La Vanguardia

Un pedacito de Las Vegas en el Eixample

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El Scala se levantaba en la esquina del paseo de Sant Joan con Consell de Cent; donde antes había un cine, que primero se llamó Fregoli y luego Cervantes. Abrió sus puertas el 2 de junio de 1973, de la mano de la familia Riba, y La Vanguardia la saludó en una crónica de Martínez Tomás sobre su inauguraci­ón como “el gran salón de espectácul­os que desde hace años estaba reclamando Barcelona”. Era un local de grandes dimensione­s, en el que se cenaba dignamente al tiempo que se podía ver un show que intentaba emular a los que entonces se ofrecían en Las Vegas. Al principio, el inspirador de las coreografí­as fue Artur Kaps, el líder de aquellas troupe de artistas austríacos judíos llamados los vieneses, que llegaron a Barcelona huyendo de la II Guerra Mundial, que protagoniz­aron la revitaliza­ción del Paral·lel en la década de los cincuenta del pasado siglo, y que fue uno de los pioneros de la televisión en España. Junto a él estaba su inseparabl­e Franz Johan, e incluso por el escenario pasó aquella Herta Frankel con sus muñecos. El atentado fue un golpe tremendo para la sala. Permaneció cerrada hasta que reabrió el 28 de octubre de 1984. Al día siguiente, Josep Sandoval escribió en La Vanguardia: “al acabar la función flotaba la idea de que el tiempo se había detenido”. Pero al final, el tiempo se llevó al Scala por delante, porque las modas y los gustos habían cambiado. Cerró definitiva­mente en diciembre de 1991.

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