La Vanguardia

La marca Barcelona necesita un plan de choque

- L. SANS, presidente de la Associació del Passeig de Gràcia

Discrepo respetuosa­mente del señor Josep Lluís Bonet, presidente de Fira de Barcelona, cuando hace algunas semanas decía que la marca Barcelona está muerta. Yo no lo creo así, pero es cierto que ha sufrido algunas lesiones de considerac­ión. Si volvemos la vista atrás, recordarem­os los ataques contra hoteles y el bus turístico, los atentados de la Rambla, la inestabili­dad consecuenc­ia del proceso catalán y ciertos mensajes del gobierno municipal no amigables hacia el turismo. Algunas de estas lesiones ya han mostrado síntomas evidentes, mientras que otras irán enseñando sus consecuenc­ias a medio plazo. Todas necesitan tratamient­o urgente.

La marcha de empresas importante­s que tenían sede social en Barcelona y han tenido que trasladarl­a fuera de Catalunya, en algunos casos más justificad­os que en otros, ha supuesto un golpe al prestigio de la ciudad. Aunque sus efectos más negativos tardarán en aparecer, es difícil atraer inversione­s y empresas de fuera cuando las de aquí se van. El descenso del consumo interno y el aumento del paro superior a la media del conjunto de España tampoco son buenas noticias.

Pero entre los daños que se están incubando que son, a mi entender, especialme­nte preocupant­es, situaría en lugar destacado la pérdida de atractivo internacio­nal de la marca Barcelona. La moderación en las reservas turísticas para los próximos meses es un reflejo. Si bien en un primer momento bajó el turismo europeo, que por proximidad es el que reserva más a última hora, después se ha notado una bajada de reservas del turismo más lejano, especialme­nte el americano y el asiático, más sensibles a la inestabili­dad.

Ante este panorama, es necesario que la ciudad adopte un plan de choque más allá de las acertadas pero tibias medidas anunciadas recienteme­nte por el Ayuntamien­to. Ahora es el momento, no podemos esperar.

El alcalde de Nueva York redobló los esfuerzos en promoción inmediatam­ente después de los atentados en las Torres Gemelas el 11 de septiembre del 2001. Igualmente rápida y contundent­e fue la reacción de París después de los atentados de noviembre del 2015 para revertir la caída, con una campaña de promoción en la que se invirtiero­n, con la ayuda del Estado, de la región Ïle-de-France y del sector privado, cerca de 12 millones de euros. Y tuvieron que hacer este esfuerzo extraordin­ario a pesar de que eran –y son– dos ciudades con una imagen turística más consolidad­a. Barcelona lo tiene que hacer. Apuntalar su marca internacio­nal, explicar en el mundo que seguimos siendo interesant­es para recibir inversione­s, atraer talento y acoger a visitantes.

La imagen que se ha proyectado no es fiel y, por lo tanto, no tendría que ser difícil de combatir con acciones bien orientadas, como invitar a Barcelona a periodista­s, agencias de viajes y líderes de opinión para que comprueben los atractivos de la ciudad, hablen y se hagan eco en sus países. Hace falta una buena

Hay que explicar que seguimos siendo interesant­es para acoger visitantes, atraer talento y recibir inversione­s

campaña de relaciones públicas, no sólo por parte de Turismo de Barcelona sino también del propio Ayuntamien­to. Menos desconfian­za y menos control, más liderazgo y más complicida­d. Es lo que la ciudad necesita.

Especialme­nte, tenemos que proponer el destino Barcelona para congresos y convencion­es y atraer el turismo de alto valor añadido, todavía con más ímpetu. Por eso, hay que aumentar los recursos de Turismo de Barcelona con carácter inmediato. El Ayuntamien­to tendría que recibir de la Generalita­t el 100% del importe de la tasa turística recaudada en la ciudad y, al menos durante un tiempo, tendría que dedicarlo íntegramen­te a promoción (este año tiene previsto dedicarle el 38% de lo que recibirá, que es el 50% del total que se recauda en la ciudad).

Además, como activo fundamenta­l del turismo en España, la promoción de Barcelona tendría que contar con un apoyo extraordin­ario de Turespaña y del Ministerio de Asuntos Exteriores, y el Ayuntamien­to de Barcelona y la Generalita­t de Catalunya tendrían que avalar esta petición del sector turístico de la ciudad.

Esta situación excepciona­l ha cogido al gobierno municipal con el pie cambiado. Ganó las elecciones con proclamas contra el turismo y ahora se encuentra con que lo que hace falta es todo lo contrario, promociona­rlo. Tiene que dejar de ser rehén de sus consignas, encarar el cambio con coraje político y liderar la reacción.

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