La Vanguardia

Fröst agita L’Auditori

El solista sueco renueva el formato de concierto de clásica con la OBC

- MARICEL CHAVARRÍA Barcelona

Parecía impensable: un concierto de clásica con diseño de luces y un solista que sigue una coreografí­a o monta un monodrama en medio de la orquesta. Es lo que propone el clarinetis­ta sueco Martin Fröst, el invitado esta semana de la OBC, que interpreta el Concierto para clarinete de Anders Hillborg; las Klezmer Dances núm. 2 y 3 de Göran Frost (su hermano) y la 1ª Sinfonía de Elgar. Sin duda una atracción de la temporada en L’Auditori. ¿Cuál es el plan, qué se propone este fino intérprete nacido en el 70?

“Me gusta romper las reglas, los códigos del concierto de clásica. Y los músicos de las orquestas están encantados cuando les explico el concepto, que no tendrán luz, que al inicio no hay director. Se sienten vivos, creativos, responsabl­es”.

A medida que Fröst habla con fluidez de sus proyectos, pierde de algún modo la vis enigmática que tiene en escena, clarinete en mano: esa estampa fáunica, su ropa ecofuturis­ta... En el poco tiempo de que dispone antes del ensayo en L’Auditori asoma el orquestado­r de shows que es. Pero no se estresa. La terrible enfermedad que sufre –ese síndrome de Meniere que le afecta al oído y al equilibrio– le obliga a tomarse la vida de otra manera. “Es episódica –explica–, los últimos tres años he tenido días en que estaba hecho polvo. Pasé cinco meses sin poder tocar, el mundo se vuelve del revés, pierdes la verticalid­ad, todo gira en espiral tirado en el suelo vomitando... Pero he cambiando mi vida, no alcohol, otra alimentaci­ón y medicación, meditar un par de veces. Llevo un año bien. Me conviene estar motivado”.

Sin duda lo está. Tiene varios proyectos en marcha. Génesis, por ejemplo, es un viaje del origen de la música a la actual que quiere ser una mirada al futuro: yuxtapone la música meditativa de Hildegard von Bingen al sonido urbano de Hillborg, Teleman a Piazzola, etc. Y a parte de tocar y dirigir, Fröst hace comentario­s en escena.

“Pero la primera parte del concierto es tradiciona­l, la 5ª de Beethoven, el Figaro de Mozart”, añade al tiempo que avanza un próximo proyecto: Retrotopia. “Estamos en una época de nostalgias, también en política, y somos pesimistas respecto al futuro, como pasa en Catalunya, ¿no? En este contexto preparo nuevas piezas, incluso yo compongo una con arreglos de mi hermano, e introduzco nuevas técnicas, con cámaras que generan un pequeño espacio en el aire en el que se suspende una orquesta virtual, de manera que tengo una real detrás pero dirijo también otra de realidad virtual. Eso es el futuro”.

El cómo creamos importa, especialme­nte en la clásica, dice. Estamos perdiendo el concepto de cómo actuar, en la clásica llevamos medio siglo haciendo los mismos directos, mientras que el pop y un poco el jazz han avanzado. “Hay que ir a otra forma de pensar –dice–. Cuando Bach creaba estaba más cerca de la música popular de su época, por eso sigue sonando tan vivo. Pero hoy el compositor se aboca cada vez más al ordenador, no baila ni toca. Hay que explorar los límites entre luz y oscuridad, silencio y sonido, música, danza... me excita hacer estos conciertos”.

Desde luego es un performer –“más bien cuenta cuentos”, puntualiza–, es un fauno. “Sí, ya me lo han dicho. Ayer tuvimos una masterclas­s impresiona­nte [en el Conservato­ri del Liceu] y creo que la gente salió con una pregunta: ¿cómo debería comportarm­e en escena? Pero es una pregunta capciosa porque no sabemos lo que proyectamo­s. Los grandes actores son los que no son consciente­s de serlo, si no, acabas siendo una parodia”.

“Llevamos medio siglo haciendo el mismo directo, mientras el pop o incluso un poco el jazz avanzan”, dice

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LLIBERT TEIXIDÓ El clarinetis­ta Martin Fröst, ayer, en un momento del ensayo con la OBC en L’Auditori

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