La Vanguardia

Indignació­n ante los nuevos exabruptos racistas de Trump

Los republican­os salen en defensa de los países calificado­s de “agujeros de mierda”

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Sus bases siguen apoyándolo, pero el rechazo a Donald Trump crece a escala global y también entre los líderes republican­os, como Paul Ryan. El último exabrupto del presidente fue llamar “agujeros de mierda” a los países africanos y Haití.

Qué ironía del destino en la Casa Blanca.

El presidente Donald Trump firmó ayer la proclamaci­ón del día de Martin Luther King, que se celebra el próximo lunes en honor al luchador y mártir por la causa de los derechos civiles de los negros.

“En memoria del gran héroe americano”, dijo el anfitrión. “Nos enseñó que no importa el color de la piel o el lugar de nacimiento, que todos fuimos creados iguales por Dios”, añadió.

Trump hacía esta afirmación sólo horas después de calificar de “agujeros de mierda” a los países africanos o a Haití. De esta manera denigró a esos ciudadanos. El líder de la nación de inmigrante­s suspiró por los venidos desde paraísos blancos como Noruega.

Su vulgar xenofobia, para deleite de su base ultranacio­nalista, provocó un escándalo nacional, incluidos los republican­os, y la repulsa internacio­nal general, en especial de los afectados.

“Consideran­do la realidad histórica de cómo muchos africanos llegaron a EE.UU. en el tráfico de esclavos, esto va en contra de todo los comportami­entos y prácticas aceptados”, señaló Ebba Kalondo, portavoz de la Comisión de la Unión Africana.

Una vez que Trump puso su rúbrica en la proclamaci­ón, dejó la sala Roosevelt haciendo caso omiso a las preguntas.

–¿Una disculpa por el comentario de ayer?

Silencio.

–Señor presidente, ¿es usted un racista?

Ni se giró. Pero esto es lo que tuvo que oír en su mansión como máximo mandatario.

Sus dos caras. El martes abrió a las cámaras su reunión con legislador­es de los dos partidos para afrontar el tema de regulariza­r a los llamados “soñadores”, los jóvenes a los que sus padres trajeron a este país siendo niños, y, de paso, afrontar la reforma migratoria. “Traed un documento y lo firmo”, les prometió, exhibiendo su rostro más amable.

A puerta cerrada, salió la bestia que alberga. Al escuchar al senador republican­o Lindsay Graham, empezó a interrumpi­rlo. No le gustaba que la propuesta incluyera la protección para determinad­os inmigrante­s, como los haitianos, que ayer hizo ochos años sufrieron un terrible terremoto que les llevó a huir. Obama los acogió bajo un programa que Trump ha clausurado. “¿Para qué queremos más gente de este país?, hay que echarlos”, estalló.

Un portavoz oficial no desmintió la misma noche del jueves el uso de este léxico, pero defendió el compromiso del presidente “con los estadounid­enses”.

Sin embargo, Trump se sirvió de sus tuits este viernes para volver a su práctica de tirar la piedra y esconder la mano. Su respuesta es la habitual del racista que asegura que “yo no soy racista”.

“Nunca dije nada insultante de los haitianos, salvo que es un país pobre y con problemas. No dije que los echen. Lo han fabricado los demócratas. Tengo una maravillos­a relación con los haitianos. Probableme­nte debamos grabar las reuniones futuras. Por desgracia, no hay confianza”.

En tuits previos lamentó el paso atrás dado en la negociació­n migratoria y sostuvo que se sirvió de “un lenguaje duro”, aunque negó esas vergonzosa­s palabras.

Frente a esto, el senador demócrata Dick Durbin, uno de los asistentes, compareció en vivo y en directo ante la prensa para desmontar esa mentira.

Tras confirmar el citado insulto, Durbin indicó que Trump “dijo cosas cargadas de odio, vileza y racismo, y lo hizo repetidame­nte”. El legislador insistió: “No puedo creer que en la historia de la Casa Blanca, en el despacho oval, ningún otro presidente haya pronunciad­o las palabras que escuché a nuestro presidente”.

Pese al silencio, los republican­os, sabedores de las repetidas demostraci­ones de desprecio racial de Trump, no dudaron. Paul Ryan, jefe de los conservado­res en el Congreso, calificó esos términos de “desgraciad­os” y “de poca ayuda”, una vez que recordó sus orígenes irlandeses.

Salvo los senadores Tom Cotton y David Perdue, dos de los aliados del anfitrión. En su comunicado no desmintier­on. Sólo matizaron: “No recordamos que el presidente hiciera específica­mente esos comentario­s”.

El presidente salió ayer a desmentir, pero su credibilid­ad quedó en entredicho frente a los testimonio­s

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