Trump se atribuye en exclusiva el éxito de la economía
Pronuncia su primer discurso de la nación con su popularidad en plena caída libre
El presidente Trump afrontó una dura tarea en su primer discurso del estado de la Unión.
“Hemos estado un año intentando restaurar los lazos de confianza entre los ciudadanos y sus gobernantes”, afirmó. Sonó a fracaso.
A la sombra del Rusiagate, llegó a esta cita en el Capitolio, la noche del martes en Washington (esta madrugada en Barcelona) con una aprobación popular que se sitúa en una media por debajo del 40%, el nivel más bajo de cualquier presidente de la era moderna en su año inaugural. No sólo eso. Un 67% de los estadounidenses creen que el país está más dividido que antes de su llegada a la Casa Blanca.
“Nunca ha habido una época mejor para empezar el sueño americano”, aseguró pese a esos antecedentes. Según su visión, “estamos construyendo una América segura, fuerte y orgullosa”.
Este preámbulo le llevó al nudo de su intervención. A partir del recorte de impuestos, promesa que ha hecho realidad, Trump dijo proveer “alivio a la clase media y a los pequeños negocios”, y beneficios a más de tres millones de trabajadores que pagarán menos.
Desde esa perspectiva –obvió los logros de Obama o que las grandes corporaciones son las grandes beneficiadas de su nueva fiscalidad– buscó reparar la fractura social que él ha ahondado. “Os hablo del futuro que queremos, todos juntos, como un equipo, como un pueblo, una familia americana”.
En esa línea argumental, apeló ambos partidos para unirse a fin de “dotarnos de unas infraestructuras seguras, rápidas, confiables y modernas que necesita nuestra economía y se merece la gente”. El plan subiría a 1,3 billones de dólares, del que no aportó detalles, como tampoco especificó su financiación.
El otro puente a la acción conjunta de los dos partidos se refirió a la inmigración, “comunidades que luchan, especialmente las de inmigrantes, recibirán ayuda con políticas centradas en el mejor interés de los trabajadores y las familias americanas”, en lo que pareció más bien un guiño a sus bases que a los que buscan regularizar su situación. Aún así insistió en su oferta de dar la ciudadanía a 1,8 millones de los llamados soñadores, jóvenes indocumentados que entraron siendo niños, a cambio de 25.000 millones para construir el muro y recortes en la inmigración legal por la restricción de visados.
Tanto los suyos, los halcones que se oponen a lo que llaman la amnistía de los ilegales, como los demócratas ya han mostrado su descontento. Pese a todo: “Extiendo mi mano abierta para trabajar con los demócratas y los republicanos y así proteger a nuestros ciudadanos, de cualquier origen, color y religión”, insistió.
En su estilo conciliador, que preocupaba a sus bases más populistas, las que lo ensalzan por su cerco al establishment, incluía una estra- tegia electoral. Este noviembre hay elecciones legislativas y su estilo divisivo pone de los nervios a muchos de los republicanos que ven peligrar su escaño. Varias encuestas señalan que los demócratas pueden ganar la House y competir por hacerse con el Senado.
Pero no faltó, para compensar, la dedicatoria a sus más fieles. “Hemos acabado la guerra a la energía en América y la guerra al carbón limpio”, mensaje que dirigió a los
“Nunca ha habido una época mejor para empezar el sueño americano”, dice pese a su pésima valoración
trabajadores blancos que se sentían abandonados. También remarcó que “hemos pasado página a décadas de tratados comerciales injustos”. Y recalcó su pugna contra la burocracia. “Construimos el Empire State Building en un año, ¿no es una desgracia que ahora se requieran diez años para el permiso de una carretera””.
En el adelanto del texto figuró el éxito contra el Estado Islámico, “hemos liberado casi el 100% del territorio”. Aunque no estaba en ese anticipo, trascendió su postura de acentuar la presión para desnuclearizar Corea del Norte.
Tampoco figuró, pero todo apuntaba a que Trump optaría por no no atacar la investigación de la interferencia rusa en su campaña. Su asesores se lo aconsejaron. Queda el recuerdo de su admirado Richard Nixon en 1974: “Creo que es el momento de poner fin a esta investigación. Un año de Watergate es suficiente”. Dimitió a los pocos meses de su discurso.