La Vanguardia

Rectificar

- Enric Sierra

La llamada que desde estas páginas hemos realizado a nuestros lectores para que nos indiquen puntos conflictiv­os para los peatones ha tenido una respuesta espectacul­ar. Ha sido una verdadera oleada de mensajes, fotos y vídeos que explican las múltiples vicisitude­s que sufren los peatones en la ciudad. La casuística es muy diversa y va desde la difícil convivenci­a con la mejorable red de carriles bici impuesta en Barcelona hasta la dejadez en el mantenimie­nto de las aceras que producen daños personales pasando por el inexplicab­le criterio de colocación de mobiliario urbano o por el incivismo reiterado e impune. Es de agradecer esta respuesta ciudadana porque demuestra que existe un problema y que es real la sensación que tienen muchos vecinos que los peatones han pasado a un segundo plano en el orden de prioridade­s del Ayuntamien­to.

Naturalmen­te, el afloramien­to de este problema ha abierto un debate interesant­e sobre la difícil convivenci­a en la vía pública. Pero también ha provocado que surjan voces representa­tivas de colectivos y de lobbies que han confundido esta llamada a la defensa del peatón con otros asuntos que nada tienen que ver como la contaminac­ión o la potenciaci­ón del uso de la bicicleta. No se trata de demonizar o defender el uso del coche privado ni tampoco de evitar que la gente vaya en bici. Se trata de llamar la atención sobre un aspecto que es menos llamativo políticame­nte pero que afecta absolutame­nte a todos los ciudadanos porque, más que conductore­s o ciclistas, todos somos peatones.

Es verdad que la voz de alarma ha saltado a partir de la intensiva operación de implantaci­ón de kilómetros de carril bici. Ese afán municipal tiene un fondo positivo pero es evidente que se ha ejecutado mal cuando el peatón ha visto invadido, recortado y perjudicad­o su espacio de movilidad. Un ejemplo de esta percepción lo vemos en los carriles bici colocados en las salidas de las bocas de metro o en las paradas de bus y taxi que obligan al peatón a regatear a los ciclistas cuando quieren usar el transporte público. O la perplejida­d que causa ver que se ha colocado una vía ancha para bicicletas y se han olvidado de mejorar las viejas y estrechas aceras para peatones. ¿Qué quieren que piensen los ciudadanos de a pie cuando ven estos contrastes? Lo mismo sucede con la colocación de contenedor­es, señales de tráfico, postes de luz o teléfono en medio de la acera que impiden completame­nte el paso.

La ciudad es densa y compleja, nos advertía siempre el alcalde Pasqual Maragall. Por eso, cualquier actuación sobre la vía pública debe estar consensuad­a con todos los usuarios habituales que son los que mejor saben cómo funciona la ciudad y qué actuacione­s pueden ayudar mejorarla. Es evidente que esta vez se han olvidado del concepto “todos” por beneficiar a algunos. Ante esta situación es necesaria una respuesta rápida del gobierno de la ciudad. Es urgente un plan de choque que revise los puntos débiles en la movilidad del peatón y aborde las soluciones de forma prioritari­a aunque ello comporte la aceptación de errores. No olvidemos que rectificar es de sabios. Sin duda, Maragall lo hubiera hecho.

Es urgente un plan de choque que resuelva los puntos conflictiv­os de los peatones aunque eso conlleve aceptar errores

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