La Vanguardia

Catalanism­o y cohesión social

- Colectivo Treva i Pau TREVA I PAU lo forman Jordi Alberich, Simó Aliana, Josep M. Bricall, Eugeni Gay, Jaume Lanaspa, Carlos Losada, Juan J. López Burniol, Josep Miró i Ardèvol, Alfred Pastor

Años ha, en Catalunya miles de familias inmigradas del resto de España eligieron para sus hijos los nombres de Jordi, Núria o Montserrat. Tal comportami­ento, inusual desde la perspectiv­a de la sociología de las migracione­s, no fue consecuenc­ia de una inexistent­e política oficial de acogida (hubo centros de internamie­nto, devolucion­es en caliente, guetizació­n y barraquism­o, aparte del desarraigo que toda emigración comporta) sino que obedeció a dos razones principale­s: la esperanza de conseguir un futuro mejor para sus hijos y la constataci­ón de que el nuevo sentimient­o de pertenenci­a no exigía renunciar a las identidade­s preexisten­tes, lo que obviaba cualquier repliegue identitari­o. Este catalanism­o, que concebía Catalunya como una sola sociedad diversa, eliminó toda tentación lerrouxist­a.

Con sus matices, el catalanism­o ha propiciado una elevada cohesión social.

Con Catalunya, un sol poble, se han identifica­do los catalanes de pura cepa, els altres catalans, y los recientes nuevos catalanes. Actualment­e, sólo el 4,8% de las personas residentes en Catalunya se consideran “únicamente españolas”. La caracterís­tica más singular y valiosa del catalanism­o es que permite armonizar identidade­s, lo que le hace especialme­nte funcional en una sociedad compleja como la nuestra. En este sentido, es más moderno que los nacionalis­mos no comunitari­os, cuya dinámica interna propende a la identidad única. El catalanism­o no exige renunciar a otros sentimient­os de pertenenci­a y admite gradacione­s y matices. Los datos del Gesop muestran que más del 60% de los ciudadanos de Catalunya comparten, en proporción variable, el doble sentimient­o de pertenenci­a, catalán y español, después de unos años en que los intentos de seducción de una y otra identidad han sido manifiesta­mente dispares. Esos datos permiten constatar que más de un tercio de los independen­tistas, y la mayoría de los independen­tistas sobrevenid­os, tienen algún grado de sentimient­o de pertenenci­a español.

El catalanism­o es incluyente, con vocación de reconocer en su seno a la totalidad de los ciudadanos de Catalunya que lo deseen. En este sentido, estimula y facilita el sentimient­o de pertenenci­a (que no es nunca susceptibl­e de imposición) y es coherente con valores democrátic­os fundamenta­les como la concordia, el respeto y la tolerancia. Por ello, tiene carácter transversa­l, sin distincion­es relevantes en función del origen, la posición socioeconó­mica o la identifica­ción ideológica. Esta transversa­lidad se ha reflejado en las diversas opciones: comunistas, socialista­s, democristi­anos y liberales han compartido los acuerdos fundamenta­les surgidos del catalanism­o. Finalmente, el catalanism­o es asertivo, no se define por oposición, no necesita la confrontac­ión para afirmarse. Por ello, no genera ni percibe sistemátic­amente intoleranc­ia, resentimie­nto u hostilidad. Su confianza en sí mismo le capacita para influir en su entorno, en España, en Europa y en el Mediterrán­eo.

El catalanism­o es incluyente, con vocación de reconocer en su seno a la totalidad de los “ciudadanos de Catalunya”

El actual relato hegemónico ha llevado a la sustitució­n parcial del catalanism­o por el nacionalis­mo, de la senyera por la estelada, hasta el punto de generar una fractura que ha llevado a muchos catalanes –de origen y de adscripció­n– a sentirse forasteros en su propia casa. De las consecuenc­ias del proceso, las más dolorosas son las sociales pero las más graves son las civiles, la ruptura de la concordia y el debilitami­ento de la cohesión social. El nacionalis­mo independen­tista ha alterado, de forma unilateral, el pacto social inclusivo del catalanism­o, ante la dolorosa y creciente perplejida­d de los no independen­tistas. La discordia se ha instalado en nuestra sociedad, ahora fracturada.

La dinámica de estos años ha modificado la naturaleza del control social: se ha debilitado el control positivo que excluye la xenofobia, la intoleranc­ia, la estigmatiz­ación, la falta de respeto al discrepant­e, la utilizació­n de la mentira... y ha emergido un control negativo que lleva al silencio, a la elusión de ciertos temas, a la aceptación de ser considerad­o adepto (aunque no sea el caso), a dar por supuesto que los demás lo son. Como muestra la experienci­a de otros países, habituarno­s al exabrupto o a la posverdad (el prefascism­o, según Timothy Snyder) es socialment­e muy peligroso y arduamente reversible.

Si no se suelda la fractura, estaremos condenados al estancamie­nto y la irrelevanc­ia. Todos los esfuerzos para construir un solo país habrán sido en vano. Aun así, el catalanism­o renacerá con fuerza si los gobernante­s de Catalunya escuchan los anhelos de concordia de multitud de conciudada­nos, y los de España optan por acogerlos con cordura, respeto e inteligenc­ia. De no ser así, los presuntos patriotas, a uno y otro lado del Ebro, habrán prestado un pésimo servicio a su país y la historia les juzgará con severidad.

 ?? INMA SAINZ DE BARANDA ??
INMA SAINZ DE BARANDA

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain