Británicos solitarios
El Ministerio de la Soledad creado por Theresa May persigue combatir un problema que afecta a la salud y a la cohesión social
Políticamente, Gran Bretaña tiene idealizado el aislamiento, la noción de enfrentarse sola al mundo, como demuestra el Brexit. Pero socialmente la sociedad es un problema cada vez más grave, hasta el punto de que nueve de los 66 millones de británicos (casi una séptima parte) se sienten “siempre o con frecuencia solos”, la mitad de la población asegura padecer esa sensación por lo menos una vez al día, y 200.000 personas mayores no tienen ni una sola conversación al mes.
El Reino Unido es el primer país del mundo que crea un Ministerio de la Soledad, a cargo de la diputada Tracey Crouch, aunque el título de “ministra” es más retórico que otra cosa, y se trata de una subsecretaría de Estado en el Departamento de Cultura y Deportes sin acceso a las reuniones del gabinete, encargada de analizar a fondo el tema y coordinar soluciones.
La primera ministra Theresa May ha seguido las recomendaciones de una comisión parlamentaria que lideró la diputada laborista Jo Cox antes de ser asesinada por un ultraderechista vinculado a grupos neonazis en el 2016, durante la campaña para el referéndum del Brexit. Pero su decisión de crear ahora el Ministerio de la Soledad no está exenta de cinismo, según la oposición, en tanto en cuanto que las políticas de austeridad de sucesivos gobiernos conservadores (cierre de gimnasios, polideportivos y librerías, trabas a la atención social…) son un factor determinante en el incremento de la soledad de los británicos. Lo mismo que el Brexit, ya que un 58% por ciento de los refugiados, solicitantes de asilo e inmigrantes que viven en Londres se quejan de sentirse aislados.
“Quiero afrontar esta lacra social y que todos juntos pongamos nuestro grano de arena para combatir la soledad de los ancianos, de las personas que los cuidan, de los jóvenes, de quienes han perdido a seres queridos y no tienen a nadie con quien hablar”, dice May, cuyas repetidas manifestaciones de interés por una reforma a fondo de la sociedad del Reino Unido para ayudar a los marginados se han traducido hasta ahora en muy pocas medidas concretas. “En el fondo se trata de un gesto típicamente británico, la búsqueda de la solución más burocrática posible a una cuestión de humanidad”, ha comentado el cómico norteamericano Stephen Colbert en su show de televisión.
Las autoridades médicas afirman –en la medida en que estas cosas se pueden cuantificar, y hay muchos escépticos- que la soledad tiene consecuencias más perniciosas que la obesidad o que fumar quince cigarrillos al día, y quienes la sufren corren mucho mayor riego de hipertensión, enfermedades cardiacas, insomnio, ansiedad, inflamaciones crónicas e incluso demencia, y sus posibilidades de una muerte prematura aumentan un 26%. El coste para la economía nacional se estima en unos 40.000 millones de euros al año.
Las estadísticas indican que un 17% de las personas mayores entran en contacto con amigos, familiares y vecinos menos de una vez por semana; más de la mitad de los mayores de 75 años viven solos, y dos quintas partes afirman que su principal compañía es la televisión; un 63% de los adultos viudos de más de cincuenta años, y un 51% de los divorciados o separados, se siente solo “con frecuencia”; el sentimiento de soledad es más frecuente entre las mujeres
Entre las causas de la soledad figuran la desaparición de las redes de contacto social, los problemas de salud (pérdida de capacidad cognitiva, sensorial o de movimiento), las características del entorno (barrios que carecen de centros comunitarios, pubs y cafés donde reunirse, hostilidad de los vecinos, pobreza...), el hecho de trabajar solo en casa, el consumismo creciente y la consiguiente pérdida de identidad, el aislamiento derivado de la delincuencia (urbanizaciones valladas) y la dependencia cada vez mayor de una realidad virtual (ordenadores, teléfonos móviles, cascos...) a expensas de la interacción humana.
Entre las soluciones que ofrecen los expertos destacan pasear y hacer ejercicio, marcarse tareas diarias, obligarse a salir de casa hablar aunque sea con extraños, llevar un diario y la compañía de animales domésticos. Cada vez son más populares las redes para conectar gente mayor y jóvenes que se sienten solos, y los llamados “parques de bolsillo”, espacios urbanos abandonados donde los vecinos pueden entablar conversaciones.
Los efectos de esta lacra en la economía nacional tienen un coste anual de 40.000 millones de euros