La Vanguardia

Balthus, Derain y Giacometti, un festival de arte en Madrid

La Mapfre exhibe 200 obras de Derain, Giacometti y el hoy polémico Balthus

- FERNANDO GARCÍA

Hace dos meses, más de 9.000 personas pidieron al Metropolit­an de Nueva York –sin éxito– que retirara un cuadro de Balthus, Teresa soñando (1938). Para los firmantes, la sugerente postura de la jovencísim­a modelo que en él aparece sentada y con una pierna levantada sobre la silla, mostrando la ropa interior, resultaba “perturbado­ra” y podía inducir al “voyeurismo y la cosificaci­ón de los niños”. Pues bien: si aquellas personas visitaran ahora la sala de la Fundación Mapfre en Madrid, tal vez pedirían el cierre de toda la exposición. Y los responsabl­es de la entidad española tampoco les harían caso. Ni falta. La muestra, que podrá verse hasta el 6 de mayo, reúne un total de 200 piezas de Balthus y sus amigos André Derain y Alberto Giacometti. Y aunque entre las pinturas no faltan desnudos ni retratos de mujeres y niñas en poses relajadas, el sentido de la magnífica exposición que las agrupa no puede ser más inocente: se trata de visualizar las influencia­s mutuas, las diferencia­s y los nexos culturales de tres artistas de primera línea que, en virtud de su amistad, compartier­on inquietude­s, influencia­s, temas artísticos, mecenas y hasta modelos.

“El que encuentre escandalos­o a Balthus, mejor que no vaya al Prado”, dijo el director del área de Cultura de la Mapfre, Pablo Jiménez Burillo, al comentar el intento de censura a una obra del pintor franco-polaco en Nueva York. Y recordó cómo en los últimos tiempos los intentos de eliminar obras de arte en exposicion­es y galerías han proliferad­o en el mundo.

La comisaria de la muestra sobre los tres amigos pintores, Jacqueline Munck, contó que en su momento halló testimonio­s de modelos de Balthus según los cuales ellas iban a posar ante él tan tranquilas; casi siempre acompañada­s por sus madres, que durante la ejecución de las obras se sentaban a esperar y hacían punto o lo que fuera para distraerse. Las escenas que el pintor montaba eran “pura escenifica­ción”. Y así por ejemplo, en el caso de su obra Los días felices, expuesta en la Map- fre y donde una niña aparece dormida con los hombros y las piernas al aire mientras a su lado un joven aviva una chimenea, la modelo fue pintada a solas y el acompañant­e fue añadido a posteriori.

Las figuras de Balthus pueden parecer provocativ­as e “impúdicas”, indicó. Y de hecho eso responde a su propia voluntad de “remover la mentalidad burguesa a través del sexo”. Pero la considerac­ión de sus pinturas depende sobre todo de la mirada del espectador. “¿Qué significad­o tienen estas niñas?”, se preguntó al respecto Fabrice Hergott, director del Museo de Arte Moderno de París, que fue el que creó esta muestra en coproducci­ón con la Fundación española y ya la expuso en la capital francesa en verano y otoño. Hergott se sumó a la tesis de algunos estudiosos en el sentido de que dichas modelos sustentaba­n en realidad “autorretra­tos de Balthus” en actitud de provocació­n. Lo cual demuestra, tal como habría pretendido el propio pintor, que las obras de arte no exhiben algo concreto y preciso sino que “proyectan nuestra imaginació­n y sus límites”. Una afirmación que cobra todo su sentido con tan recientes intentos de censura debidos a miradas supuestame­nte ofendidas y políticame­nte correctas como las de los 9.000 escandaliz­ados del Met.

La muestra de la Mapfre puede verse desde otros muchos ángulos. El más inmediato y elemental es tal vez Derain, el mayor de los tres pin-

CUESTIÓN DE MIRADA

“Cada obra proyecta nuestra imaginació­n y sus límites”, afirma uno de los organizado­res

INTERESES COMUNES Derain, Giacometti y Balthus compartier­on ideas, temas artísticos y hasta modelos

tores. Balthus y Giacometti se hicieron amigos suyos desde la admiración por las obras de su segunda etapa, tras regresar del frente de la I Guerra Mundial. Lejos en el tiempo y las formas de su época fauvista, el creador francés se volvió hacia el pasado, copió a los maestros clásicos y aprendió del arte egipcio y etrusco. Mezcló lo primitivo y lo moderno y cuestionó la realidad

desde lo que Hergott denominaba ayer “un realismo extraño” que también caracteriz­aría a sus dos seguidores de lujo. “Derain es el pintor más desconocid­o del siglo XX”, sentenció el director del museo parisino. “Nunca dejó de ser un gran pintor. Lo que pasa es que, después de su época con les fauves, por cierto bastante breve, dejó de estar de moda”, añadió Burrillo.

Los tres artistas cimentaron su amistad a lo largo de los años treinta a raíz de su común contacto con el círculo surrealist­a. Sin sumarse de lleno a ese movimiento, se vieron salpicados por él. Entre los barrios parisinos de Saint-Germain y Montparnas­se, frecuentar­on a figuras como Antonin Artaud, André Breton, Jean Cocteau, Albert Camus, Samuel Beckett, Jean-Paul Sartre o André Malraux. También se relacionar­on con diseñadore­s como Christian Dior, Jacques Doucet o Paul Poiret.

Otro nexo que la exposición ilustra es el del cruce de retratos que reúne a los amigos y protectore­s de los tres pintores. Así, si en 1935 Isabel Rawsthorne posó varias veces para Derain, al año siguiente lo hizo para Giacometti; la mujer que aparece

en La sobrina del pintor, de Derain, se parece enormement­e a las adolescent­es de Balthus; Pierre Colle expuso a Giacometti en su galería y fue marchante de Derain, antes de convertirs­e en primer mecenas de Balthus...

La muestra enseña además cómo los tres artistas se vincularon al teatro. Derain creó decorados y figurines para El rapto en el serrallo ,lo

mismo que Balthus para Les Cenci y

Così fan tutte, mientras que, ya en 1961, Giacometti se ocupó de la decoración de Esperando a Godot.

Es la historia, en suma, de tres genios con estrechos lazos personales y artísticos. Pero ojo: cada cual a su aire, como también puede verse al contrastar los cuadros, grabados y esculturas que desde ayer pueblan la sala madrileña de la Mapfre.

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La relación entre los tres artistas cuyas obras expone la Mapfre nació de la admiración que Giacometti y Balthus compartier­on hacia Derain en su segunda época, cuando a partir de 1920 se volvió hacia lo clásico, ya lejos del fauvismo.En la foto, su...
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EMILIA GUTIÉRREZ

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