Trump: la conexión Agalarov
Estos días Trump está asediado por múltiples informaciones que configuran la imagen de un presidente loco. El libro Furia y fuego de Michael Wolff, ampliamente leído, proporciona detalles suculentos tales como su alimentación a base de hamburguesas McDonald’s para prevenir su envenenamiento, que come en la cama. Una cama cuyas sábanas no quiere cambiar por el mismo motivo. Ve televisión ocho horas diarias, incluso en decisivas reuniones. Obviamente no duerme con su mujer, Melania, que no quería vivir en la Casa Blanca y a la que abronca frecuentemente. No lee nada. Y pide que le lean los resúmenes de documentos importantes. Además de recibir dos veces al día reseñas de la prensa mundial pero sólo de aquellos artículos que le son favorables. El libro describe un ambiente en que todos sus colaboradores lo critican en privado, no se fían de sus decisiones y predicen su hundimiento. Y es que parece que Trump no quería ser presidente sino tan sólo utilizar la campaña para aumentar la audiencia de su televisión. Pero lo que más irritó a Trump fue la sugerencia de este libro sobre su posible inestabilidad mental. Contestó autodeclarándose genio. ¿La prueba? Creó un imperio inmobiliario, se hizo el amo de los concursos de miss Universo, llegó al estrellato en la televisión y fue elegido presidente del país más poderoso del mundo. Y cuando alguien lo contradice, le despide, incluso a su ideólogo y estratega Steve Bannon. Y, en su soledad nocturna, sigue atacando al mundo entero y alentando a sus fieles mediante este gobierno por Twitter que ha introducido en la historia.
Aun así, no corre riesgo de inhabilitación por razones de demencia. La enmienda 25 de la Constitución, que considera esa posibilidad, es de difícil aplicación. En realidad nunca se ha utilizado. Y eso a pesar de que varios presidentes, incluidos Nixon, John Kennedy y hasta el gran Abraham Lincoln, eran enfermos mentales en distintas modalidades. Pues no, aunque Trump es el presidente del que más se ha hablado en este sentido, no ocurrirá, entre otras cosas porque los republicanos no están por la labor. Pero otra cosa sería si se llegara a probar la conexión entre la campaña de Trump y la inteligencia rusa en la elección. En principio, se sabe que algo hubo, pero se han ido borrando las pistas y eliminando de la escena política a los principales actores: Michael Flynn, consejero de Seguridad Nacional durante 20 días; Manafort, director de la campaña de Trump durante un tiempo, y Carter, su primer consejero de Asuntos Exteriores. Pero la inquietud sube en la Casa Blanca ante la persistencia de la investigación del fiscal especial Robert Mueller, que ya ha inculpado a cuatro personas del entorno de Trump y parece que va a requerir el interrogatorio del propio presidente. En ese contexto ha aparecido estos días un documento mucho más serio que el libro de cotilleo sobre Trump.
Un informe anónimo (hecho para “la compañía”) pero muy preciso sobre los contactos de Trump y sus colaboradores con Rusia a lo largo del tiempo. Lo ha publicado BuzzFeed, una web de noticias alternativas. Se atribuye a un agente de la inteligencia británica, pero me huele a la propia FSB (exKGB). En esencia, el informe documenta una serie de contactos entre la FSB y sus adláteres y personalidades clave de la campaña de Trump, particularmente en junioseptiembre del 2016. Manafort, Carter y el yerno de Trump, Kushner, participaron en dichos encuentros. Parece ser que, en los años previos a la elección, desde el 2013, la FSB preparó kompromats, es decir, grabaciones compremetedoras sobre Trump y sobre Hillary, incluyendo la interceptación de los correos electrónicos de Hillary y los documentos del Comité Nacional Demócrata. Para ello utilizaron hackers estacionados en Rumanía, con una cobertura en Bulgaria. Pero sobre Trump fueron más lejos, aprovechando los negocios que él mantuvo con Araz Agalarov, un billonario de Azerbaiyán, amigo personal de Putin, cuyo hijo Emin estaba casado con la hija del presidente azerbaiyano.
Al presidente no le importaron los contactos entre su gente y Putin si difundían los correos electrónicos
que tanto daño hicieron a Clinton
Agalarov propuso a Trump negocios inmobiliarios en San Petersburgo y la organización del concurso de miss Universo, propiedad de Trump, en Moscú en el 2013, a cambio de 20 millones y, sobre todo, la introducción con Putin. El concurso se celebró en el Centro Comercial Crocu, propiedad de Agalarov, seguido de una cena con Putin. En San Petersburgo fue más complicado y se dice que Trump tuvo que pagar sobornos además de jolgorios. Los testigos de estos hechos desaparecieron. En Moscú, la FSB organizó una fiesta especial para Trump en la habitación del Ritz Carlton donde se habían alojado el presidente Obama y Michelle. Para solaz de Trump, un grupo de prostitutas orinaron en la cama como parte de la orgía. Todo esto está grabado. Pero Putin ordenó no difundirlo.Y de hecho, destituyó al jefe de su Administración, Ivanov, por ir demasiado lejos en estos chantajes.
La última aparición de los Agalarov fue cuando su hijo Emin se reunió en septiembre del 2016 en la torre Trump con Jared Kushner para presentarle a la abogada rusa Natalia Veselnitskaya, que prometió proporcionar información contra Hillary a cambio de favores sobre leyes de adopción. Según Jared, no hubo tal información pero Trump envió una nota manuscrita de agradecimiento a Emin tras su elección.
En cualquier caso, este documento proporciona la clave de la conexión rusa de Trump. Su interés fue siempre empresarial, eso es lo que es él. No le importó que hubiera contactos entre su gente y Putin mientras no pidieran nada a cambio y difundieran los correos electrónicos que tanto daño hicieron a Hillary en el momento clave de la elección. Trump no vio problema en todo esto, aunque lo niega todo. Pero el Congreso puede verlo de una forma diferente.