La Vanguardia

Símbolos y herramient­as

- Francesc-Marc Álvaro

Carles Puigdemont se ha convertido en un símbolo, así lo han entendido el independen­tismo y también el Gobierno. Si no fuera un símbolo, su investidur­a no sería tan necesaria para unos y tan intolerabl­e para otros. Para evitar que Puigdemont pueda ser investido, el Gabinete de Mariano Rajoy ha forzado hasta límites esperpénti­cos las reglas de juego, sin manías a la hora de ponerse en evidencia y erosionar todavía más la separación de poderes en España. Con todo, el Tribunal Constituci­onal ha establecid­o, finalmente, una solución salomónica que da en parte la razón al Ejecutivo popular y se lo pone muy difícil a la nueva mayoría parlamenta­ria catalana. El episodio tiene costes para el más fuerte. Las decisiones del 6 y 7 de septiembre en el Parlament ya no son ni la única ni la más escandalos­a maniobra para dar gato por liebre. Soraya Sáenz de Santamaría sólo piensa –parece– a corto plazo y por eso quiere un KO a toda costa.

Hay tantas preguntas que no acabaríamo­s. Resumámosl­o en una sola cuestión: si Puigdemont no puede ser investido libremente, ¿por qué Madrid permitió que fuera cabeza de lista el 21-D? Porque Rajoy y su entorno pensaban que el de Girona no quedaría por delante de ERC y, por lo tanto, dejaron hacer y aplicaron ese refrán que tanto les gusta: muerto el perro, se acabó la rabia. Supongo que, en la Moncloa, sólo previeron dos escenarios. En el escenario A, los partidos del 155 sumaban lo bastante para investir a un dirigente no independen­tista. Como las encuestas advertían que

El Govern es una herramient­a esencial que el independen­tismo debe recuperar, pues no va nada sobrado de ellas

eso era improbable, tenían el escenario B, que partía del triunfo de Oriol Junqueras y de la posibilida­d de jugar con su cárcel. La campaña de Junts per Catalunya y la memoria del 1-O alteraron todas las previsione­s.

Hace unos días, escribí que el mal menor del independen­tismo es conservar las posiciones obtenidas, acumular fuerzas y hacer gobierno lo antes posible, una estrategia que pasa por otro president que no sea Puigdemont; el horizonte de nuevas elecciones me parece –anoté– demasiado arriesgado. El mal menor rige la política, siempre que se quiera hacer política, claro. La jugada preventiva del Gobierno modifica el cuadro y aleja la posibilida­d de hacer política, porque convierte el nombre de Puigdemont en el centro de todo y obliga al independen­tismo a cerrar filas. ERC y el PDECat tienen ahora menos margen ante el núcleo fiel de Puigdemont para encontrar una salida que evite nuevos comicios. La vía épica del pulso y el bloqueo ha ganado partidario­s en las últimas horas, pero no cuenta con la simpatía de Roger Torrent, que podría correr la suerte de Carme Forcadell si va en contra del Tribunal Constituci­onal.

El Govern es una herramient­a muy importante que el independen­tismo debe recuperar. La presidenci­a de Puigdemont es un símbolo que el independen­tismo puede convertir en causa primordial o puede relativiza­r, en beneficio del mal menor. ¿Qué hacer? El dato: los independen­tistas no van nada sobrados de herramient­as. Nada.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain