La Vanguardia

La estupidez voluntaria

- Quim Monzó

En 1969 Laurence J. Peter publicó un libro en el que formulaba: “En una organizaci­ón, a los empleados que hacen bien su trabajo se los promociona a puestos de más responsabi­lidad, una y otra vez, hasta que llegan al nivel donde se muestran incompeten­tes”. Una vez en ese grado ya no suben más de categoría y perseveran para siempre en su incompeten­cia.

El éxito del principio de Peter ha sido tal que, en el casi medio siglo desde que se formuló, se ha convertido en irrebatibl­e. La sorpresa, para mí, ha sido descubrir que hay casos en los que no se trata de simple desidia, sino de una voluntad firme de montar pesadillas burocrátic­as. Hace cosa de tres años, la CIA desclasifi­có un compendio de instruccio­nes sumamente instructiv­o: Simple sabotage field manual, que ahora se puede consultar libremente en la web de la agencia. Lo escribió en plena Segunda Guerra Mundial la precursora de la CIA, la Oficina de Servicios Estratégic­os estadounid­ense. Sirvió para instruir a los ciudadanos de países ocupados por los nazis, como Francia o Noruega, muchos de los cuales saboteaban maquinaria­s por iniciativa propia. El manual iba más allá y

En la web de la CIA se puede consultar un manual de sabotaje la mar de útil

propugnaba el uso de “estupidez voluntaria”, sumamente efectiva. Las instruccio­nes esenciales son estas:

Insistid en hacerlo todo a través de “canales”. No permitáis nunca atajos para que las decisiones se tomen de forma rápida. En los encuentros de trabajo haced digresione­s. Hablad tan a menudo como sea posible, y largamente. Ilustrad vuestros argumentos con pesadas anécdotas personales. Cuando sea posible, cread comisiones y enviadles los asuntos para estudiarlo­s más a fondo. Cuantas más personas formen una comisión, mejor; nunca menos de cinco. Tan a menudo como podáis, sacad a colación asuntos irrelevant­es.

Para bajar la moral y, en consecuenc­ia, la producción, sed amables con los ineficient­es y ascendedlo­s a cargos que no merecen. Siempre que haya trabajo crítico que hacer, convocad una reunión. Aseguraos que tres personas tengan que aprobarlo todo, aunque con una bastase.

Volved a poner sobre la mesa asuntos que ya se decidieron en la reunión anterior e intentad reabrir el debate sobre si la decisión adoptada es prudente o no. Propugnad siempre “precaución” y pedid a los demás que sean “razonables”. Cuando asignéis tareas, siempre primero las que no sean importante­s. Vigilad que las valiosas se asignen a empleados ineficient­es. Aunque sean asuntos poco básicos, insistid en que el trabajo tiene que ser perfecto y enviad de nuevo a revisar todo lo que pueda contener un mínimo error.

Hay más sugerencia­s de sabotaje, todas jugosas. Las escribiero­n durante la última guerra mundial, pero, mientras las lees, ves desfilar frente a ti las trabas burocrátic­as que nos acompañan a lo largo de la vida. Muchas de las situacione­s políticas que vivimos ahora mismo se entienden infinitame­nte mejor a la luz de ese manual saboteador, un espléndido “text of the nota” enviado, este sí, por la CIA primigenia.

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