La astucia o la dignidad
DECIMOS que una persona se comporta con astucia cuando tiene habilidad para engañar o evitar el engaño o para lograr artificiosamente cualquier fin. Decimos que una persona o una institución es digna cuando se comporta de modo impecable, sin desdoro alguno, y por tanto se hace acreedora de respeto. El próximo miércoles está prevista la constitución del Parlament de Catalunya emanado de las elecciones del 21-D, en una sesión que marcará el arranque de la duodécima legislatura. De dicha sesión se espera la formación de la Mesa, integrada por siete miembros: un presidente (que lo será también de la Cámara), dos vicepresidentes y cuatro secretarios. Ahora bien, no se esperan grandes sorpresas políticas, puesto que hay un acuerdo entre Junts per Catalunya y ERC, las dos primeras fuerzas del independentismo, para formar una Mesa en la que esta corriente política sea dominante. Tras la sesión del miércoles se iniciará un periodo de no más de diez días hábiles, en los que el presidente del Parlament abrirá consultas con los partidos presentes en la Cámara en busca de un candidato a la investidura como presidente de la Generalitat.
Carles Puigdemont, cabeza de lista de Junts per Catalunya, sería en circunstancias normales el candidato previsible a la investidura, toda vez que Inés Arrimadas, cabeza de lista de Ciudadanos, la fuerza más votada, no puede sumar una mayoría constitucionalista, a diferencia de lo que sí pueden hacer los partidos independentistas. Pero, como es sabido, Puigdemont se halla en Bruselas, y no puede volver a España sin arriesgarse a ser detenido de inmediato. Ahí es donde entran en escena las astucias a las que aludíamos en el primer párrafo. Puigdemont, siguiendo la tradición de ardides puesta en pie por su antecesor en la presidencia de la Generalitat, Artur Mas, y forzando la interpretación del reglamento, baraja varias alternativas para ser investido, todas inviables. Una es la investidura telemática, sin salir de Bruselas ni volver a Barcelona. La otra, recurrir a un correligionario para que lea en su nombre, en el Parlament, su discurso de investidura y su programa de gobierno. Poco importa que los letrados del Parlament, entre otros, hayan desestimado estas opciones, por no ajustarse a derecho. O que no haya precedentes de investiduras a distancia aquí o en otros países de nuestro entorno. O que el presidente Rajoy no refrendaría una investidura de esta naturaleza, ni el Tribunal Constitucional dejaría de impugnarla...
Si, pese a todo lo dicho, Puigdemont se obstinara en intentar una de estas opciones inviables, el prestigio de Catalunya sufriría un nuevo golpe. Creemos sinceramente que la hora de las astucias queda atrás. Ya se intentaron, con los lamentables resultados de todos conocidos, no sólo para la convivencia y la economía del país, sino también para primeras figuras del soberanismo a lo largo de la anterior legislatura. Algunas de ellas están en prisión o en el exilio. Otras, encausadas, han anunciado a lo largo de esta semana su abandono de la primera línea política, empezando por el expresidente Artur Mas. Con estos precedentes, seguir por la vía de la confrontación y el dislate es doblemente inadecuado. No es eso lo que hay que hacer. Por el contrario, hay que formar gobierno cuanto antes, hay que procurar que sea estable y, de este modo, hay que contribuir a restaurar la dignidad de unas instituciones que son de todos y que, en los últimos años, han sido maltratadas.