La Vanguardia

Trump se atribuye en exclusiva el éxito de la economía

Pronuncia su primer discurso de la nación con su popularida­d en plena caída libre

- Nueva York. Correspons­al FRANCESC PEIRÓN

El presidente Trump afrontó una dura tarea en su primer discurso del estado de la Unión.

“Hemos estado un año intentando restaurar los lazos de confianza entre los ciudadanos y sus gobernante­s”, afirmó. Sonó a fracaso.

A la sombra del Rusiagate, llegó a esta cita en el Capitolio, la noche del martes en Washington (esta madrugada en Barcelona) con una aprobación popular que se sitúa en una media por debajo del 40%, el nivel más bajo de cualquier presidente de la era moderna en su año inaugural. No sólo eso. Un 67% de los estadounid­enses creen que el país está más dividido que antes de su llegada a la Casa Blanca.

“Nunca ha habido una época mejor para empezar el sueño americano”, aseguró pese a esos antecedent­es. Según su visión, “estamos construyen­do una América segura, fuerte y orgullosa”.

Este preámbulo le llevó al nudo de su intervenci­ón. A partir del recorte de impuestos, promesa que ha hecho realidad, Trump dijo proveer “alivio a la clase media y a los pequeños negocios”, y beneficios a más de tres millones de trabajador­es que pagarán menos.

Desde esa perspectiv­a –obvió los logros de Obama o que las grandes corporacio­nes son las grandes beneficiad­as de su nueva fiscalidad– buscó reparar la fractura social que él ha ahondado. “Os hablo del futuro que queremos, todos juntos, como un equipo, como un pueblo, una familia americana”.

En esa línea argumental, apeló ambos partidos para unirse a fin de “dotarnos de unas infraestru­cturas seguras, rápidas, confiables y modernas que necesita nuestra economía y se merece la gente”. El plan subiría a 1,3 billones de dólares, del que no aportó detalles, como tampoco especificó su financiaci­ón.

El otro puente a la acción conjunta de los dos partidos se refirió a la inmigració­n, “comunidade­s que luchan, especialme­nte las de inmigrante­s, recibirán ayuda con políticas centradas en el mejor interés de los trabajador­es y las familias americanas”, en lo que pareció más bien un guiño a sus bases que a los que buscan regulariza­r su situación. Aún así insistió en su oferta de dar la ciudadanía a 1,8 millones de los llamados soñadores, jóvenes indocument­ados que entraron siendo niños, a cambio de 25.000 millones para construir el muro y recortes en la inmigració­n legal por la restricció­n de visados.

Tanto los suyos, los halcones que se oponen a lo que llaman la amnistía de los ilegales, como los demócratas ya han mostrado su descontent­o. Pese a todo: “Extiendo mi mano abierta para trabajar con los demócratas y los republican­os y así proteger a nuestros ciudadanos, de cualquier origen, color y religión”, insistió.

En su estilo conciliado­r, que preocupaba a sus bases más populistas, las que lo ensalzan por su cerco al establishm­ent, incluía una estra- tegia electoral. Este noviembre hay elecciones legislativ­as y su estilo divisivo pone de los nervios a muchos de los republican­os que ven peligrar su escaño. Varias encuestas señalan que los demócratas pueden ganar la House y competir por hacerse con el Senado.

Pero no faltó, para compensar, la dedicatori­a a sus más fieles. “Hemos acabado la guerra a la energía en América y la guerra al carbón limpio”, mensaje que dirigió a los

“Nunca ha habido una época mejor para empezar el sueño americano”, dice pese a su pésima valoración

trabajador­es blancos que se sentían abandonado­s. También remarcó que “hemos pasado página a décadas de tratados comerciale­s injustos”. Y recalcó su pugna contra la burocracia. “Construimo­s el Empire State Building en un año, ¿no es una desgracia que ahora se requieran diez años para el permiso de una carretera””.

En el adelanto del texto figuró el éxito contra el Estado Islámico, “hemos liberado casi el 100% del territorio”. Aunque no estaba en ese anticipo, trascendió su postura de acentuar la presión para desnuclear­izar Corea del Norte.

Tampoco figuró, pero todo apuntaba a que Trump optaría por no no atacar la investigac­ión de la interferen­cia rusa en su campaña. Su asesores se lo aconsejaro­n. Queda el recuerdo de su admirado Richard Nixon en 1974: “Creo que es el momento de poner fin a esta investigac­ión. Un año de Watergate es suficiente”. Dimitió a los pocos meses de su discurso.

 ?? ANDREW HARRER / BLOOMBERG ?? Una bandera de EE.UU. ante el Capitolio de Washington, donde el presidente Trump pronunció su primer discurso del estado de la Unión
ANDREW HARRER / BLOOMBERG Una bandera de EE.UU. ante el Capitolio de Washington, donde el presidente Trump pronunció su primer discurso del estado de la Unión

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