Asistencia médica
Esta semana, cerca de la plaza Universitat de Barcelona un joven trataba de ayudar a un señor de mediana edad que se mostraba muy desorientado y perdido, caminaba con dificultad, se caía continuamente y cruzaba las calles de manera errática. Llamé a la ambulancia y llegó rápidamente. Sin embargo, para mi sorpresa, los enfermeros no quisieron llevarse al hombre porque, cuando le preguntaron si deseaba ayuda, él respondió que no. Parece ser que el protocolo no permite atender a alguien que no acepta la ayuda, aunque era obvio que el señor no estaba en plenitud de facultades.
El hombre logró comunicar con voz débil que tenía parkinson. Necesité otras nueve llamadas al 112 y 20 minutos más para que nos socorrieran la Guardia Urbana y una nueva ambulancia. Mientras esperaba vi que el señor llevaba móvil y logré contactar con una amiga suya, que se mostró muy agradecida: la familia llevaba mucho tiempo buscándolo porque se había extraviado. Los enfermeros de la nueva ambulancia lo atendieron muy bien y la pareja de la Guardia Urbana me comentó que todos los días atienden casos como este. ¿No se debería cambiar el protocolo? Me gustaría que la decisión de recibir asistencia médica fuera de los profesionales sanitarios.
ESTHER VIVES PASTOR
Barcelona