Narcisistas y autoexplotados
Byung-Chul Han, autor de ‘La sociedad del cansancio’ y estrella de la filosofía, visita por primera vez España con una charla en el CCCB
Es una estrella de la filosofía contemporánea. En España su libro más popular, La sociedad
del cansancio (Herder), ha vendido 25.000 ejemplares –los ensayos no suelen vender mucho más de 2.000– y ha permanecido meses en las listas de ventas. Pero si el coreano Byung-Chul Han (Seúl, 1959) se ha convertido una estrella, lo ha hecho por –la necesidad de– sus libros, y no porque se dedique a ofrecer conferencias por todo el mundo y sea un personaje mediático. Historias no le faltan para ello: para empezar, llegó a Alemania a los 26 años tras estudiar ¡metalurgia! en su país; hoy es profesor de Filosofía en la Universidad de las Artes de Berlín. Pero por coherencia con su pensamiento, apenas viaja, y se niega a ser turista, una mercancía más. “No quiero participar, alimentar, este flujo de mercancías y turismo, me niego”, dice. Sin embargo, tras años de mucho insistir, el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, el CCCB, consiguió que ayer viniera por primera vez a España y ofreciera una conferencia. Y hablara con la prensa presentando su fascinante nuevo libro, La expulsión de lo distinto (Herder). Un libro que retrata a una sociedad en la que los individuos son crecientemente narcisistas –“las selfies son bellas superficies lisas y satinadas de un yo vaciado y que se siente inseguro”– espoleados por unas redes sociales en las que no hay comunidad, sino un montón de egos superpuestos. Unos individuos cansados, autoexplotados al límite –“la libertad de la que hace gala el neoliberalismo es propaganda, uno se explota voluntariamente a sí mismo figurándose que se está realizando”– que sufren en sus carnes una sociedad del rendimiento y la optimización.
Una sociedad que intenta suprimir todas las diferencias porque dificultan el trasiego global de información, mercancías y capitales. Una globalización que lo hace todo igual justo en el momento que nos creemos más individuales que nunca: no hay que confundir, dice, la autenticidad que se nos pide hoy a todos –“la autenticidad es la forma neoliberal de producción del ego narcisista” y se expresa “sobre todo mediante el consumo”– con la singularidad de cada uno. De hecho, subraya, el sistema actual está volcado sobre el yo y hay ceguera hacia el otro. En el mundo hipercomunicado y lleno de pantallas hay conexiones en vez de relaciones. Y ya no existe el otro “como misterio, como seducción, como deseo, como infierno”. Hay me gusta e informaciones que nos confirman lo que pensábamos. Y hay mucho ruido. Y necesidad de volver a escuchar al otro. De hospitalidad, amabilidad, eros.
Han comienza la charla con la prensa sonriendo y explicando que le extraña que un libro como La sociedad del cansancio, que habla de la actual sociedad del rendimiento, que lleva a enfermedades como la depresión, haya tenido tanto eco en España. “El libro Derecho a la pereza del yerno de Marx hablaba de la belleza original del hombre que, decía, entonces ya sólo se podía encontrar en países del sur de Europa como España en los que el prejuicio económico no había acabado con el odio al trabajo. Para este animal original el trabajo era la forma más extrema de esclavitud. El animal original ni consume ni comunica. Hoy en cambio el ser humano se ha convertido en un consumista. La globalización nos ha hecho perder la belleza original”, señala. Y bromea que “si me escogieran presidente de Catalunya lo primero que haría sería volver al animal original, y si eso pudiera ser así me haría más separatista que Puigdemont”.
En su opinión la situación catalana forma parte del choque de lo especial y lo genérico que se da hoy en tantos lugares. “Lo general crea violencia. La globalización, la unión comercial europea, hacen que surjan movimientos nacionalistas, populistas, identitarios que ven en la globalización algo abstracto. Hay un anhelo de fijarse en un lugar concreto. Hace falta una UE con unión de corazones, sentimientos, razón”.
Y más cosas: “Vivimos una época de conformismo radical. Las universidades más que de formación humana son de formación profesional. A los estudiantes se les trata como clientes. Se les inculca el rendimiento, el aprendizaje de por vida y nada más, es una rueda”. Y hace falta cuestionarnos la sociedad digital actual: “Con la Ilustración el sujeto se hizo sujeto de conocimiento soberano y eran los objetos los que giraban alrededor de él. Hoy vivimos el dataísmo. El hombre deja de ser un sujeto soberano para convertirse en un conjunto de datos y una unidad controlada y controlable. El algoritmo le controla y domina sin que se dé cuenta. Los pioneros de internet vieron su potencial emancipador y hoy son los primeros críticos. Nos controla sin saberlo. Antes la represión se ejercía sobre las personas y lo notaban. Ahora no. Pero es solo un medio, se puede utilizar bien, al servicio de las personas. No puede ser que el algoritmo haga al hombre, en vez de al revés”.
Un hombre que debe volver a escuchar al otro. “Vivir en comunidad quiere decir no ser narcisistas. El idiota es el que no se comunica, ocupado en sí mismo. Hoy todo gira alrededor de transmitir lo que hacemos, queremos, pensamos. Casi nos desnudamos pero no escuchamos al otro. Es una tarea política que hemos de asumir. Hacer ruido no es comunicar”. También, dice, hemos de tener un tiempo nuevo, en el que no todo lo invada el trabajo y la aceleración de la comunicación. “Necesitamos un tiempo de fiesta para dedicarlo a nosotros. Eso incluye las nupcias, las bodas. Quizá a España y Catalunya les conviene una boda para volverse a reconciliar. Más bodas y eros en vez de peleas”.
“Hoy todo gira alrededor de transmitir lo que hacemos; casi nos desnudamos, pero no escuchamos al otro”