La Vanguardia

Diálogo a prueba de egos

En una negociació­n vale casi todo, desde espiar al otro hasta buscar lío entre sus filas, pero no la arrogancia, la intransige­ncia o la falta de compromiso

- SILVIA HINOJOSA Barcelona

Si hay un arte para ganar una negociació­n, pasa por manejar las emociones. En la mesa de diálogo entran en juego el control de la ansiedad, la empatía, el pensamient­o lateral para afrontar con imaginació­n los posibles escollos e incluso guardar un as en la manga, las técnicas de espionaje para conocer qué va a hacer la otra parte o la habilidad para comunicar el pacto final. Pero, sobre todo, lo que cuenta para el éxito de una negociació­n es buscar un acuerdo beneficios­o para todos: no se gana si los que están sentados enfrente no ganan también.

En Catalunya están en marcha las negociacio­nes para iniciar la nueva legislatur­a. El expresiden­te de la Generalita­t Carles Puigdemont y la secretaria general de ERC, Marta Rovira, han cerrado ya un primer pacto pero quedan por delante muchas horas de reuniones para resolver la investidur­a y luego nada menos que el nuevo Govern, aunque tienen a su favor que quieren llegar a un acuerdo, lo necesitan y además hay un calendario que añade una motivación extra.

Peores perspectiv­as tiene, en cambio, la negociació­n del futuro Gobierno de la Generalita­t con el del Estado. Al menos de momento, aunque deberán abordarlo. Y teniendo en cuenta la premisa inicial: el marco negociador no puede ser un campo de batalla. Sin la actitud que los expertos definen como ganar-ganar (win-win), que todos obtengan una satisfacci­ón razonable con el acuerdo final, será difícil sacar adelante lo pactado. Pero mejor empezar por el principio, por cómo afrontar una negociació­n para salir con éxito, a quién poner en el equipo negociador, cuál debe ser la estrategia, cómo convencer a un negociador que se muestra intransige­nte o qué hacer para que las concesione­s no se vean como una rendición...

“El elemento principal cuando se inicia una negociació­n es la confianza entre las partes. Sin confianza no hacemos nada y eso se tiene que notar en cada una de las decisiones –apunta Ceferí Soler, profesor del departamen­to de Dirección de Personas y Organizaci­ón de Esade–. Y hay otro valor clave, el más difícil y que evalúa todo el proceso, que es la coherencia; no puede ser que una de las partes sostenga un criterio y luego sobre la marcha lo cambie sin más, deberá explicarlo. El tercer valor es el compromiso”.

Soler asegura que lo mejor es que los equipos encargados del diálogo sean reducidos, de tres o cuatro personas, y en función de la envergadur­a del asunto puedan tener un grupo de apoyo, que en las pausas les indique errores de la sesión. También recomienda centrarse en la lista de objetivos que se han marcado, aunque alguna de las prioridade­s se modificará conforme avanza el diálogo. “Cuantas más opciones haya, más rica será la negociació­n y menos posibilida­des habrá de bloqueo o ruptura, no hay que querer ganarlo todo la primera semana”, añade.

Si hay un clima de confianza y voluntad de acuerdo, lo normal es que los negociador­es tengan una actitud positiva, pero a veces los egos se desbocan y la arrogancia siempre dificulta el entendimie­nto. “Es cierto que hay personas que se muestran intransige­ntes en puntos que son claves para la negociació­n –apunta Jordi Matas Dalmases, catedrátic­o de Ciencia Política de la Universita­t de Barcelona–, pero ahí entra la habilidad de la otra parte para hacer contraofer­tas, compensar, buscar acuerdos intermedio­s. Se supone que una persona que se sienta a negociar tiene voluntad de pacto y en ese caso la intransige­ncia no puede ser universal, debe haber algún elemento en el que ese equipo esté dispuesto a ceder”.

Matas señala que la negociació­n política implicará renunciar a algunos objetivos previos. “Si un político pudiera decidir plenamente, haría las cosas como tenía previsto, pero si debe entenderse con otro sabe que tendrá que renunciar a algo. Puedes ir con un espíritu de negociador duro, pero no intransige­nte o el fracaso está cantado”, vaticina.

A partir de ahí vale casi todo: averiguar como evoluciona la estrategia del otro, buscar rendijas en su bloque para provocar un cierto conflicto interno o incluso, si el diálogo se encalla, hacer alguna filtración a los medios de comunicaci­ón para que el otro reaccione, añade Matas. “Aunque la norma general es que haya máxima discreción”, apunta.

Como experto en gobiernos de coalición, Jordi Matas subraya que la negociació­n entre JxCat y ERC es equilibrad­a y pueden dialogar de tú a tú, pero además están condenados a entenderse. “No hay otro escenario y cuando dos saben que no pueden romper las cartas su actitud es muy distinta que cuando saben que si no es en esta ocasión habrá otra”, apunta. En cambio, la negociació­n entre Catalunya y España, es absolutame­nte desequilib­rada, asegura. “El Estado tiene ahora la sartén por el mango y lo ha querido demostrar y eso hace que la otra

JORDI MATAS DALMASES “Alguien que se sienta a negociar debe tener voluntad de pacto y estar dispuesto a ceder”

CEFERÍ SOLER

“Sin confianza entre las partes no hacemos nada y eso debe notarse en cada decisión”

ACTITUD ‘WIN-WIN’

Hay que buscar un acuerdo beneficios­o para todos; nadie gana si no ganan todos algo

parte esté en una situación mucho más débil que hace un año”, añade. Pero eso no tiene que impedir la negociació­n y el pacto. “Normalment­e hay una parte que sale más satisfecha que la otra del acuerdo, pero se tiene que compensar de alguna manera, ejecutando por fases o condiciona­ndo algunos puntos a acuerdos futuros”. En su opinión, en el caso español es probable que acabe siendo así.

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ÀLEX GARCIA Puigdemont y Rajoy, en mayo del año pasado, en la inauguraci­ón del salón Automobile Barcelona

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