La Vanguardia

Los desafíos de la burocracia italiana

- ANNA BUJ

Para empezar una nueva vida en Roma, además de un máster exprés en la complejísi­ma política italiana, se necesita mucha paciencia. Esa es la receta que auguran al recién llegado otros correspons­ales con más años de calle en la ciudad. Algunos relatan sus aterrizaje­s como si fueran verdaderas historias de terror. Mudarse a Italia también representa meter la cabeza en un laberíntic­o sistema burocrátic­o, aunque aliviado para europeos, cuya informalid­ad parece que no le importa a nadie salvo a los extranjero­s. La primera lección es entender que los horarios de las oficinas, pese a que se trate de edificios oficiales, pueden ser relativos. Por ejemplo: para realizar cualquier trámite es hacerse con lo que el Gobierno italiano llama el Codice Fiscale, un documento del que se sonsaca un código identifica­tivo unipersona­l compuesto por letras y números y que le pedirán para rellenar cualquier fichero. A los comunitari­os les basta con presentars­e con un documento de identidad en la sede de la Agenzia delle Entrate, que en Roma está en el sur de Trastevere. El paseo hacia allí vale la pena, pero no conviene demorarse. Uno puede pensar que llega con la antelación suficiente sin contar con que sea el único día de la semana en que cierren una hora antes de lo estipulado, o con que se acerque la hora del almuerzo de los funcionari­os, que, todo hay que decirlo, realizan su trabajo con rapidez y profesiona­lidad.

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