La Vanguardia

Cuando el cruce es una cruz

Tranvías, carriles bici, obras eternas y soluciones provisiona­les confluyen en un espacio público saturado donde el peatón tiene las de perder

- LUIS BENVENUTY Barcelona

Muchos cruces de Barcelona son una pesada cruz para el peatón. Uno ha de estar al tanto de coches, tranvías, ciclistas... Y también tiene que adaptarse a viejas obras, a medidas provisiona­les que se eternizan, a soluciones pretendida­mente ingeniosas e imaginativ­as. Algunos ejemplos los constituye­n algunos de los accesos a la estación del Nord o los apaños que rodean Glòries. Pero los vecinos de los alrededore­s del Fòrum aseguran que la palma se la lleva la confluenci­a de la avenida Diagonal y las calles Llull y Josep Pla. Advertenci­a: para entender lo que ocurre a este lado de la ciudad se requiere una gran capacidad de abstracció­n, manejarse con soltura con el cubo de Rubik y algunos conocimien­tos propios de los aficionado­s a la cartografí­a y el urbanismo.

El problema aquí es que el carril bici que viene del Besòs por el centro de la calzada de la Diagonal termina de manera repentina al llegar al paso de peatones situado frente a un acceso al centro comercial. La asociación de vecinos Zona Fòrum denuncia que dada esta disposició­n el ciclista debería bajarse de la bici y cruzar a pie hasta la acera. Pero la mayor parte de estos ciclistas, a pesar de que una señal les advierte que no han de seguir adelante y que un par de pilones restringen el paso, continúan pedaleando. Probableme­nte más movidos por la inercia que por el incivismo. Y se arrepiente­n al poco, cuando de repente se ven inmersos en un inhóspito mar de asfalto y bocinazos a la altura de Josep Pla. También deberían bajarse de la bici los usuarios del carril que igualmente llega a este punto desde la acera de Llull, del carril bici que también muere de modo abrupto, agoniza todo despintado, junto al paso de peatones. Aquí, en esta cruz para el peatón, confluyen errores del pasado que nunca se repararon con otros mucho más recientes. “Y encima el paso del tranvía lo hace todo un poco más inquietant­e”, añaden desde la asociación de vecinos. “Los sustos son continuos. Quizás en esta cruz confluyen demasiados elementos, quizá la especializ­ación del espacio tiene límites, quizá las calles no puedan estirarse tanto. El resultado es que nadie va a gusto. Al final nadie sabe bien por dónde tiene que ir y va por donde le da la gana”. Sí, resulta muy complicado imagise nárselo si uno nunca lo vio, si uno nunca pudo hacer las cuatro caras del cubo de Rubik. Además, la mayor parte de los ciclistas que se acercan a esta polémica confluenci­a desde el mar por el carril bici bidireccio­nal de Josep Pla apenas pueden ver las despintada­s líneas que les indican que han seguir adelante. Y movidos por cierto instinto de superviven­cia, estos ciclistas aprovechan el paso de peatones para subir- a la acera. Y esto no es no es un repaso exhaustivo de los despropósi­tos de esta confluenci­a, sino una mera muestra aleatoria.

Siguiendo el hilo de las quejas remitidas por los lectores de La Vanguardia, uno también llega a la calle Ribes, en el barrio de Fort Pienc, y, a medida que se va a acercando a la estación del Nord, comprueba cómo las obras circundant­es van engullendo muy lentamente el carril bici hasta convertirl­o en un simbólico paso testimonia­l que desaparece más o menos a la altura de la calle Sicília. Pero los ciclistas no se esfuman, y los hombres en edad provecta que gustan de pasear contemplan­do maquinaria pesada en acción, tampoco. Las bicis invaden entonces el paso de peatones. Nadie sabe por dónde tiene que circular. Las rayas del suelo están despintada­s. Todo se vuelve confuso. Y encima, al poco se invierten de nuevo las tornas y el peatón invade el carril bici. De repente los caminos se intercambi­an. Las obras pueden obligar a realizar apaños provisiona­les. Aun así, el ojo común no alcanza a comprender el sentido de los carriles intercambi­ables. Unos y otros, peatones y ciclistas, se echan las culpas de los encontrona­zos.

Y a veces los apaños provisiona­les obligados por obras se antojan definitivo­s. Es el caso de Glòries. Si uno viene de la calle Badajoz y encara la montaña, comprobará como el carril bici es interrumpi­do por sucesivos pilones y semáforos con aires muy provisiona­les, circunstan­cia que a la postre perjudica sobre todo al peatón, que una vez más ve invadido su espacio. Además, la proliferac­ión de vallas y de new jerseys, también todas muy provisiona­les, impide a muchos peatones ver cómo se acercan muchos coches, y lo que es peor, a la inversa.

Entre la Diagonal y Josep Pla caminar obliga a tomar muchas medidas de precaución

Los arreglos adoptados en Glòries y la estación del Nord son un agravio para los que andan

 ?? XAVIER CERVERA ?? La calle Ribes, entre Nàpols y Sicília, en los alrededore­s de la estación del Nord
XAVIER CERVERA La calle Ribes, entre Nàpols y Sicília, en los alrededore­s de la estación del Nord
 ?? XAVIER CERVERA ?? La abundancia de señales dificulta la orientació­n
XAVIER CERVERA La abundancia de señales dificulta la orientació­n

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