CAMBIO DE HÁBITOS
El año 2006 empezó con infarto para los fumadores españoles. Porque andaban todos poco menos que atacados por una de las últimas leyes que el gobierno Zapatero había aprobado el año anterior, con la Navidad de por medio, la ley de medidas sanitarias frente al tabaquismo. Obligaba a un cambio de hábitos en toda regla a los hasta entonces poco controlados amantes del cigarrillo. En particular, se prohibió su consumo en lugares de trabajo y en espacios públicos cerrados, todo un impacto para aquellos quienes la visita al bar, el restaurante o la discoteca estaba indisolublemente asociada a fumarse uno o muchos pitillos. El gremio de restauración y hostelería no estaba nada contento, pero desde entonces han visto cómo se multiplica la ocupación de sus terrazas, llueva o nieve, que hay cosas que son imprescindibles.
El cambio de hábitos sociales también estaba alcanzando a otros ámbitos, como el cine. Se hablaba mucho del final de las salas, de la migración del público a las pantallas domésticas y, peor aún, hacia la oscura cueva de contenidos de la piratería digital.
Tuvieron que aparecer unos piratas de verdad, de los de parche en el ojo, tibias y calavera, para demostrar que eso no tenía que ser forzosamente así. La segunda entrega de la serie
Piratas del Caribe, titulada El cofre del hombre muerto, se estrenaba muy oportunamente en Disneylandia y, a partir de ese lugar mágico, iniciaba una trayectoria rompetaquillas que la llevó a recaudar 1.066 millones de dólares. La más lucrativa de toda la serie. Era una aventura plagada de efectos especiales, que reverdecían un género más bien moribundo. La tecnología permitió una prole de renovados monstruos marinos y seres a medio camino entre el hombre y el molusco. Película barroca, presidida por las digitales acrobacias del pirata más churrigueresco y amanerado, ese Jack Sparrow al que nunca le falla el
eyeliner. Johnny Depp lo ha transformado en un clásico. Disney todavía conseguiría aquel año colar otra película de enorme éxito, aunque a través de la pequeña pantalla. Fue High School Musical, un musical de instituto mucho más blanco que el Grease que había inspirado a padres sorprendidos por la devoción de sus hijos e hijas hacia las baloncestistas aventuras románticas del hoy galán Zac Efron y su partenaire Vanessa Hudgens.
El deporte de la canasta trajo una enorme alegría a los aficionados españoles. Por primera vez nuestro país ganaba el Mundobasket, tras muchos años estando a punto de subirse a lo más alto del cajón, cambiando el hábito de perder siempre el oro a manos de la galaxia NBA. El maleficio se rompió en Japón, donde la generación de los Gasol, y tantos otros iniciaba un ciclo virtuoso que todavía dura hoy. España arrasó con nueve victorias y una indiscutible paliza en la final a Grecia (70-47), que dejaba poco margen a dudas. Pau Gasol fue designado el mejor jugador del torneo y, por supuesto, entró en el quinteto ideal junto a Jorge Garbajosa. Otros nombres inolvidables fueron los del hermanísimo Marc Gasol, la Bomba Navarro, Rudy Fernández y Felipe Reyes. La ÑBA iniciaba su andadura.