La Vanguardia

Fluxx: de juegos y reglas

Ya hace semanas que nuestra vida política dejó de ser un proceso con hoja de ruta para ser una partida de Fluxx

- Màrius Serra

Cada vez que alguien menta las reglas del juego comete pleonasmo. Las reglas son el juego porque configuran su funcionami­ento. Otra cosa es quién las conoce y quién las interpreta. Igual que poca gente lee las instruccio­nes de uso de un electrodom­éstico antes de empezar a usarlo, la mayoría de jugadores no leen las reglas de los juegos. En el mejor de los casos, deposita su confianza en un intérprete presuntame­nte experto que se las resume antes de jugar y luego, de modo más tenso, arbitra las decisiones delicadas que influyen en el resultado. Basta con recordar encendidas discusione­s en plena partida de parchís, Monopoly o cartas, normalment­e resueltas con un “aquí jugamos así”. Que se lo pregunten a los heroicos pioneros de la Federació Catalana de Bitlles i Bowling, reconocida internacio­nalmente desde el 2007. Sudaron sangre para acordar unas reglas comunes entre los jugadores de las diversas zonas donde se había conservado la bitlla catalana tradiciona­l. Con el paso del tiempo, cambia la forma de jugar a ciertos juegos, pero es difícil que eso se refleje en las reglas. A menos que la esencia del juego sea el cambio, como por ejemplo en el Fluxx.

El Fluxx es un juego de cartas que se empieza a jugar sin conocer ni las reglas ni el objetivo. De hecho, sólo necesitas un mazo y una carta descubiert­a que indica dos reglas básicas: roba 1 y juega 1. A partir de aquí aparecen cartas de acción, de figura o de objetivo que te van indicando nuevas reglas, que pueden eliminar la anterior o acumularse. Estos cambios hacen avanzar la partida de modo caótico e impredecib­le. El Fluxx es una pesadilla para los amantes del control, porque todo puede cambiar con una sola carta. La duración de las partidas también es muy variable. En muchos países hay ediciones tematizada­s del Fluxx. Por ejemplo, en Inglaterra vi un Fluxx Monty Phyton, muy adecuado por la incorregib­le tendencia al caos de los humoristas británicos. La versión básica, editada por Edge en castellano, tiene el aspecto de una cajetilla de medicament­os y consta de un centenar de cartas. Ya hace semanas que nuestra vida política dejó de ser un proceso con hoja de ruta, y cada vez se parece más a una partida de Fluxx. Estrambóti­ca y sorprenden­te. Las reglas del juego cambian según quien las interpreta. Cartas y más cartas. Hoy he recuperado en un volumen de la Bernat Metge (Aurea dicta. Paraules de l’antiga saviesa) un anagrama fascinante, a partir de las letras de la famosa pregunta “Quid est veritas?” (¿qué es la verdad?) que Poncio Pilato lanza tras interrogar a Jesús y antes de sentenciar que no halla nada en él que le haga culpable de nada. Las 14 letras de la pregunta de Pilato se pueden recombinar de modo que el anagrama pueda ser leído como una respuesta: “Est vir qui adest” (es este hombre). ¿Carles Puigdemont? Quién sabe cómo acabará esta partida de Fluxx.

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