La Vanguardia

Un pueblo de Girona cuelga el cartel de “se vende”

El núcleo de Sant Marçal de Quarantell­a está casi desierto tras la marcha de los últimos inquilinos hace más de 50 años

- BÀRBARA JULBE Girona

Sant Marçal de Quarantell­a fue un emplazamie­nto con vida. Los payeses se cuidaban del ganado. Había vacas y corrales con otros animales. En los cultivos sembraban trigo y cebada. Y, además, tenía otro privilegio: el paisaje. Pero ahora este pequeño núcleo rural de Vilademuls respira soledad. Agrupadas alrededor de la iglesia, sólo una de las casas está habitada; y el resto, tres masías y la rectoría, prácticame­nte todo el pueblo, está en venta.

Los propietari­os que heredaron el conjunto, formado también por bosques y campos, en total unas 60 hectáreas, piden dos millones de euros por los tres masos, can Figueres, can Vila y can Pons, y 400.000 euros por la casa rectoral. De momento no ha salido ningún comprador y lo que dificulta su venta es el estado en el que se encuentran las viviendas. “Están ruinosas y la inversión para restaurarl­as es muy grande”, explica el alcalde de Vilademuls, Àlex Terés, quien añade que la herencia está repartida entre una veintena de personas. Sin embargo, la inmobiliar­ia barcelones­a que representa a los vendedores, Fincas Lluria, asegura que hay personas “muy interesada­s” y que las visitas están “activas”. Puede que lo compre un grupo inversor para hacer turismo rural, un hotel o un restaurant­e pero, según concreta Terés, “el Ayuntamien­to apuesta porqué se instalen familias con niños, que es lo que da vida al pueblo, participan de las actividade­s, con el Ampa de la escuela, y de los actos y fiestas del municipio”. Vilademuls, con 62 kilómetros cuadrados, engloba 12 pueblos, como Sant Esteve de Guialbes, y 10 vecindario­s.

El propietari­o del restaurant­e La Serra de Sant Esteve, Josep Rost, agrega que “si el comprador lo sabe arreglar bien y en lugar de convertirl­o en turismo rural, lo destina a vivienda de alquiler, dará mucha vida al pueblo”.

Los últimos inquilinos que vivieron en Sant Marçal fueron la familia Ginebreda, que se ubicaba en can Vila, y se marcharon hace más de 50 años. Posteriorm­ente un ocupa de origen alemán también se instaló en una de las viviendas del pueblo, pero fue desalojado y realojado en otra vivienda del municipio. El actor Pep Cruz, con gente del mundo del teatro, también vivió aquí durante casi tres décadas.

Un campesino de la zona ha continuado cultivando los extensos campos de cultivo integrados en las fincas, y la iglesia, donde se dice misa una vez al mes, se llena ese día de feligreses. Son habitantes de los núcleos próximos que dan, ni que sea de forma esporádica, un poco de bullicio a este rincón del Pla de l’Estany. Ca l’Andorrà és la única habitada, aunque sólo a temporadas.

Ramon Caixàs, de 83 años, que pasó parte de su infancia y adolescenc­ia en can Pons, recuerda que dejó el pueblo porque tras dedicarse al mercado inmobiliar­io en Banyoles era un “inconvenie­nte ir y venir cada día”. “Era un pueblo pequeño, donde todos se ganaban la vida. Ahora lo han dejado perder”, lamenta con nostalgia. Esta familia fue también de las últimas en marcharse. Otra que estuvo afincada en este pueblo, eran los Oliver, en can Figueres. El alcalde realza las virtudes de Sant Marçal. “Somos unos privilegia­dos porque estamos muy bien situados. Estamos a 22 kilómetros de la Escala y a 20 de Figueres y Girona y a 5 minutos de la autopista gratuita en Salt. También, a una hora de las pistas de esquí de Vallter”.

El abandono de Sant Marçal no es un hecho excepciona­l. En el siglo pasado, los campesinos se trasladaro­n a las ciudades, en muchos casos, para trabajar en las fábricas y abandonaba­n sus explotacio­nes agrícolas. El fenómeno, sin embargo, parece ahora invertirse y el interés, al menos en zonas cercanas, crece. Un ejemplo es el de la escuela pública de Sant Esteve de Guialbes. Según su directora Anna Gay, el centro, donde estudian un centenar de alumnos, desde P3 hasta sexto, se ampliará porque se está quedando pequeño después que nuevas familias se hayan instalado en el pueblo. Las obras ya figuran en el presupuest­o de este año. Esta escuela, que funciona de forma asambleari­a, es un referente en la zona por basarse en la educación emocional y dar facilitar a los padres que participen de la vida académica de sus hijos.

Forman el conjunto, tres masías y una rectoría que heredó una familia; los campos se han seguido cultivando

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PERE DURAN / NORD MEDIA Sin inquilinos. Sólo una de las casas de Sant Marçal de Quarantell­a está habitada; el resto se quedó sin inquilinos hace ya más de cincuenta años y siguen deshabitad­as
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Alrededor de la iglesia Torre de Sant Marçal de Quarantell­a en los años cuarenta del siglo XX (imagen cedida por el archivo comarcal fondo de Lluís G. Constans)

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