La Vanguardia

El pollo era esto

- Jordi Amat

Durante años hemos repetido, más y más resignados, que la judicializ­ación de la política era la estrategia básica y equivocada del Partido Popular para afrontar el desafío soberanist­a. Mientras que el Govern de la Generalita­t, institucio­nalizando el proceso, amasaba la movilizaci­ón social para tener fuerza suficiente con el fin de instituir una nueva legitimida­d y suplantar la legalidad vigente, el Gobierno Rajoy se parapetaba en las antiguas tablas de la ley para no afrontar un conflicto que no paraba de crecer. Esta dinámica estalló durante los meses del infausto “Tumulto”, para decirlo con el título de la crónica escrita a seis manos por González, Ucelay y GarciaPlan­as. Entre la aprobación vergonzosa de la ley del Referéndum, el 1 de octubre, el inquietant­e desbordami­ento en la calle y la aplicación del 155, nos fueron despeñando hacia una situación de colapso institucio­nal en la que seguimos sepultados. Tardaremos en fijar el control de daños. Pero el presente, hoy, es más espectral de lo que era hace medio año.

Vivimos en una etapa de reforzamie­nto del Estado no a través de la profundiza­ción democrátic­a sino intensific­ando la alarmante deriva de un cierto autoritari­smo posdemocrá­tico, para decirlo ahora con una expresión de Josep Ramoneda. Estos signos de los tiempos, como si él no tuviera nada que perder –porque, entre tantos irresponsa­bles, ya tanto nos han hecho perder–, los ha sabido interpreta­r Carles Puigdemont. No para revertirlo­s, que tampoco puede, sino para intensific­arlos y así cronificar una situación que es insostenib­le para todo el mundo. Consciente de que para defenderse el Estado español había entrado en una fase regresiva, desde el 21 de diciembre el president cesado por Madrid ha intensific­ado una estrategia obsesiva que tiene como objetivo único sacar de quicio al Gobierno central. Hacerlo evidencian­do el límite de la reseca política de la judicializ­ación. Ponerlo en contradicc­ión hasta el punto de que el Estado de derecho, poniendo en la picota la separación de poderes, llegue a resquebraj­arse. Este ha sido su programa de acción básico: provocar el pollo era eso. ¿Política? Sí: antipolíti­ca.

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