Leonardo Padura
ESCRITOR
El cubano (62), premio Princesa de Asturias, estuvo ayer en el festival BCNegra hablando de su última novela, La transparencia del tiempo, donde su investigador Mario Conde se enfrenta en La Habana al robo de una virgen negra en el Pirineo.
Una virgen negra procedente de Catalunya ocupa el centro de la trama de La transparencia del tiempo (Tusquets), la novela que Leonardo Padura acaba de publicar y de presentar en BCNegra: una nueva aventura de Mario Conde en la que el detective nos descubre los sueños rotos de la revolución al tiempo que desentraña el misterio y los crímenes en torno a la desaparición de la talla originaria de una ermita del Pirineo catalán.
¿Por qué este título de
transparencia del tiempo?
Lucía, mi esposa, me dijo: “Ese título parece un tratado de Filosofía”. Yo repliqué que ésa podía ser una de sus virtudes, dado el carácter filosófico del planteamiento central de la novela, que es la relación del hombre con el pasado; la imposibilidad de imponerse a la historia, que mueve, traslada y en ocasiones aplasta al ser humano. El modo de manifestarse la historia es el tiempo. En cuanto a la transparencia, tiene mucho que ver con la circularidad del tiempo, sus espirales: un concepto que aprendí de escritores como Carpentier o Borges. El tiempo como algo que ocurre al otro lado del cristal pero puedo verlo.
Mario Conde y sus amigos, ya con 60, son de la generación de los cachorros de la revolución. Una generación frustrada, como repite en la novela. ¿Por qué?
Porque hemos llegado a un punto en el que somos demasiado viejos para reciclarnos en la Cuba presente
La y futura, pero demasiado jóvenes para morirnos. Una generación que acudió masivamente a la Universidad; que se preparó y leyó todo lo que pudo, aunque no siempre lo que quiso; que en general no optó por la emigración, y que cuando andaba por la treintena vio cómo, al caer la URSS, ¡pum!, se derrumbó el país: económica y moralmente. De pronto, un amigo me decía que su trabajo como médico era atender pacientes pero su medio de vida era conducir un taxi. Y otro, que su pasión era dar clases en la universidad pero su sustentó
LA MÚSICA DE LA DEGRADACIÓN “Es jodido admitirlo, pero el reguetón se ha convertido en la banda sonora de Cuba”
UNA GENERACIÓN ABANDONADA “Los hijos se nos fueron y nuestros padres, con pensiones de 10 dólares, dependen de nosotros”
venía de cuidar las plantas de un edificio de oficinas. A nuestros sueños rotos se le suman los hijos que se nos van, diría que en un 90% de los casos entre mis amigos, pero además quedándonos con padres nonagenarios a los que tenemos que ayudar porque reciben una pensión de diez dólares al mes.
Ha dicho “derrumbe moral”... En los 90, la gente empezó a desarrollar estrategias de supervivencia. Se impuso el todo vale. Resurgió la prostitución, aparecieron las drogas y el mercado negro se convirtió en el único mercado. La sociedad sufrió una tremenda pérdida de valores que eran ancestrales. Se extendió la falta de respeto al derecho ajeno y la pillería como forma de vida. La palabra decente, antes tan importante, desapareció del vocabulario cubano.
¿No ve vías de reconstrucción?
Ojalá las haya. Pero por ahora, si traemos aquí a Lucía y le preguntamos qué pasa cuando va al mercado a comprar fruta, verdura o lo que sea, te dirá: ‘Todo el mundo te roba’. Y ya es como el alacrán que se envenena a sí mismo. Forma parte de la naturaleza de la gente. Incluso en el mercado estatal te roban. ¿Por qué? Bueno, el salario de los que trabajan en ese mercado es una mierda.
La novela retrata aspectos como las crueldades a las que el Gobierno sometió a los homosexuales. ¿Con la hija de Raúl Castro se acabó el maltrato a los gays?
El “problema” de la homosexualidad ha dejado de serlo, aunque quedan manifestaciones del ancestral machismo cubano. Cuando yo era niño, a los muchachos que presentaban algún “amaneramiento” los llevaban al médico. Había una carga social, cultural, familiar, religiosa y ética a la que se sumó la condena política. Los homosexuales padecieron todo tipo de agravios.
En ese presente, que sitúa en el 2014, usted señala una marcada tendencia a lo hortera en La Habana. La escena de los pasajeros del almendrón cantando un reggaeton es brutal. ¿Cómo una sociedad tan culta y con un acervo musical tan importante se aficiona al reguetón y a letras como la del Chupi-chupi que cantan y gesticulan en ese taxi?
El reggaeton, ese ruido, es un efecto y no una causa. Es la consecuencia de esa pérdida de valores y degradación moral de la que hablábamos. Representa la caída en lo más bajo de la música cubana, que es referencia universal. El Estado trata de frenar y estigmatizar esa no-música. Pero los conciertos de reguetoneros cubanos, promovidos por cierto a través de las redes, se abarrotan. Es muy jodido, pero lo cierto es que el reguetón se ha convertido en la banda sonora del presente cubano.
También describe una sociedad muy desigual. ¿Cada vez más? Hay una pelea del Estado por evitar el crecimiento de las desigualdades. Pero como la economía no tiene un nivel que logre satisfacer a los ciudadanos, aparecen alternativas que fomentan ese desequilibrio. Por ejemplo, la liberalización de los viajes ha traído consigo un nuevo oficio: el de las mulas. Sin coherencia económica es muy difícil establecer una cierta igualdad. El año pasado, una col costaba 5 pesos cubanos (1 dólar y 1 CUC o peso convertible =
24 pesos cubanos); este año, la misma col cuesta 12 pesos. Pero el salario medio ha pasado de 400 a 480 pesos. Parece que el próximo acontecimiento político va a ser, ya de una vez, la unificación monetaria. Quién sabe qué puede provocar eso. Bueno, y luego está la sucesión de Raúl. Creo que habrá continuidad. Lo que no se sabe es cuánto durará.
¿Qué efecto tienen los pequeños cambios de los últimos años?
La mayor facilidad para viajar, la posibilidad de dar de alta una línea de móvil o las licencias para ciertos negocios, ahora suspendidas en al-
gunos casos por el enriquecimiento de algunos, han cambiado la sociedad sin cambiar el sistema.
¿Los cubanos en la isla leen sus libros? Sé que no se lo ponen fácil.
Y esos obstáculos son una de las cosas que más lamento. Las ediciones de mis libros en Cuba son pequeñas: por falta de papel... y de promoción. Hay ediciones que circulan completas y otras que circulan poco, mal e incompletas. Alguna coedición no ha llegado a circular. Ojalá los cubanos tuvieran un mayor acceso a mis libros: ellos son mis lectores naturales y los más cómplices.