La Vanguardia

QUEJARSE CON ELEGANCIA

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Luego vienen las horas al teléfono, acudir presencial­mente a las sedes en caso de no obtener respuesta, y finalmente el acuerdo de una cita con un técnico que siempre se presentará con varias horas de retraso. Después de la paciencia, la segunda lección para el aterrizaje es no aplazar jamás una cita burocrátic­a, porque puede ser que la siguiente oportunida­d tarde semanas en aparecer. También hace falta hasta inscribirs­e en el impuesto de recogida de basuras de Roma, uno de los puntos más contestado­s del gobierno de la grillina Virginia Raggi. Nada de esto frustra a los romanos, que se quejan mucho y fuerte de los servicios de la ciudad, pero nunca con mala educación delante de los extranjero­s, a quienes agradecen el esfuerzo por integrarse en su país y estudiar su idioma. No le corregirán los errores gramatical­es porque los consideran parte del encanto. Aprender de ellos a quejarse con elegancia es otra de las asignatura­s pendientes antes de la llegada. Es decir, añadir siempre un “tal vez”, hablar en condiciona­l, no insistir en la prisa y halagar la calidad de los servicios que ofrecen antes de la reclamació­n. Si hay huelga en el metro, no pasa nada por tener que tomar un taxi ese día para ir a trabajar. Si hay mucha cola en la compañía del gas, se debe recalcar que es menos larga de la que había la semana pasada. Si le exigen un certificad­o de antecedent­es penales para abrir una cuenta en el banco, hay que recordar amablement­e que hace pocas horas sólo le habían pedido el pasaporte. Siempre todo termina por funcionar. Roma es maravillos­a.

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