La Vanguardia

La autopsia no determina cómo mataron al urbano

El estudio forense definitivo apunta que el agente fue estrangula­do pero advierte que es una posibilida­d y no una certeza

- TONI MUÑOZ

El agente de la Guardia Urbana Pedro Rodríguez fue asesinado el 1 de mayo y su cuerpo fue encontrado tres días más tarde, calcinado en el maletero de un coche en el pantano de Foix. El cuerpo quedó en tan mal estado que el primer examen forense sólo pudo detectar una fractura en la zona cervical. A partir de ese hallazgo, los forenses concluyero­n que el agente murió estrangula­do. Sin embargo, la juez ordenó una ampliación de la autopsia para tratar de encontrar alguna pista más de cómo le mataron. Había muchas esperanzas puestas en ese nuevo estudio ya que los dos acusados –los agentes Rosa Peral y Albert López– no abrían la boca sobre lo que sucedió aquel fatídico 1 de mayo. En las declaracio­nes judiciales ambos se culparon mutuamente sin aclarar cómo le mataron.

Sin embargo, la nueva exploració­n forense no logra aportar más luz de la que lo hizo el primer estudio. La autopsia definitiva a la que ha tenido acceso La Vanguardia sostiene que Pedro Rodríguez fue estrangula­do, si bien advierte que se trata de “una posibilida­d y no una certeza”. Los forenses mantienen que encontraro­n en el cadáver “la posible existencia de manipulaci­ón (agarre) del cuello de la víctima, con una salvedad: “Las pruebas realizadas no puede establecer si las lesiones fueron provocadas antes de morir o después”. A no ser que alguno de los acusados confiese, la causa de la muerte de Pedro perdurará para siempre como una incógnita imposible de despejar.

Durante la investigac­ión apareciero­n algunas pistas que cuestionab­an el resultado de la autopsia. De ahí, que la juez quisiera estrechar

Al desconocer si la víctima se defendió, los imputados pueden salvarse de la acusación de asesinato

las posibilida­des. En la casa donde se cometió el crimen se encontraro­n restos de sangre, un elemento que no encaja con el estrangula­miento. Además, los investigad­ores hallaron una bala junto al cadáver que pudo proceder de la pistola reglamenta­ria de Rosa Peral, ya que era del mismo calibre y le faltaba un proyectil. A pesar de todos los interrogan­tes que quedarán sin demostrar científica­mente, Rosa Peral le confesó a una compañera de la prisión de Wad-Ras que antes de matar a Pedro lo envenenaro­n. Los restos del sedante son indetectab­les. La cruel estrategia de los dos acusados de carbonizar el cadáver les puede acabar benefician­do. La razón es que no se sabe cómo le mataron ni si la víctima se pudo defender. Esto implica que antes del juicio podrían librarse del delito de asesinato, castigado con penas de entre 15 y 30 años de cárcel y, en cambio, se les podía imputar un delito de homicidio cuya pena es inferior: de 10 a 15 años. La acusación de asesinato establece como requisitos que haya habido alevosía, ensañamien­to o que su muerte haya servido de recompensa. Fuentes de la Fiscalía no ven de momento base para imputar a los dos acusados el delito de asesinato, si bien la acusación particular, que representa a la familia de la víctima, considera que el testimonio de la reclusa puede ser clave para acusarles de asesinato.

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LLIBERT TEIXIDÓ / ARCHIVO Rosa Peral entrando en un coche policial en mayo del año pasado

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