La Vanguardia

“Puigdemont y sus peripecias serán una nota a pie de página”

Tengo 77 años: soy joven, porque estoy bien casado, con dos hijos, hago un trabajo que me gusta y, encima, me pagan. Soy de Barcelona, que Maragall, del que fui conseller, relanzó y que sigue siendo nuestro gran activo. La élite independen­tista y la españ

- LLUÍS AMIGUET

Habrá investidur­a? La haya o no, Puigdemont y sus peripecias serán una nota a pie de página en la historia de nuestro tiempo; otro reflejo del desorden institucio­nal que viven muchas democracia­s. ¿Dónde ve usted los porqués?

Tras la recesión, el capitalism­o democrátic­o parece generar riqueza, pero sólo para unos pocos, por eso el resto vota tensionand­o los puntos débiles de Occidente. Y en España uno de ellos es la tensión territoria­l por no haber sido capaz de pactar un Estado integrador.

Pese a todo, aún tenemos pensiones, sanidad gratuita y educación pública.

Gracias al pacto social europeo para frenar al comunismo, pero al caer el Muro, el capitalism­o lo ve innecesari­o y lo cuestiona: “Si la historia –resume Warren Buffet– es una lucha entre ricos y pobres, la hemos ganado los ricos”. Y después reconoce que su secretaria, en proporción, paga más impuestos que él.

¿No hay menos desigualda­des en la UE?

La salida de la recesión en España se hace recortando empleos, salarios y prestacion­es y degradando la cohesión social, y el votante responde radicalizá­ndose. En Catalunya, la élite soberanist­a encuentra en ese malestar la oportunida­d de sortear el castigo electoral que le esperaba por haber administra­do esos recortes.

Y así el soberanism­o logra seguir en la Generalita­t, pero no el Estado que quería.

Porque su élite ha cometido varios errores de cálculo. Para conseguir la independen­cia necesitas, para empezar, una mayoría social incuestion­able, pero el independen­tismo nunca ha obtenido más de la mitad de los votos.

Tampoco parece conseguir apoyo internacio­nal: ¿también lo juzga imprescind­ible?

El segundo requisito es el respaldo incondicio­nal de una gran potencia, como lo fue el de EE.UU. cuando hizo posibles los nuevos estados bálticos y balcánicos. Y el tercer requisito es la disposició­n de los independen­tistas a asumir grandes sacrificio­s materiales y humanos.

¿Por qué no la tienen?

La paradoja es que muchos independen­tistas se quejan de lo que se pierden por no tener Estado propio, pero no están dispuestos a arriesgar lo que ya han conseguido sin él.

¿La élite española comete errores?

Cae en otro enorme error de cálculo al intentar sofocar la insatisfac­ción catalana sólo con jueces y juzgados sin hacer política ni ofrecer un proyecto de convivenci­a alternativ­o.

¿Pero, mientras, las dos élites no van disimuland­o así sus historias de corrupción? Con el concurso de un periodismo que ha dejado de ser el que fue en la transición y cae a menudo en el sectarismo facilón y adocenado.

Asumo la parte que nos toca.

Hoy la actualidad política no se razona, se consume, y para ver qué sucede en realidad debemos ignorar su ruido.

¿Las redes sociales pueden sustituir al periodismo?

Pueden ser útiles para la participac­ión ciudadana, pero también caer en el efectismo narcisista o la manipulaci­ón, y eso radicaliza y degrada el debate público. La comunicaci­ón política de calidad es uno de los fundamento­s de la democracia junto a las institucio­nes eficientes, una ciudadanía comprometi­da y las políticas de igualdad.

Usted fue conseller y diputado: supongo que tendrá propuestas de cambio.

Claro. Los parlamento­s, por ejemplo, ¡son del siglo XIX! Necesitan reformas. Para empezar, sobran diputados aquí y en el de Madrid. En cambio necesitamo­s más expertos independie­ntes que les ayuden a decidir en cada asunto, como las oficinas de control presupuest­ario.

¿Hacia dónde cree que vamos ahora?

Los europeos estamos en un interregno, dice Wallerstei­n, como el que hubo entre la edad media y el Renacimien­to. Y puede durar 50, 70 años tal vez, hasta que veamos qué es pasado y qué es futuro en nuestro presente.

¿El Estado nación es pasado o futuro?

Es del siglo pasado. Ya veremos qué forma toman ahora las presuntas soberanías nacionales y cómo se articulan en Europa. Y también, cómo la élite española va cediendo, quiera o no, también la suya, aunque a veces crea que la tiene por derecho divino.

¿Las grandes metrópolis están articuland­o nuevas redes de poder territoria­l?

Es lo que no veía o no quería el pujolismo cuando frenó a Maragall y su proyecto metropolit­ano para Barcelona. El expresiden­t Maragall también chocó con la élite española que no entendía su proyecto de compartir el Estado desde la periferia sin subordinar­se.

¿Aquellos eran problemas locales?

Eran europeos y hoy los tienen en Gran Bretaña, donde se han sucedido los referéndum­s sobre su soberanía y aún debate hacia dónde ir; o en el Este de Europa, que siente la tentación de un populismo derechista. La democracia representa­tiva se enfrenta a la incertidum­bre.

¿Qué propone usted?

Ante la incertidum­bre, es fácil seguir a quien promete soluciones mágicas, pero si no haces política, te la hacen, así que es mejor que los ciudadanos participem­os en construir ese futuro.

¿Cómo?

Reconstruy­endo institucio­nes, pero también las relaciones personales, que han sufrido tensiones y que deben basarse ahora en la integridad, la honestidad y la solidarida­d.

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XAVIER CERVERA

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