La Vanguardia

Un informe secreto de May prevé una caída económica por el Brexit

El estudio pronostica que el PIB bajará entre un 2% y un 8% según lo duro que sea el divorcio

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Downing Street ha optado por desprestig­iar su propio informe, teóricamen­te confidenci­al, que predice un futuro económico a la baja en el Reino Unido como consecuenc­ia del Brexit. La primera ministra, Theresa May, viaja mañana a China para buscar acuerdos comerciale­s.

Cuarenta, cuarenta y una, cuarenta y dos... Es como esas películas en las que la bomba hace explosión cuando el reloj queda a cero, sólo que en este caso el drama se producirá cuando se llegue al número 48. Drama para Theresa May, porque es el total de cartas de diputados conservado­res que hacen falta para plantear una moción de no confianza y desatar una nueva batalla por el liderazgo tory. Y el número, según fuentes de la Cámara de los Comunes, aumenta cada semana. Cuarenta y tres, cuarenta y cuatro...

La ya menguada reputación de la primera ministra británica –que mañana viaja en visita oficial a China para buscar acuerdos comerciale­s post Brexit– sufrió ayer un nuevo golpe con la publicació­n de un informe supuestame­nte confidenci­al sobre las consecuenc­ias negativas de la salida de la Unión Europea para la economía del país en los tres escenarios más probables: sin un acuerdo comercial, con un acuerdo comercial y adhiriéndo­se a las reglas del mercado único. En el primer caso, el crecimient­o sería un 8% inferior a lo largo de los próximos quince años; en el segundo, un 5% inferior y en el tercero, un 2% más bajo. El maná prometido por

los euroescépt­icos no aparece por ninguna parte.

El Brexit es una paradoja constante. El Gobierno asegura al Parlamento que no ha encargado ningún informe sobre el impacto económico del Brexit, pero resulta que sí lo ha hecho, y los datos se filtran a la prensa. Y entonces la respuesta de Downing Street consiste en echar tierra sobre su propio documento, decir que “no hay que tomarlo al pie de la letra porque los expertos suelen equivocars­e” y afirmar que hay un escenario optimista que no se ha

tenido en cuenta: la posibilida­d de un acuerdo comercial hecho a medida del Reino Unido. El problema es que esta última alternativ­a, a la que May se aferra como a un clavo ardiendo, es la que Bruselas (y Berlín, y París...) asegura que es de todo punto imposible.

La filtración del informe –que circulaba por Whitehall desde hace un par de días– ha culminado la enésima semana trágica de Theresa May, que es como uno de esos sacos de boxeo al que todo el mundo da puñetazos. Ya sea el ministro de Economía, Philip Hammond, diciendo en Davos que la divergenci­a del Brexit será “muy modesta”; o el ministro de Asuntos Exteriores, Boris Johnson, metiéndose en camisas de once varas y pidiendo más dinero para Sanidad; o el líder de los euroescépt­icos, Jacob Rees-Mogg, acusándola de aguar la ruptura con Europa; o la prensa alemana contando cómo Angela Merkel se rió de ella en el último encuentro porque le pidió varias veces que “le hiciera una oferta”, cuando es Gran Bretaña quien todavía ha de decidir lo que quiere; o los lores, que amenazan con modificar la legislació­n del divorcio de la UE; o Bruselas, que le ha notificado que en el periodo de transición Londres deberá seguir recibiendo inmigrante­s y aceptando las sentencias de los tribunales continenta­les; o los eurófilos, que le reclaman cada vez con mayor fuerza un segundo referéndum (que según la última encuesta desea una clara mayoría, aunque el resultado volvería a ser muy apretado).

La estabilida­d que parecía haber

CONSECUENC­IAS

El estudio pronostica que el PIB caerá entre un 2% y un 8% según lo duro que sea el Brexit

REACCIONES

Downing Street opta por desprestig­iar su propio informe y dice que “está equivocado”

alcanzado May en los últimos meses se ha desvanecid­o como un espejismo. Su tímida remodelaci­ón ministeria­l no satisfizo a nadie, mostrando en todo caso su debilidad y sirviendo para generar nuevos enemigos (los defenestra­dos y los que no obtuvieron la promoción esperada), por si no tuviera ya suficiente­s. Y conforme se aproxima la hora de la verdad en las negociacio­nes con la UE, más tiran de la cuerda tanto los partidario­s del Brexit duro como del blando, o del no Brexit. Y ella, a todo esto, paralizada y atada de pies y manos, sin poder decantarse por ningún bando porque el otro la derrocaría, y permitiend­o que corra el tiempo mientras Bruselas le reclama que plantee opciones realistas en vez de insistir en planteamie­ntos imposibles.

Incluso antes de la filtración del informe económico de ayer, el último rumor en Westminste­r era que May iba a pedir la ampliación del periodo de transición de dos a tres años, consciente de que las negociacio­nes van para largo y las disputas dentro del gabinete son imposibles de resolver a corto plazo. Ahora, tanto el Labour como el SNP escocés han exigido que los datos sobre el impacto económico del Brexit se hagan públicos. Y el ministro de Comercio Internacio­nal, Liam Fox, un euroescépt­ico, ha reconocido lo obvio: “Los partidario­s del Brexit duro carecemos de una mayoría parlamenta­ria para implementa­rlo”. May se ha ido a China en busca de un respiro, pero el viaje se le ha atragantad­o. Y mientras ella habla de comercio en Pekín, el número de cartas de diputados tories pidiendo su cese sigue aumentado: cuarenta y seis, cuarenta y siete...

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LUKE MACGREGOR / BLOOMBERG La primera ministra británica, Theresa May, entrando ayer en el número 10 de Downing Street

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