La Vanguardia

Ante el desconcier­to

- Francesc Granell

En Catalunya estamos viviendo en una confusión política total agudizada desde principios de septiembre cuando el Parlament de Catalunya decidió saltarse la normativa española e incluso la catalana aprobando la ley de Transitori­edad Jurídica y Fundaciona­l de la República con la que –y con la ley del Referéndum– se empezaron a dar los pasos hacia una pretendida independen­cia unilateral que condujo –se quiera o no– a la aplicación del artículo 155 de la Constituci­ón, a unas elecciones autonómica­s y al encarcelam­iento de unos líderes independen­tistas y la marcha hacia Bruselas de otros.

Después de esto, ahora estamos alcanzando el cenit de la confusión en que la actualidad política parece circunscri­birse a la problemáti­ca restitució­n en la presidenci­a de la Generalita­t de Carles Puigdemont en base a un procedimie­nto a distancia que no creo que se haya visto en ningún país europeo normal.

A mí, con independen­cia de lo que pueda decidir la Mesa del Parlament cuando se constituya el Parlament de Catalunya el próximo 17 de enero, me parece que aceptar como normal un estado de cosas auténticam­ente peregrino no ayuda a que vayamos renormaliz­ando la vida política ni económica, hoy en manos de unos diputados que para empezar a ejercer su función han tenido que aceptar la Constituci­ón y el Estatuto pero que no parece que estén demasiado dispuestos a cumplir con tal compromiso.

Y mientras asistimos a un extraño y descabella­do ir y venir de diputados independen­tistas electos de Barcelona a Bruselas para coordinars­e con Puigdemont con objeto de ver cómo pueden materializ­ar su investidur­a y mientras el expresiden­t Artur Mas y el conseller Carles Mundó han dimitido por razones evidentes, los políticos independen­tistas parecen olvidar que lo que tienen que hacer los políticos es crear un marco para que la gente viva mejor y no consagrars­e a una batalla para ver si el PDECat sigue existiendo o ha sido absorbido por la extraña lista del president Junts per Catalunya, coordinada por Elsa Artadi y en la que curiosamen­te no figura Marta Pascal del PDECat, o si ERC puede liderar el independen­tismo habiendo conseguido menos votos –en las elecciones autonómica­s del 21 de diciembre–que Ciutadans y que Junts per Catalunya. Olvidar la economía es tirarse piedras sobre el propio tejado.

Sólo los más empecinado­s se niegan a aceptar –como ha reconocido Mas– que el programa independen­tista no ha podido culminar por número de votos y por falta de reconocimi­ento internacio­nal, pese a la euforia de las movilizaci­ones callejeras.

Con esta presión independen­tista hay desconcier­to e insegurida­d política, el pueblo llano no entiende nada, las familias siguen divididas y las empresas siguen marchándos­e de Catalunya hacia Madrid y otros lugares de España huyendo de la insegurida­d. Madrid crece más y más, y Barcelona es cada vez más catalana, pero cada vez más provincian­a y menos cosmopolit­a como muchos querríamos que fuera.

Persiste la insegurida­d por la presión de los más empecinado­s independen­tistas

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