Aquí no pasa nada
La peor manera de afrontar una crisis es negándola, y eso es lo que transmite el Madrid cada semana
La peor manera de afrontar una crisis es negándola, y eso es lo que transmite el Real Madrid cada semana. La derrota frente al Villarreal se produjo un día después de que Zidane se quejara del trato que recibe el equipo por parte de un sector de la prensa, aunque la realidad diga lo contrario: nunca el periodismo ha sido más dócil con el Real Madrid que en estos tiempos. Desde la crucial derrota con el Barça en el Bernabeu, nada menos que un contundente 0-3, el Madrid ha empatado con el Celta en Balaídos, con el Numancia en el Bernabeu y perdió ayer con el Villarreal. Su desventaja con el Barça es de 16 puntos, con los mismos partidos disputados. Después de 18 jornadas, el máximo goleador del equipo es Cristiano, con cuatro tantos, una cifra impropia del hombre que hace un mes fue elegido mejor jugador del mundo por la FIFA y France Football. Todos los datos señalan un desplome del Madrid, pero en el ambiente prevalece otra idea: aquí no pasa nada.
La hinchada abandonó ayer el Bernabeu en silencio, una señal más del peculiar clima que preside la trayectoria del equipo esta temporada. El Real Madrid, que en agosto estaba destinado a imponer su hegemonía en el fútbol europeo, ha incumplido una por una todas las previsiones que se establecieron después del doblete (Liga y Copa de Europa) y de la Supercopa, el torneo donde se escuchó la confesión de Piqué –“es la primera vez que me he sentido inferior al Real Madrid”– y la súplica de Busquets: “Necesitamos fichajes”. Hace mucho que no hay noticias de aquel Madrid.
Frente al Villarreal se alinearon cuatro –Marcelo, Modric, Kroos y Cristiano– de los cinco jugadores del Real Madrid que integraron el equipo ideal de la FIFA en el 2017. Sólo faltaba Sergio Ramos, lesionado desde el partido con el Barça. Con diferentes niveles de gravedad, todos han entrado en crisis. El caso de Cristiano Ronaldo es muy preocupante. Cumplirá 33 años en febrero y se le nota la edad. Nadie, sin embargo, se atreve a discutirle. Con las derrotas, las jerarquías se han acentuado más que nunca. Juegan los titulares de toda la vida y los suplentes han regresado a la condición de meritorios sin apenas esperanza, nada que ver con la gestión de Zidane en la temporada anterior. Era un Madrid de 20 titulares. Ahora los titulares no funcionan y están al borde de la sobreexplotación: derrotas frente al Girona, Tottenham, Barça y Villarreal. Empates con el Atlético de Madrid, Athletic y Celta.
La famosa segunda unidad se ha evaporado. Los fichajes del verano no cuentan. Es más fácil ver a Ceballos, Vallejo, Llorente y Theo fuera de la convocatoria que en el banco. El descenso de rendimiento afecta a todas las líneas: el Real Madrid recibe goles en la mayoría de los partidos y marca muchos menos que en las temporadas precedentes. No hay remedio hasta el momento para el desplome en el juego, presidido por el descontrol. Al equipo se le rompen las costuras con una facilidad inusitada. Dice mucho de su desorden que el gol del Villarreal se produjera en un contragolpe tras un córner a favor del Madrid. Históricamente, ha sido siempre al revés.
El Madrid está en una situación más que delicada, más aún por la terquedad en negar la realidad y elegir la exculpación. Este club, que siempre ha sido intolerante con la derrota, ahora utiliza la excusa del apetito saciado para, en alguna medida, justificar los problemas, una coartada que debería chocar frontalmente contra la naturaleza del Madrid. Es insólita la resistencia a anotar el derrumbe en la Liga. El nuevo relato es la Copa de Europa, grial sagrado del club, y el enfrentamiento con el PSG. Pocas veces, quizá nunca, el Madrid ha dado más argumentos para el pesimismo, pero no pasa nada. Ahora gobierna la irrealidad.