Retorno a la filosofía
Estamos a pocos años de ver que las grandes empresas incorporarán a sus consejos de administración la figura del filósofo para dar orientación y capacidad crítica a la actividad empresarial. La razón es el colapso creativo en la toma de las grandes decisiones como resultado de la aplicación de los algoritmos como sustitutos del factor humano; en los consejos de administración de empresas asiáticas ya se sienta el robot, participando en la evaluación de riesgos de la realidad.
La necesidad de las empresas y gobiernos de intentar eliminar lo contingente, el riesgo y poder conocer nuestro comportamiento para predecir los impulsos colectivos ha ido alejando de la realidad a muchos profesionales que se ven asediados por el logro de resultados inmediatos. Esta situación ha generado la necesidad del retorno del filósofo, que prioriza la duda a la certeza al abarcar el análisis. El análisis de esta cuestión podemos observarlo en el mundo editorial, donde filósofos como Ferrán Sáez, Rafael Argullol, Gregorio Luri, Marina Garcés, Francesc Torralba , Anna Pagès o Josep Ramoneda, entre otros muchos, que interpelan a la realidad, la someten al dictamen de una mirada crítica y desvelan la condición humana. La filosofía como vía de cuestionamiento a la proliferación de ensayos sobre el posthumanismo, el transhumanismo, la robótica, la biotecnología, el big data, nos lleva a observar una contraimagen del progreso y la innovación, advirtiendo las consecuencias de su utilización como única vía, casi determinista, de afrontar el futuro. Estamos ante voces que denuncian la enfermedad de nuestro tiempo y proponen identificar el papel curativo de la filosofía.
Probablemente sea la doble capacidad de afrontar nuestros males y de mostrar un camino de curación la razón del éxito editorial de la filosofía. La filosofía ha vuelto a mostrarse útil para guiar y consolar la necesidad que tienen muchas personas de encontrar alivio en momentos de dolor y de desconcierto. Lo que el lector va encontrando en sus enseñanzas no es una simple reacción sino, más bien, la capacidad de advertir el ruido al que todos estamos sometidos y que no nos permite escuchar los pensamientos, permitiéndonos alejarnos de él, de lo inmediato, lo material. La capacidad de neutralizar el ruido y de hacerlo visible es la razón por la que el hombre moderno vuelve a aproximarse a la filosofía para completar su experiencia del mundo.