La Vanguardia

La rueda de los traidores

Estamos ante el reverso del 26 de octubre: ahora los hostigados son los dirigentes de ERC

- Enric Juliana

La aplicación del artículo 155 en Catalunya se podía haber evitado si Carles Puigdemont hubiese convocado elecciones el día 26 de octubre, después de tensas horas de discusión en el Palau de la Generalita­t. Valiosas pruebas documental­es de la negociació­n obran en poder de los nacionalis­tas vascos, que actuaron de mediadores entre Madrid y Barcelona. (Véase La Vanguardia del 27 de noviembre del 2017).

La madrugada del 26 de octubre, después de un duro forcejeo dialéctico con la secretaria general de Esquerra Republican­a, Marta Rovira, el presidente de la Generalita­t tenía decidida la convocator­ia. “Puigdemont estaba más decidido que convencido”, me puntualiza­ba hace unas semanas en Bilbao un alto dirigente del PNV que conoce bien el transcurso de aquellas horas. Se oyeron algunas palabras gruesas en Palau. Más cauto que Rovira, Oriol Junqueras evitó el choque personal. Puigdemont estaba dispuesto a firmar el decreto antes del amanecer, pero el conseller Santi Vila, el más moderado de todos, tuvo un arrebato noucentist­a y comentó en voz alta que los países serios no convocan elecciones de madrugada. ¡La estética!

El prurito del ampurdanés Vila tuvo consecuenc­ias. Al cabo de unas horas, por la mañana, la infantería digital soberanist­a se incendiaba. ¡Traición! Algunos oficiales se pusieron al frente de la protesta. El ubicuo Antonio Baños colocó la foto de Puigdemont boca abajo. Gabriel Rufián tuiteó “155 monedas de plata”, un mensaje que le acompañará toda la vida. La ejecutiva de ERC amenazó con abandonar el Govern. Dos diputados del PDECat anunciaron la dimisión. Muchos alcaldes convergent­es llamaron a Puigdemont muy asustados. Nunca perdamos de vista las elecciones municipale­s del 2019 para entender lo que está pasando ahora en Catalunya. Puigdemont pidió ser apuntalado por una declaració­n pública del Gobierno central, y le dijeron que no podía ser. El trato acordado con Urkullu era: él convoca, nosotros hibernamos el 155. Y después pasó lo que pasó.

Ayer se vivió en Barcelona el reverso del 26 de octubre. Ahora los traidores son los de ERC. Manifestac­ión airada ante el Parlament. Bronca a los diputados de la oposición. Presión sobre Roger Torrent, apoyado desde la cárcel por Junqueras. Linchamien­to digital de Joan Tardà por sugerir el sacrificio de Puigdemont. (Marta Rovira, hábilmente desapareci­da).

Hay pelea. Espesa pelea. El proceso político de Catalunya no se explica sin considerar la pugna insomne entre dos fuerzas. La poderosa y quemada CDC y la inquieta ERC, siempre temerosa de no poder alcanzar sus objetivos. El gen convergent­e es muy resistente. Primero mutó en PDECat y después en el legitimism­o de Junts per Catalunya, lista victoriosa el 21 de diciembre. Los “carlistas” tienen en la cabeza la reunificac­ión del soberanism­o en un nuevo movimiento de amplio espectro, al estilo del Scottish National Party. El proyecto de Puigdemont es incompatib­le con la gran ERC de centroizqu­ierda teorizada por los profesores Josep Manuel Tresserras y Enric Marín. Esta es la pelea. Esta es la clave de tantas prisas. Ahí está la causa principal de los graves errores cometidos.

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