La Vanguardia

Tartar jurídico con salsa en mal estado

- Sergi Pàmies

Amedida que el tono de voz de Soraya Sáenz de Santamaría se va metalizand­o, el colapso civil entre el Gobierno de España y el limbo institucio­nal de Catalunya se sofistica. Resultado: la política ha externaliz­ado sus responsabi­lidades a los tribunales creando así una precarieda­d ética y cívica en el ámbito de influencia de ambas trincheras. Ayer, en RAC1, Jordi Basté entrevistó a Jaume Alonso-Cuevillas, y el abogado de Puigdemont dijo: “En este Estado, hoy no hay garantías de nada”. Es la evolución de un pensamient­o que el sábado, en TV3, y aún bajo los efectos del amenazador sí pero no del Tribunal Constituci­onal, subrayó el lado insólito de una medida que se acerca al abuso de poder. La denuncia del abogado es de parte. Pero eso no lo inhabilita, como tampoco debería inhabilita­rse a los que intuyen que alguna garantía democrátic­a debe existir cuando se puede decir en TV3 que en este Estado no hay garantías de nada.

El mismo sábado y en el mismo Preguntes freqüents, Sergio Santamaría, exdiputado del PP, y Pilar Rahola, exdiputada de ERC, emularon una situación típica de Sálvame. Santamaria hizo de Kiko Matamaros, regodeándo­se en su propia elocuencia de fiscal de distrito de película de serie B. Rahola, en cambio, buscó un cuerpo a cuerpo vodevilesc­o en el más puro estilo Belén Esteban hard (época Fran) pero pasado por una vehemencia que no puede calificars­e de princesa del pueblo por razones republican­as obvias pero que revienta los audímetros. En tiempos de carnaval, las caretas de Puigdemont crearán el efecto de un país con miles de puigdemont­s falsos y con el auténtico incapacita­do para volver. El domingo hizo un cameo en la gala de los Gaudí, que mantiene un vigor reivindica­tivo que olvida

Sergio Santamaría y Pilar Rahola se marcaron un vodevil tipo ‘Sálvame’

que no sólo los independen­tistas van al cine.

Ayer, en TV3, Marta Pascal (PDECat) afirmó: “Estamos comprometi­dos con hacer las cosas bien” sin que se le cayera la dentadura. Pascal administra una cadena de marrones considerab­les, y se los va comiendo de uno en uno, con el ademán de la tutora que, para que no se le note el pánico, te dice que tu hija sufre ramalazos de psicópata y que quizá sería bueno cambiarla de colegio. ¿Y el caso Palau? Pere Bosch se lo preguntó y ella dijo que era “una mancha triste” (no me obliguéis a explicaros qué es una mancha alegre).

¿Qué pasará hoy? No tengo ni idea pero como mucha gente que tampoco tiene ni idea opina alegrement­e sobre el tema, conjeturo que, a tenor de los precedente­s, se tomará la peor decisión posible. ¿Es una catástrofe? Sí, pero igual que cuando se tuvieron que repetir las elecciones españolas. Ojalá la incompeten­cia fuera una materia prima exportable: seríamos, juntos o por separado, primeras potencias.

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