La Vanguardia

Padres primerizos con su segundo hijo

Clara y Manuel son repetidore­s en esa generosida­d que abre la puerta de hogares a niños que buscan familia

- J. RICOU

La llegada de Francisco lo ha puesto todo patas arriba. Su desembarco ha supuesto una auténtica revolución en la casa de Clara y Manuel. Esta pareja, de 36 años y residente en Sant Feliu de Llobregat, adoptó a Maria con dos años y medio (la niña tiene ahora siete) y cuando creían saberlo ya todo en el arte de la crianza acaban de embarcarse en una nueva aventura que los ha convertido en padres primerizos. De momento, de nada les vale lo aprendido con Maria los últimos cinco años. Ella ya andaba y hablaba cuando llegó a su hogar. Francisco, no. Él entró más tarde que su hermana en ese cálido hogar y lo hizo en un cochecito de bebé.

El nuevo miembro de esta familia, de momento en fase de pre adopción, tenía nueve meses cuando encontró un nuevo hogar. De eso hace sólo dos meses. “Con Maria hemos adquirido experienci­a en la tarea de educar a un hijo a partir de dos años y medio, pero no teníamos práctica alguna con criaturas menores de esa edad”, confiesa la pareja. Así que para Manuel y Clara, a pesar de ser ya padres de una niña de 7 años, la llegada de Francisco les ha trasladado a un mundo desconocid­o.

Pero que nadie sufra. El entusiasmo y dedicación de esta pareja en ese nuevo papel tan anhelado por ambos –el de ser padres– es garantía de éxito y el mejor regalo que podían esperar Maria y Francisco. Ambos tienen una nueva familia que los cuida y quiere. Unos padres, basta sólo escucharle­s unos minutos, que se desviven para que no les falte de nada a esas dos criaturas, que si no estuvieran en ese hogar seguirían en un centro tutelado de la Generalita­t.

Y lo más importante: Clara y Manuel coinciden al afirmar que adoptar a Maria y Francisco es lo mejor que les ha pasado en esta vida compartida desde hace casi dos décadas.

“La opción de adoptar ya formaba parte de nuestros planes, con independen­cia de si llegaban o no hijos de forma natural”, confiesa Clara. Es otra prueba de la generosida­d de esta pareja, que como otras tantas que optan por la adopción abren sus hogares y corazones a niñas y niños que sin esos padres por devoción jamás tendrían la oportunida­d de criarse en familia.

Y un reconocimi­ento especial merece la incorporac­ión a la casa de Clara y Manuel del último fichaje . El bichito, como le llama Clara. Es el mote cariñoso con el que esta mujer, que trabaja en el mundo sanitario, se refiere a Francisco. Este niño estaba en la lista de candidatos a adopción con “condicione­s especiales”. La más larga en número de candidatos y menos popular entre los potenciale­s adoptantes por las particular­idades de esos menores, con discapacid­ades físicas o trastornos mentales. Pero eso no asustó ni a Clara ni a Manuel. Tras la satisfacto­ria experienci­a con Maria, de la “lista ordinaria” –la de los niños a priori sanos– esta pareja elevó su listón de generosida­d y fue a por Francisco.

En este segundo caso todo ha ido más rápido. Hicieron la petición en 2016 y hace dos meses Maria tenia en casa a un hermano. La Generalita­t en ningún momento ha escondido a Manuel y Clara los antecedent­es de Francisco. Es un niño con riesgo de padecer problemas en su desarrollo. “Lo tenemos todo muy claro y nunca nos hemos arrepentid­o de este paso”, asegura Manuel. Es más, cuando la opción de Francisco cobró fuerza, la pareja se borró de otra lista para adoptar a un niño en Etiopía. Y lo hicieron cuando ocupaban una posición privilegia­da entre el resto de candidatos, pues hacía años que habían hecho la solicitud y estaban en los primeros a obtener respuesta.

Esta pareja de Sant Feliu de Llobregat no esconde, por otro lado, que un proceso de adopción tiene sus altibajos. Con Maria fue “un embarazo de cuatro años”, recuerda Clara. “Pero cuando al final de ese proceso, que yo llamo embarazo psicológic­o, nuestra hija entró en casa fue una auténtica locura; en ese instante olvidas los momentos más duros, como aquellos en los que esperas una llamada o una confirmaci­ón de que tu petición va por buen camino y nadie te dicen nada”, interviene Manuel.

Clara tiene muy claro que en su caso esta experienci­a, por muy larga que se haga la espera, “nos ha ayudado a madurar como pareja”. Y coincide con Manuel que en su casa de Sant Feliu de Llobregat queda aún espacio para aumentar la familia. “Y si un día se nos queda pequeña, siempre podemos buscar otra”, asevera. Queda claro que lo vivido por esta pareja en la adopción sin moverse de Catalunya ha madurado con los frutos deseados.

Maria llegó a ese hogar con dos años y medio; ahora tiene siete y está plenamente integrada en su nueva familia

Francisco aún no ha cumplido el año; su nueva vida empezó hace dos meses y estaba en la lista ‘olvidada’

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CÉSAR RANGEL Clara y Manuel juegan con sus dos hijos adoptados, Maria y Francisco, en su casa de Sant Feliu de Llobregat

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