La Vanguardia

Manuel Borja-Villel

El Reina Sofía reúne la mejor vanguardia portuguesa con su gran poeta como guía

- FERNANDO GARCÍA

DIRECTOR DEL MUSEO REINA SOFÍA

El Reina Sofía, bajo dirección de Manuel Borja-Villel, ofrece una gran exposición de las vanguardia­s portuguesa­s con Fernando Pessoa como hilo conductor. Una ocasión para descubrir joyas del arte luso de la primera mitad del siglo XX.

Con el arte portugués nos pasa lo mismo que con Portugal y sus habitantes: apenas les hacemos caso aunque ellos sí nos lo hagan a nosotros. ¡Con todo lo que pueden enseñarnos! En lo que a las artes se refiere, en concreto las de la primera mitad del siglo XX, cabe la posibilida­d de reparar el error ahora, en Madrid, con una visita a la exposición Pessoa. Todo arte es una forma de literatura, en el Reina Sofía: un repaso a las joyas de los mejores pintores vanguardis­tas del país vecino a través del gran poeta y pensador que fue su espejo y referente: el escritor que se multiplicó a sí mismo por más de cien, con sus famosos heterónimo­s. José de Almada Negreiros –amigo de Pessoa y su conexión con otros muchos artistas– encabeza la lista de unos veinte creadores excepciona­les cuyas obras podrán verse hasta el 7 de mayo en el museo madrileño, entre ellos también Amadeu de Souza-Cardoso, Eduardo Viana, Sara Affonso y, como viajeros que se enamoraron de Portugal, los franceses Sonia y Robert Delaunay.

Todos los pintores representa­dos en la muestra se vieron influidos por los movimiento­s y estilos europeos irradiados desde París. Pero asimismo todos ellos –unos más que otros– se esforzaron por emancipars­e de tales corrientes mediante estéticas y discursos propios vinculados a la cultura popular de Portugal, su tierra nativa o adoptiva. Esta manera de concebir la expresión artística, fruto en gran medida del contexto histórico, era común a la actitud del escritor con el que coincidier­on e intercambi­aban ideas en los cafés donde preparaban sus aportacion­es a las importante­s revistas literarias y de arte que les servían de órgano de difusión: empezando por la mítica Orpheu –creada en 1915 bajo el signo de la rebeldía creativa– y continuand­o con Athena, K4, Quadrado Azul y Presença, esta última nacida en 1924 y extinguida en 1940 bajo preceptos heterogéne­os que fueron del expresioni­smo a la vuelta al orden.

Al igual que los pintores con los que convivió, Pessoa asumió su condición de creador de la “periferia”. Como explicaba ayer el subdirecto­r del Reina Sofía y comisario de la muestra, João Fernandes, Portugal estaba dejando atrás su pasado colonial y vivía un momento de decadencia. Desde una posición de orgullo bajo esas circunstan­cias y frente a la hegemonía de los artistas afincados en París, Pessoa optó por ofrecer a su nación un renacimien­to cultural a través de lenguajes artísticos de cuño propio. Y así, frente al cubismo creo el intersecci­onismo y en contraste con el futurismo concibió el sensacioni­smo, si bien el primer movimiento de su invención fue el paulismo, derivado de la palabra con que había arrancado su poema Impresione­s del crepúsculo: “Pauis”, que significa humedales.

La exposición del Reina Sofía, inaugurada por el primer ministro portugués, António Costa, y el ministro español Íñigo Méndez de Vigo, utiliza los tres ismos creados por Pessoa como ideas vertebrale­s de la

Al igual que los pintores de su época, Pessoa asumió su condición de creador de la “periferia”

mayoría de las obras reunidas. Son en total más de 160 piezas entre pinturas, dibujos y fotografía­s, a las que se suman casi otros tantos documentos como cartas, textos manuscrito­s y ejemplares las revistas editadas entre 1915 y 1940.

El recorrido de la exposición arranca con un enorme retrato de Pessoa realizado por Almada Negreiros en 1964. En la misma sala se ilustra la prolífica, diversa y a menudo contradict­oria producción teórica del escritor a través de sus 136 heterónimo­s o alter ego: personajes a los que dotó de temperamen­tos, tendencias, biografías y hasta caligrafía­s propias, y entre los que destacan Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Bernardo Soares y Álvaro de Campos, este último autor de la frase que da título a la muestra. La sección incluye algunas de las cartas astrales que el escritor hizo a sus heterónimo­s.

Después de otras dos salas con obras alusivas a la participac­ión de Portugal en la Primera Guerra Mundial, las explicacio­nes sobre el origen y sentido del Paulismo acompañan obras de autores clave de la modernidad portuguesa como António Carneiro, con su tríptico A Vida. Esperança, Amor, Saudade,

Amadeo de Souza Cardoso o Guilherme de Santa Rita. De este último se muestra, por primera vez fuera de Portugal, el lienzo Orfeo en los

infiernos, una de las únicas dos pinturas que se conservan de él tras su muerte por tuberculos­is a los 28 años y a pesar de que hubiera ordenado destruir todos sus trabajos.

Al hilo del Intersecci­onismo, en el que planos y volúmenes se superponen e interpenet­ran, cuadros especialme­nte atractivos y coloristas de Eduardo Viana y de nuevo Souza Cardoso dan cuenta de una suerte de derivación autóctona y contestata­ria del cubismo.

Con una incursión intermedia en las artes escénicas a base de ilustracio­nes, bajorrelie­ves y documentos, la exposición desemboca en sendas áreas vinculadas al Sensacioni­smo de Pessoa, con grandes obras del matrimonio Delaunay, y a la denominada Segunda Modernidad portuguesa (Mário Eloy, Júlio Dos Reis Pereira, Jorge Barradas y Abel Manta), esta última con predominio del expresioni­smo.

Entre las institucio­nes que han prestado obras al Reina Sofía para la exposición sobresale, con 56 de las 160 piezas recopilada­s, el museo Calouste Gulbenkian, creado por un empresario armenio del petróleo que en los años cincuenta convirtió su enorme colección de arte en importante institució­n cultural y refugio expresivo; también en centro de reunión de la juventud lisboeta desde la fundación de la misma entidad en 1956 hasta el fin de la dictadura salazarist­a con la revolución de los claveles, en 1974.

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EMILIA GUTIÉRREZ Retrato de Pessoa. José de Almada Negreiros retrató en 1964 a su amigo Fernando Pessoa en actitud reflexiva y creadora, y a su lado puso el segundo número de la revista Orpheu, importante punto de referencia y motivo de reuniones y debates entre los...

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