Jacob y sus 12 hijos hacen las Américas
La Frick presenta los trece cuadros que Zurbarán pintó en el XVII y que acabaron en Inglaterra sin saberse la razón
Jacob y sus doce hijos, los fundadores de las doce tribus de Israel, continúan su gira, haciendo las Américas. Tantos siglos después de salir de casa, de embarcarse rumbo al Nuevo Mundo, según se cree, por fin conocen Nueva York.
“Se percibe la habilidad de Francisco de Zurbarán para crear un acontecimiento teatral, es lo que experimentas al verlos a todos. Tienes la sensación de que entras en una reunión familiar, hay mucha energía que se desplaza del uno al otro, dialogan”.
Así se explica Susan Grace Galassi, curadora del museo de la Frick Collection, el maravilloso palacio que ha dado acogida a los cuadros en su segunda etapa estadounidense –reciben a partir de mañana y hasta el 22 de abril–, tras reencontrarse en el Meadows Museum de Dallas, dedicado sólo
al arte español y conocido como “el pequeño El Prado de Texas”.
En el silencio de estos grandes lienzos que pergeñaron Zurbarán y sus discípulos en aquella metrópolis que era la Sevilla de mediados del siglo XVII, en ese silencio reposa el misterio. De habitual, desde hace más de 250 años, Jacob y once de sus hijos –el pequeño, Benjamín, tiene una vida independiente– residen en el condado
inglés de Durham, en el castillo de Auckland. Según Mark A. Roglán, director del Meadows, el arzobispo Richard Trevor acudió a Londres para asistir en 1756 a la subasta de la colección de un comerciante judio llamado Benjamín Méndez.
El arzobispo hizo corto con el dinero y se quedó sin fondos para hacerse con el último cuadro, el del hijo menor, que fue adoptado
por otra familia, y ahí sigue, salvo durante este viaje y otro que hizo a la capital británica y a Madrid en los años noventa.
El caso es que Trevor reformó el comedor del castillo de Auckland (entonces sede del arzobispado) para alojarlos. Al ofrecerles esta ubicación privilegiada, en una sala frecuentada por los poderosos de la sociedad, el religioso vio la oportunidad de transmitir un mensaje sobre la necesidad de tolerancia social, política y religiosa, así como de la comprensión entre judíos y cristianos.
“Estas pinturas representan para mí construir un puente de unidad. El castillo es protestante, muy inglés, y ahí dentro hay unas pinturas católicas sobre los doce fundadores de la comunidad judía”, sostiene Johathan Ruffer, actual propietario del conjunto.
Esta gira se organizó aprovechando
Los lienzos del maestro de Sevilla y su trayectoria son vistos como un puente de unidad entre religiones
que se debían hacer reformas en el castillo. En Dallas sometieron a las pinturas a una profunda revisión científica. “Hemos visto cosas que Zubarán no quería”, indica Roglán. No sólo por la reutilización de telas (a los pies de Levi hallaron la cabeza de una virgen), o el añadido de panes al cesto de Asher, una vez concluido el cuadro. Además, observaron que no sólo estaba la mano del maestro. Certificaron la colaboración de sus discípulos.
La epidemia de fiebre golpeó duro las vidas de las personas y la economía de Sevilla. Zurbarán, uno de los primeros artistas globalizadores, que contaban con un gran taller o estudio, vio que el mercado estaba en las colonias y aceptó comisiones para iglesias e instituciones de allá. A pesar de que él no viajó, sus pinturas muestran ropajes más coloridos, de resonancia oriental, se supone que por la influencia de su padre, que comerciaba con el textil.
También se percibe una influencia de pintores del norte de Europa como modelos de sus personajes. De esta manera halló inspiración y una forma, además, de esquivar la inquisición: ya existía algo similar y aprobado.
Tal vez Buenos Aires o Perú fueran el destino de Jacob y sus hijos. Son conjeturas. Este es el secreto. ¿Adónde iban antes de acabar en Inglaterra? Una de las hipótesis es que el cargamento se convirtió en botín de piratas. Pero ellos, por ahora, callan.