El libro como animal de compañía
La soledad es un problema de salud pública en el Reino Unido, y la primera ministra, Theresa May, ha creado una secretaría de Estado para paliarlo. En España, una de cada diez personas confiesa sentirse sola “con mucha frecuencia”, y la cifra aumentará. Afecta sobre todo a los mayores, pero empieza a implantarse desde los pequeños. Mientras la tecnología y el individualismo generan nuevas formas de comunicarse, crece el grado de aislamiento social. Este es el tema de las obras ganadoras del XXVI premio Edebé de Literatura Infantil y Juvenil.
Tras la actuación de Reugenio, que ha hecho reír al auditorio Axa, la madrileña Beatriz Osés recibe su galardón y le confiesa al conductor Toni Puntí que se presentó para conocer en persona a Reina Duarte, directora de publicaciones de la editorial desde hace veintiséis años. Hasta ahora, sólo intercambiaban emails. Ilustrada por Jordi Sempere, Soy una nuez cuenta la historia de Omar, un niño huérfano refugiado. Las nueces son fuertes por fuera y por dentro tienen forma de cerebro, cuenta Osés, su cáscara sirve de barca. El zaragozano David Lozano es galardonado por Desconocidos:
dos jóvenes que contactaron por internet quedan en Barcelona y, en la Costa Brava, una inspectora recela de un presunto suicidio. Lozano tiene un montón de fans, ha vendido 150.000 ejemplares de Donde surgen las sombras.
Entre otros, han venido Marina Espasa, Patrici Tixis, Joan Sala, Montse Ayats, Martín Piñol, Ilse Font, Josan Hatero, el director general de Edebé, Antonio Garrido, el presidente de la Junta, Ramon Vila, Gemma Lienas, los miembros de ambos jurados, y Alex Hinojo y Ricard Ruiz, que el año pasado ganó el premio infantil con La inmortal.
Muchos llegan del Saló de Cent, que parece un poco la Salita de Colau. Por la mañana, la alcaldesa y personalidades recibían con todos los honores a Mister Marshall Mobile Congress, John Hoffmann, consejero delegado de GSMA. Por la tarde, James Ellroy recogía el premio Pepe Carvalho y declaraba ser un “alien solitario”. Lo hacía en el marco de la primera BCNegra dirigida por Carlos Zanón, cuyo objetivo era acabar con la sensación de gueto que a veces provoca el género.
El público ha sido ecléctico, numeroso y sin prejuicios. Compraban libros si les convencían las meuno sas redondas, moderadas por periodistas. ¡Quiero saber dónde está! trata sobre la desaparición. Joseph Knox retrata los suburbios del Manchester postindustrial en Sirenas (Roja y Negra), donde un policía adicto a las anfetaminas deberá buscar a la hija adolescente de un político en las fiestas pijas de los narcotraficantes. Igual que él, la también inglesa Emma Flint debuta como novelista. Lo hace con Muertes pequeñas (Malpaso). Basada en una historia real, se ubica en Queens, en 1965, en plena ola de calor. Una mañana, la protagonista descubre que sus hijos no están en su habitación. Ella se separó, antes tuvo muchas parejas. Sigue maquillándose cada día, nadie la ve llorar; todo eso la convertirá socialmente en la principal sospechosa. La cuestión es: ¿qué se está juzgando?
¿Y qué pasaría si dudáramos de nuestro padre? Es lo que plantea la italiana Elena Varvello en ¿Puedes oírme? (AdN). Elia tiene dieciséis años, y desde que su progenitor se quedó sin trabajo, actúa de un modo extraño. En la pequeña comunidad de Ponte, donde años atrás un niño fue asesinado, hay un secuestro. “No se trata sólo de la desaparición física de una persona, sino de la de mismo cuando deja de reconocerse, y se vuelve un desconocido para los que le rodean”, explica Varvello.
La protagonista de Tal como éramos (Roca Editorial/Columna) también está a punto de perderse. Y se parece mucho a la autora de la novela, la periodista Sílvia Tarragona. Se llama Sandra en homenaje a la agente Sandra Bruna, sentada junto a su hermana Berta en la primera fila de una Casa del Libro llena. Están las editoras Blanca Rosa Roca y Glòria Gasch, el director de TVE en Catalunya, Carles González, el corresponsal Vicenç Sanclemente, Núria Ribó, Xavier Solà, Joan Tapia, Chelo García Cortés, los tíos de la autora, que la ayudaron en los momentos difíciles, así como otros muchos amigos, entre los cuales Judit Mascó, que presenta la novela y a quien conoce desde COU. “Con Sílvia es todo muy intenso”, dice Mascó, “y este libro es ella en estado puro; vive enamorada del amor, descubre cómo los sueños pueden materializarse y desvanecerse de repente; uno no se acostumbra nunca a sufrir”.
Al tocar fondo, Tarragona entendió que debía sacar fuerzas del dolor para escribir sobre ello. Así, habla de una mujer desesperada que no sabe que lo es; finge ser fuerte, disimula cuando las cosas no van bien. Su padre le enseñó que, ante la adversidad, hay dos tipos de personas: las que actúan vilmente y las que lo hacen noblemente. “También me enseñó a cultivar más mi mente que mi cuerpo”, añade. Y si él despertó su pasión por la lectura, el piano de su madre es asimismo fundamental, explica Francesc Miralles. En una entrevista que Tarragona le hizo a António Lobo Antunes, éste le contó que a veces acaricia los libros. Así tiene la impresión de que le acompañan. Ella hace lo mismo.
Al tocar fondo, Sílvia Tarragona entendió que debía sacar fuerzas del dolor para escribir sobre ello