El mal olor pone en pie de guerra a barrios del entorno del Fòrum
Las entidades cívicas temen que el hedor también pueda tener consecuencias para la salud
Los malos olores que, de tanto en tanto, asaltan a los ciudadanos del Fòrum y barrios cercanos (Diagonal Mar, Besòs...) ya no son sólo un incordio cotidiano para estos vecinos, sino también una preocupación seria sobre su salud. “Aquí siempre olió mal y durante muchos años muchos pensaron que no podía ser de otro modo, que la culpa era de las cloacas”. Eso explican los más mayores. Los inconvenientes de este hedor se percibieron al principio entre los recién llegados como un mal menor, como un peaje asumible, como una contrapartida
Descampados con aire a veces infecto se convirtieron en zonas de clase media, pero sigue oliendo mal
a cambio de vivir en una zona bien urbanizada, dotada de servicios y orientada cara al mar. Pero ahora, no se resignan a este mal ambiente.
Esta zona al norte de Barcelona siempre fue el trastero del área metropolitana. Aquí se instalaron algunas de las infraestructuras que nadie suele querer cerca de su casa, aunque son necesarias: la depuradora de aguas residuales, la incineradora de residuos urbanos, las centrales térmicas… Sus emanaciones y efluvios completaban un paisaje reconocible por sus chimeneas. Pero la construcción del Fòrum, la prolongación de la Diagonal y los nuevos barrios, facultades y oficinas modificaron su estética y maracaba caron un punto de inflexión. La frontera norte de Barcelona cambió radicalmente. Aquellos descampados a veces malolientes se llenaron de pobladores de clase media-alta con casas de alto standing. “El mal olor se percibe sobre todo cuando hace un poco de calor, especialmente por las tardes, cuando se va a hacer de noche. Estás tranquilamente en casa y, de repente, todo huele mal a tu alrededor”, explican algunos de estos vecinos que llevan años soportando la molestia y que La Vanguardia ha reunido en los primeros números de la Diagonal. El problema afecta no sólo a las plantas bajas, sino también a los pisos altos. El tufo no discrimina.
Sus testimonios dan fe de una anomalía que ya no quieren aceptar. “Yo tenía un perro que cuando aparecía el mal olor, se metía debajo de la cama”. “Es un hedor que metiéndose dentro, que se instala en tu nariz”. “Cuando vienen visitas a casa, confirmas que esto no es normal, que no estás paranoico, que no eres un maniático”.
Poco a poco, sobre todo desde
ces, y quiso recordar los crímenes de género, tan crueles, y el valor de la educación, pensando en sus propios nietos. Además de Puigcorbé, otros políticos acudieron a la noche del cine catalán, como Roger Torrent, presidente del Parlament; Ada Colau, alcaldesa de Barcelona; o Maria Dolors Portús, secretaria de Cultura de la Generalitat.
El momento políticamente más reivindicativo de la velada llegó con el discurso de Isona Passola. La presidenta de la Acadèmia pidió la vuelta de los políticos catalanes en la prisión y el exilio, así como la vuelta de la tasa a los operadores de internet y el compromiso de TV3 con el audiovisual catalán, incapaz de comprar productos por culpa del IVA cultural o “esta podría ser la última gala de los Gaudí”, dijo. Las palabras de Passola fueron la culminación de una ceremonia que, sin olvidar la necesidad de tener sueños, presentes en la ceremonia dirigida por Lluís Danés, no olvidó que esos sueños pueden y deben ser un instrumento para transformar la realidad. Una transformación que los Gaudí han comenzado desde la más absoluta normalidad, con la presencia evidente de mujeres en el palmarés, hasta dejarlo prácticamente en paritario.
En esta ocasión el talento femenino ha estado reconocido con once premios Gaudí, lo que equivale a la mitad del palmarés: la citada paridad. Tenemos las dos categorías de interpretación femenina y los premios para vestuario –Mercè Paloma, por Incerta glòria– y maquillaje y peluquería –para Alma Casal, también por Incerta Glòria–. En esta ocasión los Gaudí para mejor guión y dirección, dos de los grandes, han sido para Carla Simón. El mejor documental ha recaído en La
chana, sentido homenaje de Lucija Stojevic a una inolvidable bailaora de flamenco que reinó en los tablaos en los setenta y ochenta.
El Gaudí para el mejor cortometraje fue para Laura Farrés, por Los
desheredados (que ya fue reconocido en Cannes), y el Gaudí para la mejor ficción televisiva se lo llevó
La llum d’Elna, de Silvia Quer. La contabilidad de premios para mujeres ese amplia con el Gaudí para la montadora Anna Pfaff, que lo recibe junto a su colega Dídac Palau, por el montaje de Estiu 1993. Y tampoco se puede olvidar que Valérie Delpierre (Inicia films) está detrás de la producción de Estiu 1993 y Los
desheredados, ambos premiados con sendos Gaudí.
Pero las cuestiones de género se quedan en mera contabilidad cuando uno piensa en la calidad, en su conjunto, de los premios de la décima edición de los Gaudí. Al final es lo que importa.
EMOCIÓN
El Auditorio se puso en pie cuando Mercedes Sampietro recibió el Gaudí de Honor
PARIDAD
Con 11 estatuillas para mujeres, el palmarés del Gaudí se acerca a la paridad de género