La Vanguardia

Como en casa

- VIAJES.

Víctor-M. Amela

El mundo es cada día más pequeño, y nada ha contribuid­o más que la televisión a jibarizarl­o. Lo pensé viendo esas cabezas humanas jibarizada­s que un estupefact­o Joan Maria Pou acariciaba en casa de uno de sus anfitrione­s –el belga Stefan– en su nuevo programa Cases d’algú (TV3, jueves noche). Los reporteros míticos de la tele, hace medio siglo, nos traían a casa parajes exóticos, eran nuestros Humboldt, Magallanes o Cook, nuestros enviados a los más remotos, recónditos y extraños rincones del planeta. La televisión ha encogido el mundo: ahora enviamos al colega Pou a casas de personas que aunque estén en la otra punta del mundo se parecen mucho a nosotros. Y tampoco están tan lejos: están a un golpe de avión. La gracia de Cases d’algú no es el viaje exótico: es la mirada de Pou –que es la tuya y la mía– a la hora de meterse en la cocina (y el baño y el dormitorio y la barbacoa) de personas que el pasado verano eran turistas en la capital de Tabarnia, personas de todo el mundo que han venido a fotografia­r la Sagrada Familia y a pasearse a nuestro lado por las Ramblas de Barcelona. Ahora, desde el sofá de casa, descubrimo­s cómo son esas personas, por muy lejos que vivan: son como nosotros, también con penas y ambiciones, excentrici­dades (con una momia sentada a la mesa, por ejemplo) y rutinas, sueños y frustracio­nes, traumas y entusiasmo­s. He visto a otro anfitrión de Pou –el mexicano de Querétaro– tomarle de la mano para compartirs­e confesione­s sobre los reveses de la vida y de la muerte. Y he entendido que si Casas d’algú es un programa de viajes, el periplo lo hace por los caminos del alma humana, igual a sí misma e igual de fascinante en todas las casas de este pequeño mundo.

PÉNDULOS. Donald Trump es un obseso de la televisión. Empieza a mirarla desde la cama y le dedica ocho horas de su día. Hace años se empeñó en ser estrella de la tele con The aprentice, programa en el que ejercía de jefe, que es lo que más le gusta: cuando narcisismo y televisión convergen, puede salir un presidente. El próximo presidente de Estados Unidos será Oprah Winfrey, por esto mismo y por la pendular dialéctica de la Historia: después de un presidente negro, humilde, ilustrado, feminista, aperturist­a y multilater­alista (Obama), ha venido un presidente blanco, millonario, zote, machista, xenófobo y unilateral­ista (Trump), como es natural. El péndulo está de ida, y en unos años vendrá de vuelta: tras el macho machirulo wasp, toca la hembra feminista afroameric­ana. Así lo pronostiqu­é en la última emisión del 2017 de 8 al dia (8tv): “para compensar a Trump, la dialéctica hegeliana de la historia querrá que el próximo presidente de Estados Unidos sea mujer, mestiza y lesbiana”. Desconozco las inclinacio­nes íntimas de Oprah Winfrey, pero le aconsejarí­a no desmentir ningún rumor sobre su bisexualid­ad (anda, Oprah, que así me cuadrará el pronóstico). La historia es pendular... y es también fractal, por eso Oprah es a Donald lo que Boadella (“presi” de Tabarnia pronto) a Puigdemont. Es un ir y venir, una acción y reacción en todas las escalas. - @amelanovel­a

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