Cómo alcanzar el bienestar
Si lee usted esta columna, yo le garantizo que tendrá ansías de bienestar al terminar, siempre y cuando siga los consejos y no opte por las páginas de actualidad política ni por tirarse al Sena.
¿Qué me autoriza a perpetrar semejante despropósito? El ejemplo de mi barrio. Nunca Gràcia fue más pionera y tendenciosa y a las pruebas me remito: la pecaminosa sala Martin’s se transformará en marzo en una clínica de cirugía estética y donde generaciones de noctámbulos se dejaron el sueño y la vergüenza pronto saldrán personas renovadas.
Y aquí no termina la transformación. La tienda de disfraces, máscaras y artilugios El Relámpago, cerrada en noviembre tras 76 años de existencia, se convertirá... en un salón de peluquería, depilación, bronceado y tratamientos corporales, según informa L’Independent, impagable semanario de Gràcia, órgano de la ceba y pulso del barrio y de mi CE Europa, que gana fuera lo que pierde en casa.
El que no tiene bienestar es porque no quiere y es antiguo. En Gràcia lo tenemos claro y en lugar de bailoteos –el
No da bienestar ser bajito, divorciarse del jefe ni confundir a la novia de un capo ruso con una turista
Martin’s nació sala de fiestas antes de convertirse en meca gay– y máscaras apostamos por el bienestar de proximidad, con sus cambios de papada, prolongaciones del pene y depilaciones con fines ulteriores.
El bienestar es al siglo XXI lo que las revoluciones al XX: una ilusión colectiva de final incierto. Todos estamos llamados a gozar del bienestar, al alcance –dicen– de cualquier bolsillo y nueva utopía de la clase media.
Usted sea optimista y siga mis consejos. ¿Qué le puede aportar bienestar? Llamarse Botín y poseer un banco en Santander, ser cuñado de Messi, tener una novia luxemburguesa, acostarse todos los sábados con una novelista de éxito o en su defecto con miss Carolina del Sur, ser el creador de Google, comer caviar, vivir del cuento, morir de éxito...
Por el contrario, hay pequeños detalles que obstaculizan el bienestar y conviene evitar en la medida de lo posible. Llamarse Higinio o Ramira, ser bajito y peludo, ganar unas oposiciones a letrado del Parlament, divorciarse del jefe de recursos humanos de tu empresa, tener alopecia y apellidarse Calvo, adoptar un hijo acordeonista, confundir a la esposa de un capo de la mafia rusa con una turista de Gelsenkirchen, capturar percebes, morir de un catarro mal curado...
El problema generalizado es que mucha gente confunde bienestar con libertinaje y hay merluzos que añorarán un antro en el que primero cantaba boleros Lorenzo González y después montaron un cuarto oscuro o una tienda familiar que permitía salir del paso a quienes detestan disfrazarse de Zorro, bucanero o vampiresa, que somos muchos y ya se nos cae encima el dichoso carnaval.
La cuestión, niños y niñas, no es vivir –o morir– con dignidad, sino vivir y morir con bienestar.