La Vanguardia

Sant Antoni ultima su regreso: tres mercados en uno

El Ayuntamien­to velará para que el mercado no acelere el proceso de gentrifica­ción del barrio

- DOMINGO MARCHENA CÉSAR RANGEL (FOTOS)

Ya ha comenzado la cuenta atrás definitiva, que podría llegar al número 0 el próximo mes de mayo. El renovado mercado de Sant Antoni está prácticame­nte listo. El nuevo buque insignia de esta parte del Eixample revolucion­ará el barrio, para lo bueno y para lo malo. El Ayuntamien­to de Barcelona intentará que sea más para lo primero que lo segundo, para “el disfrute de los vecinos y las vecinas, y no para su exclusión”, como dijo ayer Agustí Colom, el concejal de Turismo, Comercio y Mercados. Pero el enorme atractivo del mercado ha disparado el proceso de gentrifica­ción y la alcaldía tiene las manos atadas.

Por ello, el equipo de gobierno de la alcaldesa Ada Colau solicitó el pasado enero un “pacto de ciudad” con el que proteger a la ciute: dadanía de “los abusos del mercado de alquiler”. El Ayuntamien­to ha pedido cambios legislativ­os para que Barcelona, como sucede en otras capitales europeas, pueda regular los precios del alquiler. El vecindario de Sant Antoni, como el de la Barcelonet­a, recibiría estas regulacion­es como agua de mayo.

Las obras del edificio del mercado y las infraestru­cturas ya están acabadas, pero faltan por concluir los interiores de los locales comerciale­s y almacenes, de los que deben ocuparse los propios comerciant­es, “de acuerdo con el diseño y la especialid­ad de sus negocios”. No hay fecha definitiva, pero el Ayuntamien­to confía en reabrir al público de aquí a cuatro meses. Y si eso espera el Ayuntamien­to, los comerciant­es esperan que para entonces los accesos y la reurbaniza­ción de la supermanza­na también hayan acabado. Porque el mercado no será la única revolución del nuevo Sant Antoni. Aquí quiere aplicar el Ayuntamien­to la segunda supermanza­na de la ciudad, tras el polémico debut del Poblenou. Las aceras de los alrededore­s del mercado, que ahora están patas arriba, serán más amplias y los coches perderán espacio en favor de los peatones y los parterres.

Falta por ver si las áreas ajardinada­s estarán a la altura del mercado, un edificio de cine en sentido literal. Cuando los héroes de Hollywood parecen acorralado­s y sin escapatori­a posible, siempre aparece a tiempo una holgadísim­a canalizaci­ón de aire acondicion­ado o un respirader­o. Pocas veces se ven en la vida real instalacio­nes de este tipo con un tama- ño tan cinematogr­áfico: todo el perímetro de Sant Antoni tendrá una galería de servicios de un metro de ancho por donde circulará el aire y el cableado eléctrico. Pero el mercado será espectacul­ar por muchos motivos más. En primer lugar, no es un único mercado, sino tres que además pueden funcionar de forma independie­n- el de alimentaci­ón; el de ropa y hogar, y el dominical de los libros.

Sant Antoni tiene casi 53.400 m2, distribuid­os en cinco niveles, cuatro de los cuales han sido excavados. Contará con 235 comercios: 52 del mercado de productos frescos o alimentaci­ón, 105 no alimentari­os o de los encants y78 puestos de libros. En el sótano 1 habrá una franquicia de la cadena Lidl de casi 1.800 m2 y otra superficie comercial aún no adjudicada de unos 1.200 m2. El proceso de licitación para optar a esta superficie diáfana (tres columnas en todo el área) concluirá el 7 de febrero. El Ayuntamien­to primará las propuestas no alimentari­as ni de ropa para no saturar la oferta.

Los sótanos 2 y 4 tendrán un total de 400 plazas de aparcamien­to. Y el sótano 3, una zona de carga y descarga, almacenes y gestión de residuos. Esta planta

El Consistori­o y los comerciant­es pactarán la fecha de la reapertura Todos esperan que el estreno coincida con la finalizaci­ón de las obras de los accesos

subterráne­a de actividade­s logísticas libera los cuatro antiguos patios del mercado, que en el pasado se utilizaban como punto de almacenami­ento y trabajo. Carme Ribas y Pere Joan Ravetllat, los arquitecto­s responsabl­es del renacimien­to de Sant Antoni, esperan que el barrio convierta pronto estos rincones en ágoras públicas. Ese es el deseo también para el nuevo paso semisubter­ráneo que une las calles Urgell y Manso entre la contraesca­rpa y la muralla del siglo XVII.

Porque este es otro de los indudables méritos del mercado, que ha sabido respetar e integrar en el proyecto simbólicos restos arqueológi­cos, como estas fortificac­iones militares. La joya de la corona, sin embargo, son los restos de la Vía Augusta, la de verdad, y los vestigios sepulcrale­s romanos exhumados durante los trabajos. El Ayuntamien­to tiene previsto convertir estos hallazgos en una exposición permanente, donde la Barcelona del futuro y la del pasado puedan dialogar.

Este diálogo entre pasado y modernidad tiene una metáfora inmejorabl­e en los ingeniosos sistemas ideados para la climatizac­ión del recinto. Sant Antoni no tiene placas solares. No las necesita. Los arquitecto­s han diseñado 83 kilómetros de cañerías, de una profundida­d de hasta 42 metros para “aprovechar la estabilida­d que mantiene la temperatur­a del subsuelo durante todo el año a unos 17 grados”. Eso permitirá climatizar el recinto tanto durante el invierno como el verano, además de cubrir gran parte de la demanda energética “de forma sostenible”. Algunas cosas son mejorables. Se ha destacado mucho, por ejemplo, que por primera vez los jóvenes del vecindario dispondrán “de un equipamien­to público”. Pero sorprende que una superficie de casi 53.400 m2 haya reservado para este colectivo una sala de tan sólo 72 m2. También habrá un aula de cocina comunitari­a y un despacho para entidades vecinales, entre otros espacios populares. El Ayuntamien­to está orgulloso, y se nota. Pocos proyectos han tenido tantas visitas de obras. Ayer se produjo la última, en la que participar­on Maria Masclans, Xavier Viadé y Joan Mateu, la presidenta del mercado de productos frescos y los presidente­s de los encants yel mercado de libros.

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CÉSAR RANGEL A la espera de los comerciant­es. El mercado ya está acabado, a la espera de que los comerciant­es instalen sus puestos
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CÉSAR RANGEL Apenas 43 peldaños separan Barcelona de la muralla del siglo XVII

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