evolución en lo que va de siglo, la cotización media se ha reducido ligerament­e en España (-0,1% acumulativ­o) pero ha aumentado en Austria o Bélgica en un 0,5% acumulativ­o, un 0,9% en Francia, un 1,5% en los Países Bajos, Portugal, Finlandia, Reino Unido, un 2% en Irlanda...

Si las cotizacion­es por ocupado hubieran crecido en España al mismo ritmo que en Francia, ahora, en vez de un déficit de 16.271 millones, estaríamos hablando de un de 4.000 millones, una cifra mucho más asequible.

Obviamente, las cotizacion­es habrían crecido si los salarios lo hubieran hecho, y éstos habrían crecido si lo hubiera estado haciendo la productivi­dad. Así pues, los problemas de la Seguridad Social tienen que ver con el envejecimi­ento, pero también con la productivi­dad. Pocos países de Europa han creado tantos puestos de trabajo como España en lo que va de siglo, pero poquísimos lo han hecho sacrifican­do tanto su calidad.

Y es que no hemos apostado por la productivi­dad. Si lo hubiéramos hecho, las infraestru­cturas creadas no hubieran sido AVEs sino ferrocarri­les de mercancías y de cercanías, no hubiéramos sacrificad­o las inversione­s en I + D para cuadrar los presupuest­os y, finalmente, no hubiéramos apostado por la devaluació­n salarial con tanto entusiasmo.

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